Me refiero a Luzmenia Carreño, conocida por más de cuatro décadas en un rinconcito, primero en Las Condes y hace 28 años, al crearse la comuna, en Vitacura. Ella ocupa 4 m{+2}, de los 28,3 millones que tiene Vitacura. Con su carrito, vende —al menos para mí— la mejor fruta y verdura de la comuna.
Ella es el más fiel reflejo de esas chilenas y chilenos que le ganaron a la vida. Que triunfaron en las condiciones más adversas. Que se formaron en la “escuela de la vida”, esa que no se aprende en las aulas de la etapa escolar o de la educación superior, sino en la calle, con trabajo, sacrificio y honradez.
Es decir, comprendió de muy joven, frente a la adversidad de la vida y la necesidad como madre de sacar a su familia adelante, que aquella frase de Jesús “te ganarás el pan con el sudor de la frente” no es un castigo, como creen muchos chilenos. Es al revés: el castigo es no tener trabajo. El trabajo dignifica a la gente.
Ella pide que le devuelvan su dignidad. Su trabajo. Que le devuelvan su carrito confiscado. Ella se ganó su “puesto” en Candelaria Goyenechea muchos años antes que el de todos los que hoy se lo han quitado.
El sábado, cuando fui a comprar, me encontré con la sorpresa de que le habían confiscado su carro y caducado su permiso. Me abrazaba y lloraba. Me suplicaba que por favor la ayudara ante la presencia de muchos de sus caseritas y caseritos. Me decía, angustiada, que hoy tiene 70 años. “Esta es mi vida, mi casa, trabajo de domingo a domingo, llego a las 7:30 y después de limpiar todo, me voy a descansar a mi casa”. (Vive en la Villa Teniente Merino de Pudahuel.)
También trabaja ahí hace 20 años su hijo Óscar, que tiene a su señora, Verónica, con cáncer. Enviudó hace 30 años, tuvo cinco hijos, uno falleció hace 29 años.
Luzmenia representa esos valores más profundos de la mujer chilena de esfuerzo. Esas luchadoras ejemplares que son un ejemplo, a las que en vez de humillar y perseguir, debiéramos premiar. Solo así iremos construyendo un Chile más justo. (El Mercurio Cartas)
Pablo Longueira Montes