En pocos días Chile elegirá nuevo Presidente. Todo indica una alternancia que, tras años de estancamiento y decadencia, podría abrir paso a un liderazgo renovado y a un ciclo político más sano y duradero. Sin embargo, la recta final de la campaña ha mostrado el lado más corrosivo de nuestra crisis: sustituir deliberación por mentira y miedo.
Así, la candidata comunista Jeannette Jara, continuidad del saliente gobierno, con desesperada agresividad ataca a José Antonio Kast priorizando la falsedad sobre la verdad. Muchos estudios sugieren que en contextos de polarización las mentiras suelen mejorar la coordinación de un grupo afín y movilizarlo al amparo del sesgo de confirmación que se alimenta de los prejuicios de una persona. De allí que los incesantes ataques al candidato José Antonio Kast, tanto en foros como propaganda en redes sociales, responda a una estrategia deliberada de la que no escapan los medios de comunicación. Incluso CNN Chile, efectuó un posteó que luego eliminó, en que falsamente negaba el apoyo otorgado por la familia del expresidente Sebastián Piñera a Jose Antonio Kast.
Lo anterior da cuenta del peligro de la sobreideologización. Si no aceptamos que en nuestra sociedad existen diferentes opciones legítimas, ¿para que necesitamos la democracia? En palabras de Jonathan Rauch en su libro “Kindly inquisitors”, “una sociedad liberal se sostiene sobre el principio de que todos debemos tomar en serio la idea de que podemos estar equivocados”. Algo en apariencia obvio, pero que para la extrema izquierda en el Chile actual no lo es.
Aquí ilumina Hemingway. En Por quién doblan las campanas, en medio de la guerra civil española cuando la libertad deja de ser consigna y se vuelve tarea concreta, el protagonista Robert Jordan debe volar un puente. El puente es la línea entre la vida y la derrota; y el título, tomado de John Donne, recuerda que la libertad es un bien colectivo pues cuando cae, cae algo de todos.
Chile enfrenta su propio puente. En el ciclo de degradación institucional acelerada y profundizado desde 2019, convergen cuatro procesos: judicialización como arma política, entrada del crimen organizado en la política, crisis del sistema de partidos reemplazados por operadores, y demoralización de una élite fragmentada, sin visión de país ni capacidad de recomponer el pacto Estado-sociedad. El resultado es un nuevo ecosistema de poder donde el derecho se ha vuelto teatro político-mediático, y la confianza pública se desmoronó. En este escenario, más autoridad no es menos libertad.
Al igual que para Hemingway, cuyo protagonista herido, termina sosteniendo la retaguardia, en Chile no hay épica fácil, sino responsabilidad. Este 14 de diciembre elegimos autoridad y libertad, para preservar el puente común antes que como en el fracasado proceso constituyente, las campanas doblen -otra vez- por nuestras instituciones y, con ellas, por la libertad de todos. (La Tercera)
Gabriel Zaliasnik
Profesor de Derecho penal, Facultad de Derecho, U. de Chile



