Octubre de Chile

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No puede ser solo casualidad que el plebiscito de 1988, el estallido social de 2019 y la convocatoria a las urnas para decidir si cambiar o no la Constitución sean eventos de octubre. Algo en el ambiente post Fiestas Patrias genera deseos refundacionales, como si el país construido desde la élite en la Junta de Gobierno no fuera suficiente. No solo coinciden los tres eventos en el mes, sino en las tres ocasiones pareciera que el país se va a terminar según los escépticos o críticos de cada evento.

En el plebiscito de 1988, los opositores al cambio presentaban un truco publicitario consistente en una especie de Chilezuela prehistórica, pese a que en la oposición primaban desde hace tiempo las voces que proponían adaptarse al marco institucional que había propuesto la dictadura. Aun así, sus estrategias comunicacionales optaron por el terror y el tiempo terminó demostrando que los años posteriores fueron de una prosperidad pacífica. No se cumplió el vaticinio que sería para siempre, y la crisis no puede solo explicarse por el exceso de autoflagelo de la izquierda. Algo estructural en la sociedad chilena que genera desigualdad y resentimiento no fue resuelto en aquellos años.

La campaña del Rechazo ha recordado a algunos el plebiscito de 1988 y aquellos argumentos. Pareciera que los partidarios de mantener la actual Constitución prefieren recurrir al viejo argumento del caos, y al igual que en ese tiempo, eligen a los contrincantes con los argumentos más extremos. No es casualidad la amplia cobertura que tiene el abogado Fernando Atria, que con una certeza muy funcional para quienes desean conservar el statu quo, habla que todo consiste en un cambio radical.

En el caso del estallido social, sigue siendo contado desde una especie de conspiración de alienígenas, enemigos poderosos y lumpen proletariado, y no como la explosión de una indignación por la baja en las expectativas económicas sembrada por las propias autoridades económicas de entonces. Pese a que un estudio de la consultora Pullen & Dockendorf demuestra que la pérdida de bienestar de las capas medias venía desde febrero de 2019 con un agitar lento del enojo y la rabia, siguen escribiéndose columnas que explican ese día como un intento de derrotar la democracia chilena y revertir, por parte de la oposición, el legítimo triunfo obtenido por la derecha en las elecciones anteriores.

También pesaron en la pérdida de bienestar el alza de las cuentas de la luz a principios del 2019, con polémicas de medidores incluidas y los tres reajustes del transporte público, además de un crecimiento menor con el que se pavoneaba el ministro de Hacienda de entonces. Atizó la rabia las dos semanas de frases ofensivas y frívolas de varias autoridades.

Como correctamente ha anticipado el alcalde Lavín, el cambio será mucho más pacífico que lo que varios temen, pues no hay evidencia de un resabio autoritario en los electores. Pesan más las críticas a una desigualdad crónica; la desconfianza ante un sistema político caduco y excluyente, trabas al desarrollo que ningún octubre ha podido subsanar. Quizá esta vez, la tercera, sea el momento definitivo para construir un país con instituciones inclusivas, que mezclen prosperidad con oportunidades para todos sus habitantes. (La Tercera)

Carlos Correa

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