Overoles blancos

Overoles blancos

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Mi idea inicial fue hacer un análisis crítico del proyecto de ley “Aula Segura”. El Presidente quiere empoderar al director del colegio para que pueda echar, por sí y ante sí, y de inmediato, al alumno sindicado de violento. Después de la expulsión, el joven podría pedir la reconsideración ante la misma autoridad que lo echó. La idea -se dice- es impedir que los agredidos deban, durante 20 o 25 días, compartir sala y patio con sus agresores. La verdad es que no me costó mucho criticar la iniciativa. Es innecesario, pues hoy se puede expulsar con el debido proceso y, mientras tanto, suspender al acusado. Caso típico de populismo penal.

Pero estando ya a punto de enviar el texto a mi editor volvieron a mi memoria los videos en que aparecen algunos jóvenes del Liceo de Aplicación, del Barros Arana o del Instituto Nacional desplegando violencia criminal contra sus comunidades escolares. Tengo claro, por supuesto, que criticar el mal proyecto del gobierno no es equivalente, de ninguna manera, con defender a los vándalos. Sin embargo sentí que esta columna debía pronunciarse con claridad sobre esa violencia irracional. Me interpela especialmente la imagen de un video en que un grupo de maestros se instalan a la entrada de su colegio con carteles contra la violencia y que, con cánticos, piden a los jóvenes que se saquen las capuchas.

Ya habrá ocasión, durante la tramitación legislativa del proyecto, de abogar por las garantías procesales. Pero me ha parecido que mis palabras de hoy tenían que dirigirse a las maestras y los maestros agredidos. A esos funcionarios y funcionarias amedrentados. A esas familias espantadas por la violencia, y a todos los compañeros y compañeras intimidadas por el matonaje.

Quiero pensar que muchos de los jóvenes de “overoles blancos” (uniforme para manipular sustancias tóxicas y explosivos) son, en alguna medida, víctimas de la confusión y la angustia. Sin perjuicio de la responsabilidad penal adolescente de los que tienen más de 14 años, siempre estaré a favor de una política integral que ofrezca acompañamiento y nuevas oportunidades. Pero a las cosas terribles hay llamarlas por su nombre. La ambigüedad nos hace cómplices de la destrucción de la educación pública.

¿Cómo llamar a un joven que destruye el laboratorio de su escuela? ¿Qué nombre dar a quienes queman las bibliotecas, a quienes abusan del número y la fuerza para amedrentar a una docente? Los “overoles blancos” son uniforme fascista. Un nombre que me parece particularmente apto. Ahí están, a la vista, el endiosamiento de la acción violenta, la coordinación de la patota y la falta de argumentos racionales.

Durante fiestas patrias alguien rayó un muro en calle Lastarria con un texto que recuerda al militar fascista español que gritó muera la inteligencia. “Estudiar es una mierda”, dice el graffiti. Llora Pedro Aguirre Cerda. Llora Gabriela Mistral. Llora Neruda. (La Tercera)

Patricio Zapata

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