Panamá Papers

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La divulgación de los archivos de la oficina Mossack Fonseca -especialista en ocultar bienes, radicar patrimonios en paraísos fiscales y aminorar impuestos- es todo un acontecimiento en la historia del periodismo de investigación.

Mientras en Chile parlamentarios descuidados elaboraban reglas para inhibirlo (afortunadamente la propia presión de los medios los obligó a corregirse), el periodismo daba un golpe cuya importancia es difícil de exagerar.

Durante casi un año, 400 periodistas, pertenecientes a más de cien medios de ochenta países (entre ellos The Guardian y la BBC en Inglaterra, Le Monde en Francia, La Nación en Argentina, CIPER en Chile) honraron su oficio y llevaron a cabo, con ánimo detectivesco, paciencia benedictina y sigilo de confesor, el análisis de 11,5 millones de documentos (más que la suma de todas las filtraciones hasta ahora ocurridas) que un informante anónimo decidió hacer públicos.

Al revisar la montaña de datos, los periodistas encontraron a multitud de políticos, empresarios, deportistas y escritores (entre ellos algunos chilenos, como el dueño de este mismo medio) como propietarios directos o indirectos de sociedades que, gracias al lugar donde se constituyeron, gozan de regímenes tributarios benignos y del sosiego del secreto.

Pero ¿qué es exactamente lo que esos datos revelan?

Desde luego, los datos muestran que la fiscalidad voluntaria (una idea que hace un tiempo lanzó Peter Sloterdjik) parece una utopía irrealizable. Los datos que entregan los Panamá Papers muestran que las personas huyen de los impuestos como de la peste y que, a la menor oportunidad, procuran escapar de ellos. Es verdad que puede sugerirse (lo acaba de hacer Vargas Llosa, quien aparece como beneficiario transitorio de una de esas sociedades) que las personas huyen hacia paraísos fiscales porque los impuestos son muy altos; pero esa explicación se parece a afirmar que el monto de los impuestos debiera coincidir con la disposición de la gente a pagarlos (o sea, a postular impuestos voluntarios, casi una contradicción en los términos).

Los datos muestran también algo que ya se sabía; pero que luego de los Panamá Papers adquiere una realidad irrefutable. La riqueza (aunque no siempre los goces que provee) parece ser pudorosa y recoleta, prefiere vivir en sigilo y, por razones que habría que dilucidar, aspira a la máxima privacidad como si ella fuera expresiva de cosas que configuran la individualidad de quienes la poseen.

Esa voluntad de sigilo se estrella, sin embargo, con el panóptico al revés que la era de la internet parece haber instalado. Alguna literatura (v.gr. Foucault) describió la sociedad moderna como un panóptico, un dispositivo mediante el cual el poder podía observar a los ciudadanos sin que él, por su parte, pudiera ser observado. Pero internet -lo confirman los Panamá Papers- parece haber erigido un panóptico al revés: basta un infidente decidido a entregar un paquete de datos para que quienes conforman la estrecha élite del poder y la influencia sean vistos por todos, sin que ellos, por su parte, puedan vigilar a quienes los observan.

Pero por sobre todo, lo que los Panamá Papers muestran es que la vida política y económica afirma en un nivel lo que niega en el otro.

En efecto, quizá lo que más llama a escándalo en el caso de los Panamá Papers no es que en ellos se revelen delitos (los documentos no acreditan por sí mismos ninguno), sino el hecho de que muestran que la vida social y política es una maleta de doble fondo: lo que está en la superficie oculta lo que le subyace. Buena parte de quienes aparecen en esos documentos son personas que, por la posición que poseen en la esfera pública, en los medios, en la política, en la empresa, suelen subrayar a nivel del discurso los valores y las virtudes sobre las que se sostienen las instituciones; pero al mismo tiempo, se sabe ahora por los Panamá Papers, aprovechan la menor oportunidad para hacer excepción a ellos cuando el pudor o los impuestos se lo aconsejaban.

Todo lo anterior viene a confirmar el servicio que presta a las sociedades el periodismo de investigación: mostrar, como ya lo enseñaron Marx o Freud, que detrás de la realidad manifiesta late otra que suele negarla.

Porque eso es lo que, a fin de cuentas, enseñan los Panamá Papers, el sorprendente doblez que constituye a las sociedades y a quienes, como los políticos profesionales, los ídolos deportivos, los empresarios, pretenden guiarla. (El Mercurio)

Carlos Peña

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