¿Por qué no te vai?-Francisco José Covarrubias

¿Por qué no te vai?-Francisco José Covarrubias

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Una estudiante de la Universidad de Chile ha vuelto a ser agredida. Sus compañeros la insultaron y le tiraron agua. “¿Por qué no te vai?”, fue la frase con la que la invitaron a salir de la sala. Mal que mal era “facha”. No tenía nada que estar haciendo ahí.

Si el episodio hubiera ocurrido de manera aislada, no habría pasado de ser una mala anécdota de unos pocos malos estudiantes. Pero lamentablemente no es así. La intolerancia en manos de grupos de ultraizquierda se ha ido apoderando de ciertos lugares. Por esa razón ya perdimos el Instituto Nacional. Por esa razón ya hemos perdido otros liceos emblemáticos. Y si bien todavía estamos a tiempo de no perder a la Universidad de Chile, estamos cerca.

Porque en este caso, peor que la agresión ha sido la reacción de la universidad.

En primer lugar la del profesor. Según se indicó, los alumnos que estaban en la sala le pidieron al docente tomar una postura sobre el caso, a lo que el profesor habría respondido que si lo obligaban a tomar partido, entonces “renunciaría, porque esa no era la Universidad de Chile en la que quería estar”. Que un profesor “no tome postura” frente a la evidente vulneración de derechos de una alumna en su sala de clases da cuenta de la renuncia a los principios más básicos que puede tener un pedagogo.

En segundo lugar, de la universidad. Ofrecer cursar las materias de manera independiente atenta contra los más básicos principios de la convivencia. A quienes hay que aislar es a los violentistas, no a los violentados. Algo similar ocurrió con la agresión al hijo de la diputada Girardi, donde a la fecha no hay sanciones.

Pero hay más. En otro episodio. En la misma Universidad de Chile. Que si bien no habla de violencia habla de la intolerancia.

El centro de estudiantes de Derecho ha establecido en sus nuevos estatutos que se tiene por objetivo la construcción de “una sociedad anticapitalista, antiespecista, y antiimperialista”. El mismo estatuto establece que si durante el período de elecciones un candidato incurre “en acciones que sean directamente contrarias a los principios establecidos”, podrá perder su derecho a ser candidato.

El antiespecismo busca eliminar la utilización de animales para el beneficio humano, como es el consumo de carne. Así, comerse un completo a luca en la calle Pío Nono posiblemente será causa de inhabilidad. Qué decir de usar un IPhone, símbolo del capitalismo y del imperialismo.

El mismo estatuto echa por tierra la presunción de inocencia: basta una denuncia por violencia de género para quedar inhabilitado de participar en un proceso electoral. El decano de la Facultad, Pablo Ruiz-Tagle, indicó que “respetamos la autonomía de los estudiantes para deliberar y criticar los estatutos que rigen su organización”. Está bien que respete, pero alguna opinión tendrá…

Actos de intolerancia hemos visto por miles en la historia. Desde que los eunucos estaban vetados de la “Asamblea de Dios” (como establece el Deuteronomio), al exterminio de cinco millones de cátaros por querer restablecer las prácticas del cristianismo primitivo. Y así como la intolerancia religiosa ha cobrado miles de víctimas, la intolerancia sexual, racial y política también lo ha hecho.

Y si bien al inicio del tercer milenio habían motivos suficientes para sacar cuentas alegres, hoy los vientos soplan en la dirección opuesta. Y la Universidad de Chile es una muestra de aquello.

Pero no es la única.

Es muy preocupante el retroceso que se registra en materia de pluralismo y tolerancia política. Y en este caso, lamentablemente, estamos bailando una melodía que suena en muchas partes del mundo.

Día a día, al ritmo de las redes sociales, de lo políticamente correcto o de la coerción violenta, la intolerancia se apodera de la convivencia social en el mundo. Una enfermedad que, como decía Voltaire, necesariamente debe combatirse y extirparse. Y una enfermedad que si bien su grupo de riesgo mayoritario está en la izquierda, también lo tiene parte de la derecha.

No cabe duda que hoy más que nunca se requiere protección contra la tiranía de los vociferantes. Contra la idea de imponer conductas a quienes difieren de ellas.

No está de más recordar la clave que nos decía John Stuart Mill en cuanto a que “negarse a oír una opinión porque se está seguro de que es falsa, equivale a afirmar que la verdad que se posee es la verdad absoluta”.

Y ello claramente no es así. (El Mercurio)

Francisco José Covarrubias

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