Paciencia, paciencia

Paciencia, paciencia

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Que nos tenga un poco de paciencia, dijo Escobar ayer, al responder las quejas del senador Huenchumilla por la demora en entregar el programa de Jeannette Jara.

¿Tiene razón Escobar al acusar impaciencia?

Alguien podría pensar que esta demora, casi soñolienta, es una muestra de responsabilidad, la prueba de que se está llevando a cabo una meditación cuidadosa acerca de los problemas más acuciantes. Cualquier apuro, podría decirse, equivaldría a una improvisación y sus resultados, a un desastre. Luego, que el programa se demore sería una muestra de responsabilidad, de una conciencia aguda acerca de la importancia del desafío.

¿Será así?

Por supuesto que no. No vale la pena engañarse.

La demora tiene explicaciones distintas a esa.

La primera es que se está en mora porque no se sabe exactamente qué hacer. Quiero decir, se sabe lo que se quiere hacer, pero se sospecha que la gente no lo aceptaría. La base de apoyo de Jeannette Jara, a juzgar por los datos, es más o menos el tercio del electorado que, como verdaderos creyentes, ha apoyado todo este tiempo al Presidente Gabriel Boric. Ese electorado, compuesto por true believers, son en su mayor parte quienes piensan que si el Gobierno hubiera llevado adelante sus ideas originales, si hubiera sido fiel a los eslóganes que alguna vez profirió y a las banderas que agitó —feminismo, ecologismo, política turquesa, multiculturalismo, cosas así—, todo habría andado mucho mejor. Esas personas, es de suponer una buena parte de quienes apoyan a Jeannette Jara, un precipitado del apoyo al Presidente Boric, no han dejado de creer en esas ideas y piensan que, si no han podido realizarse ahora, si debieron abandonarse, es porque las fuerzas retrógradas se les opusieron. Pero ello no prueba, en modo alguno, han de pensar, que esas ideas hayan sido erróneas. No les faltó verdad a esas ideas —han de pensar para sus adentros—, lo que les faltó fue fuerza, hegemonía, la capacidad de transformarse en sentido común. ¿Ha habido hasta ahora un fracaso de esas ideas? Sí, responden; pero un fracaso en política es a veces un éxito demorado.

El problema que tiene entre manos Escobar consiste entonces en que el programa no puede abjurar de esas ideas, no puede desecharlas o abandonarlas, o pasarlas en silencio, no puede traicionar ese entusiasmo de creyentes, porque si lo hace se enajena esa porción del electorado que con lealtad perruna ha apoyado al gobierno del Presidente Gabriel Boric. Pero, por otra parte, si se queda aferrado a ellas o no las disimula lo suficiente, se quedará solo con ese treinta o poco más del electorado.

La única alternativa entonces —si el precedente diagnóstico es cierto— consiste en elaborar un artificio, una mezcla de propuestas donde se estimulen los anhelos originarios del Frente Amplio y, al mismo tiempo, se elaboren propuestas de política pública en temas que si no estarán a la altura de los anhelos de cambio estructural, al menos pueden resultar atractivos al electorado que por ahora se mantiene a la distancia.

Se trata, en otras palabras, más que de escribir un programa, de imaginar un texto de ficción que realice el prodigio de cuadrar el círculo, que logre reverdecer los temas que aún inflaman al treinta por ciento y, aun así, sugerir lo que es debido a la luz del principio de realidad.

Los analistas llaman sueños alucinatorios a esos momentos (suelen ocurrir al despertar) en que se mezclan lo que se ha soñado con la dura realidad. Más o menos en eso parece consistir elaborar el programa, algo así como escribir un sueño alucinatorio.

Y eso, claro —Escobar tiene toda la razón—, requiere paciencia. (El Mercurio)

Carlos Peña