Nuevos entrantes

Nuevos entrantes

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En sus primeros nueve meses, el Gobierno ha tenido algunos grandes aciertos. Menciono tres. Primero, una política exterior sensata y equilibrada. Dos, el buen desempeño del Ministerio de Economía, en su paciente búsqueda -sin ruidos populistas- de bolsones de valor que reactiven la economía. Tercero, el del Ministerio de Energía. Lo que mejor lo evidencia es el éxito de la licitación de las distribuidoras el mes pasado. Fue producto de que fue bien publicitada, y más aún, de que fue diseñada con inteligencia. Permitió la llegada de nuevos entrantes al sector, porque se les dio flexibilidad y tiempo para armar nuevos proyectos de generación. También facilitó la participación de proveedores de energía solar, al licitarse bloques horarios.

La llegada de nuevos entrantes es siempre bienvenida en una economía. En un segundo tiempo del Gobierno, sería bueno que los hubiera en la fuerza laboral. En Chile esta atrae a menos de la mitad de las mujeres en edad de trabajar. En países como Australia, Finlandia, Holanda o Nueva Zelandia, la tasa supera el 70 por ciento. En realidad es como si viviéramos en un país islámico: que las mujeres se queden en casa y no molesten. Cosa injusta y dañina, ya que ellas constituyen una enorme fuente de valor; y cuando trabajan, disminuyen la desigualdad, porque multiplican los ingresos de los hogares más pobres. Tras su reciente agenda laboral, que tanto fortalece a los sindicatos y a los incumbentes, el Gobierno tiene la autoridad moral para introducir las verdaderas flexibilidades de horario que las mujeres -y por cierto los jóvenes- necesitan. Mientras tanto, cabe elogiar una iniciativa privada como Chile Mujeres, fundada por Verónica Campino (ver Revista Ya del 6 de enero). Es una fundación que trata de ayudar a las mujeres en la compleja tarea de incorporarse al trabajo. Es grato cuando surgen de la sociedad civil iniciativas que atenúan las trabas que impone el Estado.

Otra área en que se necesitan nuevos entrantes es la de la innovación, si hemos de reducir nuestra dependencia del cobre y acceder a una economía del conocimiento. Allí el problema es la calidad de la educación. Solo el 1,6 por ciento de los alumnos chilenos -poco más de dos mil- mostraron alto rendimiento en la prueba Pisa de 2012, frente a un 40 por ciento en Singapur, un 31 por ciento en Corea, y entre el 15 y el 20 por ciento en los países líderes de Europa. No es de extrañarse que Corea, que era más pobre que Chile hace no mucho, luzca empresas como Samsung. ¿Nos podemos imaginar un Samsung chileno?

Francamente no. Para eso tendríamos que contar con más y más y más colegios como el Instituto Nacional. Pero el Gobierno, al eliminar la selección, los quiere hundir. Quiere obligar a los niños de mayor talento a entremezclarse al azar con los demás, para detonar un supuesto efecto par. Lo que no nos explica es por qué cree que este efecto par no va a ser más bien negativo, dado lo minoritarios que son nuestros alumnos de alto rendimiento. Como lo sugieren Arturo Fontaine y Sergio Urzúa en un reciente estudio, para que fuera positivo, los buenos alumnos tendrían que ser mayoritarios, y por mucho. El CEP por su lado ha desarrollado una interesante propuesta de selección centralizada, que evitaría la discrecionalidad actual. Pero al Mineduc no le entran balas: sigue empeñado en eliminar toda selección.

Siempre puede recapacitar. Por otro lado, en un país en que la Presidenta de la República, la ministra del Trabajo y la presidenta de la CUT son mujeres, cabe esperar medidas que flexibilicen el mercado laboral en beneficio de las mujeres. También de los jóvenes. Sería un golpe a la cátedra, un salto cualitativo que reimpulsaría el crecimiento y reduciría la desigualdad. (El Mercurio)

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