¿Optimismo ingenuo o pesimismo razonado?

¿Optimismo ingenuo o pesimismo razonado?

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Confieso que mi pesimismo sobre Chile parte cuando la ex presidente Bachelet dio a conocer el por ella llamado “mamotreto”, en el cual se describían las reformas que, a mi juicio, dañarían significativamente el proceso de desarrollo de Chile. La realidad fue peor a lo que esperaba. Algo de esperanza recuperé con el retorno de Sebastián Piñera a La Moneda, pero menos de lo que se observaba en el ambiente, no sólo porque su primer gobierno me había decepcionado, sino también por la desastrosa composición del Congreso, en que la izquierda moderada prácticamente desapareció.

Lo planteé en algunas columnas: “no cantemos victoria”, “el gobierno entrante tiene una tarea titánica para devolver al país a una senda de libertad y progreso”. Definitivamente, veía que los “tiempos mejores” no eran fáciles. Nuevamente, me quedé muy corta con mi pesimismo, jamás hubiera esperado lo que empezamos a vivir hace un año. La realidad ha superado con creces a la ficción.

¿Y cómo mirar ahora el futuro? Me cuesta tener el optimismo de aquellos que están felices con el resultado del domingo, porque con el triunfo aplastante del “Apruebo” se habría iniciado el feliz camino del reencuentro, donde entre todos podremos empezar a construir el país que soñamos, dejando de lado la Constitución que nos divide. Son palabras muy bonitas, pero con un contenido vacío. Definitivamente, prefiero los discursos concretos; tanta abstracción me parece muy bien para la poesía, no para la política.

Si entramos en el terreno de lo tangible y concreto, creo que tenemos una chance de superar con relativo éxito el complejísimo proceso que tenemos por delante. Esto, porque tengo la impresión de que los que queremos mantener las bases del modelo de desarrollo que tan buenos resultados nos ha dado somos mayoría en el país. Por supuesto que existen matices, muy legítimos, que se resuelven por la vía democrática, pero percibo claramente que las diferencias existentes entre la verdadera centro izquierda chilena y la centro derecha son mucho menores que las de esa centro izquierda con el radicalismo del PC y el Frente Amplio, que nos pretenden llevar hacia un socialismo que ha fracasado en todos los lugares donde se ha impuesto.

El problema es que esos sectores moderados prácticamente no tienen representación parlamentaria actualmente, por lo que una primera condición clave para superar el pesimismo es que sí la tengan en la Convención Constituyente. Esta presencia de la izquierda moderada en la conversación que viene es también clave para que se cumpla una segunda condición anti-pesimismo: recuperar la amistad cívica. La estigmatización de los acuerdos nos está haciendo un daño gigantesco, es imposible que un país avance sin consensos, los que sólo son posibles mediante un análisis serio y técnico de los problemas; las consignas no resuelven nada. Esto tiene todo que ver con mejorar la calidad de la política, y está también muy relacionado con las disposiciones constitucionales referidas a los poderes del Estado y su administración, que efectivamente requieren importantes modificaciones. Los parlamentarios del 1% han dejado en evidencia que la reforma de 2015, que modificó el sistema electoral, ha sido negativa.

Una tercera condición para moderar el pesimismo es que el mundo político logre bajar las expectativas de la población respecto a la Nueva Constitución. La última encuesta CADEM muestra que prácticamente un 70% de los que votaron “Apruebo” lo hicieron porque esperan que ahora se garanticen sus derechos sociales en pensiones, educación y salud. Sabemos a ciencia cierta que eso es imposible si el país no recupera la senda de crecimiento, lo que aún en un contexto de relativa paz social será inviable en el corto plazo, no sólo por los efectos de la pandemia, sino también por la inevitable incertidumbre política de siete procesos electorales en menos de dos años. Debemos explicarle a la ciudadanía que la principal contribución que pueden hacer las disposiciones constitucionales al bienestar no viene de los derechos sociales que se garanticen, sino de la estabilidad jurídica y división del poder, condiciones básicas del proceso de desarrollo.

Dejo para el final la que me parece la condición más importante para superar el pesimismo; terminar con la violencia, lo que requiere no sólo una condena generalizada, sino además tener claridad de que sólo se puede enfrentar con el uso legítimo de la fuerza, monopolio que hemos entregado al Estado para que cumpla su rol esencial; la seguridad pública. Es de una máxima incoherencia que aquellos grupos que, con razón, condenan las violaciones de derechos humanos del gobierno militar, validen la violencia como método para lograr sus objetivos políticos. Por definición, la violencia es la antítesis de la democracia, y si continúa formando parte del paisaje, los “sueños de Chile” se volverán una pesadilla. (El Lìbero)

Cecilia Cifuentes

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