Por la razón poética o la fuerza

Por la razón poética o la fuerza

Compartir

¿Cómo destrabar o desbloquear el conflicto de La Araucanía, que la razón política no ha podido o no ha querido o no ha sabido solucionar? Tal vez se necesite un giro creativo y audaz, mover las aguas, abandonar las ideas hechas, dar un salto de conciencia como país. Eso fue lo que impulsó a Mandela a salir de su celda y dirigirse a la casa del jefe de gobierno de los blancos en Sudáfrica, mirar a los ojos a su rival, tomar una taza de té con él, conversar con cordialidad y verdad, y en minutos cambiar la historia de su país y de su pueblo. Si no lo hubiera hecho, la venganza, el resentimiento, la violencia se habrían apoderado de las calles de Sudáfrica, sembrando el terror y la muerte.

Mandela contaba con recursos interiores muy sofisticados: toda la sabiduría que le habían enseñado los viejos de su tribu, una sabiduría que, como todas las sabidurías ancestrales, nos dice que no se triunfa maltratando o destruyendo al enemigo, y que la armonía solo resulta del equilibrio de los contrarios. Los mapuches tienen una sabiduría muy rica transmitida por sus abuelas, a través de historias, dichos y palabras buenas compartidas como pan de rescoldo vivo en los fogones familiares y de las comunidades, porque el “buen decir” tiene para ellos casi un estatuto ontológico. Y Chile (no el Estado, el país) cuenta con un patrimonio poético inconmensurable: es nuestra “otra voz”, como diría Octavio Paz, pues la poesía es esa otra voz que ilumina la historia. Y hoy nuestra historia fracturada, que parece ir en caída libre hacia la discordia, la intolerancia y el desacuerdo, necesita de ese otro pensar que abra puertas y ventanas para que entre un aire nuevo. Tal vez de allí puedan salir pistas, vislumbres que señalen un camino, un nuevo comienzo. Es nuestra “razón poética”, que debiera estar en nuestro escudo junto con la razón a secas, la razón positivista, sustrato fundante del proceso de Independencia en América.

Mario Góngora dijo una vez que la historia de América es la historia del resentimiento: empeñados en copiar modelos foráneos, nos olvidamos de ser quienes somos, y tratamos de imitar y no podemos alcanzar el modelo que imitamos. Hemos sido franceses a medias, ingleses a medias. Y el ser a medias es caldo de cultivo del resentimiento; como nunca podremos llegar a ser lo que admiramos, en el fondo de nuestro ser nos sentimos disminuidos, apocados, inferiores. ¿Cuándo seremos por fin de verdad lo que somos? Nuestros poetas son los que más lejos han llegado en ese desafío. Gabriela Mistral, al mirar su rostro reflejado en el de un niño indígena en México (mientras le convida agua), se reconoce mestiza. Y se libera, y se hace “otra”. Luis Vulliamy aprendió de niño el mapunzungún de los mapuches que trabajaban en el campo de sus padres, colonos suizos en La Araucanía, y escribe sus poemas en los dos idiomas que lo habitaban. Los poetas chilenos hace mucho tiempo que ya han parlamentado con sus pares, los poetas mapuches, y los vasos comunicantes entre ambas lenguas fluyen como afluentes de un mismo río: podemos encontrarnos en una palabra honesta, transparente, “azul”, que brota desde el fondo de nuestro ser. Chile es un poema (ya lo dijo Zurita) y en ese poema, “largo pétalo de mar y vino y nieve”, ya nos hemos sentado en la misma mesa, mapuches y huincas, ya hemos llegado a acuerdos profundos. La palabra “acuerdo” incluye la partícula latina “cord”, corazón. Es en el corazón donde tenemos que encontrarnos.

¿Demasiado irreal lo que estoy planteando? De la sabiduría sacó Mandela la respuesta al callejón sin salida de Sudáfrica. En la poesía (nuestra propia sabiduría) tal vez haya relámpagos que iluminen la noche oscura del desencuentro. Jorge Teillier, poeta de Lautaro, plena Araucanía, decía que la poesía es un “respirar en paz para que los demás respiren”. Que la política sea también ese respirar en paz que todos los habitantes de La Araucanía y de Chile, sin distinción, necesitan. Y merecen. (El Mercurio)

Cristián Warnken

Dejar una respuesta