Nuestra mala educación privada-Pablo Ortúzar

Nuestra mala educación privada-Pablo Ortúzar

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Hace poco a un amigo teólogo que tiene dos doctorados lo invitaron a dar una charla a los alumnos del Eton College, uno de los más prestigiosos colegios de Inglaterra. Cuando le comentó sobre la invitación a un inglés, éste le dijo que debería sentirse afortunado por tal privilegio.

Mi amigo, que es canadiense, contestó que no entendía por qué alguien con su nivel de preparación tendría que sentirse privilegiado por exponer frente a estudiantes de colegio. Su perspectiva cambió cuando se dio cuenta de que era el menos conocido y experimentado entre los expositores en el ciclo de charlas sobre teología al que había sido invitado.

La pregunta, entonces, era por qué todas aquellas eminencias estaban interesadas en ir a exponer frente a escolares. Una respuesta fácil era que dicho interés proviniera de lo que esos estudiantes serían en el futuro. Pero, de nuevo, la realidad era otra. Mi amigo expuso y luego discutió su disertación con los estudiantes, quedando sorprendido por el nivel de dicho diálogo. La calidad de las preguntas y la capacidad de razonamiento de los alumnos se correspondían, según su impresión, al de personas que ya hubieran cursado un pregrado universitario. “Van diez años adelantados”, me dijo.

Eton es un internado de hombres privado y el costo anual de estudiar allí ronda los 30 millones de pesos. El proceso de selección se basa en el mérito académico y en el carácter del estudiante, que debe ser capaz de adaptarse a la vida de internado. La edad de incorporación normal es a los 13 años. Casi todos los profesores cuentan con un doctorado en el área que enseñan, y el latín y el griego son parte del currículum obligatorio. Los deportes y la música, por otro lado, son tratados con la misma seriedad que la matemática y el inglés. No es raro, entonces, que el resultado general sea tan destacado.

Frente a una educación de ese nivel, hasta lo más exclusivo que ofrece Chile parece miserable. Y es bueno que se haga el esfuerzo de pensar detenidamente por qué ocurre esto. Resignarse a ello, especialmente considerando que los costos de la educación privada no son para nada bajos, si se tiene en cuenta que no se trata de internados, es quizás más miserable todavía.

Pero hay algo más: Eton cuenta con un sistema de descuentos y becas para estudiantes especialmente destacados, además de un fondo de apoyo para aquellas familias con urgencias económicas. El 21% de sus 1.300 estudiantes accede a estos beneficios, estudiando gratis alrededor de un 6% (73) de los matriculados. Uno de sus becarios más famosos fue Eric Blair (George Orwell).

En este asunto, también, nuestra educación privada está al debe. Luego, no es raro que reciba ataques poco serios desde la izquierda, cada vez que ésta quiere desviar la atención en el debate educacional. Si nuestros mejores colegios privados, además de ser excelentes y realmente exigentes, dejaran un espacio a quienes pueden rendir pero no pagar, nadie se atrevería a cuestionarlos. (DF)

Pablo Ortúzar

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