“Por un Puñado de Votos”

“Por un Puñado de Votos”

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El amigo que me hace más interesante la vida con nuestros diálogos y que incidentalmente es un leal militante del Partido Socialista, me dice que mi apreciación sobre la decisión de su partido de integrarse en una coalición con el Partido Comunista y el Frente Amplio es completamente equivocada. Que detrás de ella no existen motivaciones ideológicas o identitarias como yo planteé en mi columna de hace una semana, sino exclusivamente el frío cálculo electoral; ha llegado a decirme “es una elección ¿no? y en una elección se trata de sacar votos”. Es decir, el Partido Socialista habría decidido dejar de lado a sus aliados de las últimas décadas, aquellos con los que llevó al país desde la dictadura a la democracia y desde más de un 40% de pobreza a alrededor de un 10%, sólo “por un puñado de votos” (¿o fue “Por unos votos más”? que para todo sirve el recuerdo de las películas de Sergio Leone y Clint Eastwood).

Néstor, que así se llama mi amigo, me agrega con la misma seriedad con la que hablaba el pistolero sin nombre (o sea Clint): “Después, cuando haya pasado esta elección, se reconstituirá el Socialismo Democrático”. En medio de la vorágine de declaraciones y desmentidos que acompañó la inscripción de los candidatos al Consejo Constitucional, la admirable -por valiente y consecuente- presidenta del PPD, Natalia Piergentili, pareció respaldar esa idea de Néstor manifestando su esperanza de que esta fuese la última vez en que el PS fuese separado de los que hasta hace poco parecían sus aliados naturales del Socialismo Democrático.

Lo cierto es que las afirmaciones de ambos con relación a este tema escapan a la lógica. Si la decisión del Partido Socialista fue motivada sólo por la necesidad de obtener en esta elección algunos votos más de los que habría obtenido de ir en una lista con el Socialismo Democrático, no hay razón alguna para suponer que en una próxima votación decidirá cambiar de criterio y hacer frente común con ellos. Si, como dice mi pragmático amigo, todo depende de los votos, es muy probable que en las elecciones municipales (las próximas que nos aguardan este año), el frío razonamiento electoral del socialismo los llevará nuevamente a buscar la sombra del árbol que les dé más votos, esto es el de sus nuevos amigos del Partido Comunista y del Frente Amplio.

Los damnificados serán la identidad democrática del socialismo chileno -que quedará radicada sólo en los partidos Radical y por la Democracia- y la “Renovación Socialista”, que se desvanecerá ante el revival de la Unidad Popular que el socialismo chileno protagoniza estos días aliándose al Partido Comunista y al Frente Amplio. Pero si hemos de creerle a mi amigo Néstor, esos son sólo detalles carentes de importancia ante lo que realmente importa: un “puñado de votos”.

Y lo mismo puede serle recordado a Natalia Piergentili: ¿qué razón podría haber en el futuro para que el Partido Socialista vuelva a buscar su identidad socialista democrática, si ya renunció tan alegremente a ella? Hacerlo sería equivalente a reconocer, de cara al país, que esa identidad vale bien poco; que es una especie de traje a la medida de ciertas ocasiones, que bien puede ser cambiado por otro, o volver a ser puesto, según la fiesta a la que el partido es invitado.

En realidad, lo que ella ya sabe, aunque no sea el momento de admitirlo, es que su antiguo aliado ya los abandonó. Que ha preferido recuperar una identidad que le acomoda más: aquella que lo llevó a definirse como revolucionario y le permitió establecer sin problemas alianzas con el Partido Comunista décadas atrás. ¿Es lo que piensan o sienten todos los militantes del Partido Socialista? Seguramente no, pero una mayoría ya decidió e inició una marcha por un sendero que no tiene retorno. O por lo menos no lo tiene en el futuro inmediato.

Cuando se disipe el humo de los fuegos de artificio retóricos que cubrieron la política nacional estas últimas semanas, van a poder verse con claridad las evidencias que ha dejado este episodio. La primera es que al gobierno lo apoyaban dos coaliciones que se identificaban diferenciadamente por sus respectivas visiones del cambio social (reformista una, refundacional o revolucionaria la otra) y que esa diferencia era justamente la que le daba amplitud a la base de apoyo del Gobierno del presidente Boric.

La segunda, que el propio presidente Boric, en su afán de unificar su base de apoyo, logró debilitar el ala reformista de esa base de apoyo y traspasar votos a su ala refundacional, aunque sin aumentar su apoyo total en el electorado.

La tercera, que producida la integración del Partido Socialista a la coalición que forman el Partido Comunista y el Frente Amplio, el Socialismo Democrático, sin perjuicio de que siga apoyando al gobierno de Gabriel Boric por algún tiempo más al menos, queda liberado para buscar alianzas más sólidas y mejor perfiladas en lo ideológico y lo programático, construyendo esas alianzas con otras organizaciones políticas reformistas como ya ha hecho en esta oportunidad con la Democracia Cristiana; esas organizaciones estarán disponibles cuando “Demócratas” y “Amarillos” concluyan su proceso de formalización como partidos y cuando dentro de “Chile Vamos” terminen de definirse las diferencias entre sus sectores reformistas y sus sectores conservadores.

Y de todo esto una verdad que es casi la conclusión natural de las anteriores. Ya no se repetirá la experiencia de la elección del presidente Gabriel Boric: ese momento con que culminó el proceso febril que afectó al país como efecto de su desarrollo acelerado durante los treinta años anteriores y que tuvo expresiones tan delirantes como el “estallido social”, la elección de una Convención Constitucional de opereta o quizás la propia elección de un gobierno en el que predominaban jóvenes con mucha buena voluntad pero con pocas buenas ideas. Ya ni Giorgio Jackson ni Camila Vallejos ni algún otro de esos jóvenes voluntariosos serán candidatos presidenciales y tampoco lo será un feroz Daniel Jadue, a menos que lo hagan por cuenta propia: el candidato de la nueva coalición que está emergiendo de este episodio será socialista y con ello se habrá terminado de revivir a la Unidad Popular, sólo que esta vez lo más probable es que su candidato no resulte electo Presidente.

Y otra verdad esencial es que, pasada la fiebre, yo continuaré mis diálogos con mi buen amigo Néstor y  disfrutando de su gracejo a lo Clint Eastwood, pues la democracia es justamente eso: el continuo y sereno diálogo que cimenta la amistad. (El Líbero)

Álvaro Briones