Políticos católicos, eutanasia y “minoría creativa”

Políticos católicos, eutanasia y “minoría creativa”

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La aprobación en general en la Cámara de Diputados del proyecto de ley “Muerte digna y cuidados paliativos”, que permite la eutanasia en ciertos casos, es un paso de máxima gravedad política y moral porque implica una concepción de la persona humana, de su dignidad y de sus derechos esenciales, que está en contradicción con los principios fundamentales de la doctrina católica. La eutanasia —desde la concepción católica— atenta siempre contra los derechos inherentes y connaturales a todo ser humano. ¿Cuál es el papel que los políticos católicos están llamados a jugar, en estas circunstancias, en una sociedad cada vez más secularizada?

En mi opinión, los legisladores católicos están llamados a participar activamente en el mundo político a la luz de los principios de la dignidad humana y del bien común, empeñándose en generar a su alrededor cultura cristiana. No es momento para un cristianismo de masas que busca abrir una esfera posmoderna de lo religioso; un catolicismo líquido, como lo describiría Zygmunt Bauman, que no propone ningún orden concreto de vida y se concentra solo en la disposición interior-emotiva del hombre, ante Dios, ante sí, ante los demás.

Como respuesta al entorno crecientemente secularizado, Benedicto XVI propuso —incluso antes de su papado— la necesidad de la Iglesia de generar “minorías creativas”, aludiendo a la expresión del historiador británico Arnold Toynbee que, en su análisis de los grandes cambios de la civilización, diferenciaba las dimensiones material y espiritual de una civilización; y, precisamente porque tiene una dimensión espiritual, está abierta a la capacidad humana de recuperarse. Y ese don, según Toynbee, pertenece a esas minorías creativas: “los grandes solucionadores de problemas de la historia”. Así, Benedicto XVI propuso que “los creyentes cristianos deben considerarse a sí mismos como una minoría creativa” y “ponerse al servicio de toda la humanidad” participando activamente en una sociedad plural, democrática, secular y libre.

En mi opinión, los legisladores católicos —como todo católico en su actuación social— deben constituirse en una minoría creativa. Una minoría que no se contenta con vivir un “cristianismo auténtico”, ni concibe las relaciones como encuentro interior con Dios y los hombres, sino una minoría en que todo su esfuerzo esté dirigido a generar modos objetivos de relacionarse, en los que pueda florecer la existencia cristiana. Minoría que no pierda su identidad y sea signo de acogida con capacidad de aportar positivamente a que en Chile todos tengan más oportunidades y nadie se sienta excluido; donde no se pisotee la dignidad de las personas y se respete el derecho de todos a vivir como seres humanos, en paz y en libertad, desde la concepción hasta la muerte natural.

Así, respetando todas las diferentes visiones, el legislador católico tiene el deber de defender la vida como un bien superior, un derecho humano fundamental que no puede ser negado y que se debe cuidar, independientemente de las características de la persona: su dignidad como persona humana no se fundamenta en circunstancias, sino en el valor de su ser. Debe advertir sobre la falsedad del argumento compasivo de la eutanasia, ya que la compasión humana no consiste en provocar la muerte, sino en acoger al enfermo, en sostenerlo en medio de las dificultades, en ofrecerle afecto, atención y medios para aliviar el sufrimiento.

El político católico está llamado a impulsar la creación de instituciones más sanas, regulaciones más justas, estructuras más solidarias en que no solo baste acompañar a una persona que sufre, sino ir más allá para modificar las condiciones políticas, económicas, sociales, materiales y espirituales que provocan sufrimiento, que dificultan la renuncia a medios desproporcionados de tratamiento (u obstinación terapéutica) o impiden la interrupción del uso de vías que prolongan artificialmente la vida e incluso, en ocasiones, impiden dar un cuidado adecuado al enfermo.

Mientras más profunda, sólida y rica sea su identidad de legislador católico, más tendrá para enriquecer a los otros con su aporte específico. El político católico está llamado a ser “minoría creativa”. Un concepto de minoría que no se opone al de mayoría, sino que al de masa. (El Mercurio)

Rolando Medeiros
Presidente de la Unión Internacional de Dirigentes de Empresa Cristianos Uniapac Foundation

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