Gonzalo Ibáñez, en carta de ayer a “El Mercurio”, apunta a la responsabilidad de las políticas de salud en la década de los sesenta, orientadas a difundir prácticas anticonceptivas en la población femenina. Fue un factor, pero el actual descenso parece tener causas más apremiantes.
Desde luego, Chile ha seguido la senda de los países más desarrollados, donde el mayor ingreso por persona y la creciente participación de la mujer en el mercado laboral se asocia a una caída en las tasas de fertilidad.
En efecto, se tienen menos hijos, pero aumenta el gasto por hijo. Y la contracara de la mayor participación laboral es la postergación de la maternidad, lo que aumenta la infertilidad.
Se estima que la probabilidad de embarazo alrededor de los 20 años es de 20 a 25% cada mes, se reduce a la mitad después de los 30 años y es de 5% a partir de los 40.
Otros fenómenos que pueden afectar negativamente la fertilidad en hombres y mujeres son el consumo de tabaco, alcohol y problemas de salud mental muy propios de la era moderna en la cual estamos insertos.
Si Chile quiere revertir esta tendencia debe prestar más atención a políticas públicas encaminadas a la conciliación trabajo-familia, incentivos a la cooperación entre los padres, educación para una vida sana, apoyos psicológicos y un mercado laboral más flexible. (El Mercurio Cartas)
Carlos Williamson
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