Octubre y memoria-Loreto Cox

Octubre y memoria-Loreto Cox

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En 2017 se cumplieron cien años de la Revolución Rusa. Para la ocasión, el CEP trajo a Orlando Figes, quien relató de forma fascinante cómo la sociedad rusa ha ido interpretando el sentido de aquel octubre, por la vía de seguir cómo se celebraron sus aniversarios. Cuenta que no fue hasta transcurridos seis años que se asentó el concepto de “Revolución” para referirse a 1917. Un desafío inicial fue congeniar la idea de esta revolución como un evento popular masivo con aquella de que fue producto del genio de Lenin. Para el décimo aniversario se intentó resolver esto con una película en la cual Lenin se encarama sobre un tren para arengar a las masas ya reunidas y, luego, un haz de luz funde la imagen de arengador y arengados. La película se retrasó porque hubo que remover las escenas en que aparecía Trotski, quien para entonces había caído en desgracia, y luego fue censurada porque no aparecía Stalin —quien, pese a no jugar mayor rol en 1917, era ahora el héroe del momento—. Para el aniversario 20 una nueva película se encargó de mostrar a Lenin como un títere de Stalin.

Más tarde, la Segunda Guerra Mundial cambió por completo el sentido del mito de octubre: lo que había sido una revolución de masas contra la autocracia hubo de transformarse en una victoria contra los poderes capitalistas de Occidente. Hace cuatro años, para el centenario de la revolución, no hubo conmemoración oficial. Entre la ciudadanía, cuenta Figes, reinaba una gran confusión respecto de la historia revolucionaria.

Para Figes, “la memoria individual, lo que las personas recuerdan por su experiencia directa o por las ideas que han recibido de sus familias y de sus raíces en la sociedad, no posee (…) una estructura conceptual”. Por eso, para que la historia haga sentido, se necesita de una memoria colectiva, que es producto del debate y la investigación en un contexto de libertad de expresión. En Rusia, a juicio de Figes, el poder de la memoria oficial, a cargo de sucesivos comités, se dedicó a la construcción de mitos y suprimió la memoria colectiva.

Nuestro octubre fue sin duda menos sangriento que el ruso de 1917; ha sido, también, más institucional. Pese a los intentos de arrogarse el poder originario, es dudoso que lo nuestro sea propiamente una revolución. Aun así, siguiendo a Figes, cabe preguntarse por cómo la memoria colectiva mirará el estallido.

Aunque a veces parece haber ya un relato hegemónico, hay todavía preguntas pendientes: ¿Por qué en 2019? ¿Qué rol le atribuiremos a la violencia en esta historia? ¿Cómo reconciliamos el extendido malestar con niveles relativamente altos de satisfacción con la vida? ¿Cómo conversan las demandas del estallido con nuestra historia electoral reciente? ¿Cuánto de lo que estamos viviendo tiene un origen local y cuánto surge más bien de contradicciones propias de la época? Por supuesto, las respuestas a estas preguntas no serán nunca únicas. Pero, como muestra Figes, dos años son todavía poco tiempo. Afortunadamente, si bien no estamos libres de la posibilidad de que se construya un mito, al menos no tenemos una “Comisión del Aniversario de Octubre de la Presidencia del Comité Central”. (El Mercurio)

Loreto Cox

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