¿Moderación o claudicación?

¿Moderación o claudicación?

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Cuatro constituyentes de Chile Vamos han decidido abstenerse de aprobar el inciso que proponía que “todo ser humano es persona”. Y gracias a esas cuatro decisiones —que no comprometen a todo el bloque de centroderecha, pero que ciertamente dañan su unidad interna y su imagen exterior—, ha sido imposible alcanzar el quorum necesario para que el pleno aprobara la incorporación de la norma en el texto constitucional.

Detrás de esas cuatro abstenciones —justo las necesarias para impedir la mayoría requerida, ni más ni menos— ha habido quizás qué influencias, quizás qué intereses.

Algunos se preguntan si se han dañado las confianzas entre republicanos y el grupo que incluye a la UDI, RN y Evópoli, ya que cada uno de esos tres partidos ha aportado al menos una de las decisivas abstenciones. La interrogante es superflua: qué importan las confianzas en el desarrollo del proceso constituyente, si lo dañado es algo mucho más grave, si lo herido de muerte es la posibilidad de una asociación en el núcleo último de toda la actividad política, como es el sentido y destino de la persona humana.

Desde las izquierdas se ha acusado a la proposición rechazada de ser “identitaria”. Y esa palabreja, un mantra descalificador, activó quizás qué desprestigiados liderazgos para que les sugirieran a los cuatro tránsfugas que más vale entregarles la identidad a las izquierdas que sostener la propia. Porque eso es lo que ha sucedido con sus abstenciones. Como no han querido defender una identidad propia, con sus votos han afirmado la contraria: hay seres humanos que no son personas. Eso es lo que quedará en la historia de la ley y lo que pesará sobre las conciencias de quienes ayudaron a que así se estableciera. Las abstenciones no han sido negaciones del texto propuesto, pero al saber que bastaban esas cuatro para rechazarlo, han sido evidentes aceptaciones de la postura contraria. No había término medio posible.

Por su parte, una precandidata presidencial —quizás una de las influencias que se ejercieron sobre los cuatro abstinentes— ha manifestado que el rechazo de la norma abre un camino de esperanza y de acuerdos para Chile.

Absurdo y banal.

Absurdo, porque no hay acuerdo posible sobre el estatuto del ser humano. O se pierde la defensa de la convicción de que es persona —que es lo que ha sucedido— o se gana y se logra el reconocimiento de su dignidad a todo evento. ¿Qué acuerdo podría haber al respecto? ¿Que en algunos momentos los seres humanos no son personas o que algunos seres humanos por definición no lo son? Esos no podrían ser acuerdos, sino la claudicación del principio. Y banal, porque no se trataba, por ejemplo, del número de diputados o de las atribuciones de un órgano del Estado —donde ciertamente los acuerdos recaen sobre lo discutible y negociable—, sino del punto de partida y llegada de toda la acción política y de su instrumento constitucional: las personas humanas. Respecto de su estatuto, no cabe moderación posible.

Uno de los cuatro abstinentes, un constituyente de la UDI —se ve que en esa colectividad no mengua el abandono de las convicciones de Jaime Guzmán—, sostuvo que si el texto propuesto se aprobaba, “iba a causar un grave problema, porque sabemos que a la izquierda le molestaba”. En estas palabras se contiene una de las más penosas y graves claudicaciones que hayamos visto expresadas en la política chilena de los últimos años. Es la sinceridad completa respecto de la pobreza con la que algunos enfrentan la deliberación pública. Es un sentimiento de culpa por completo injustificado y absolutamente dañino.

Si realmente quiere no molestar a las izquierdas, estimado, no solamente vote con ellas, vote por ellas. (El Mercurio)

Gonzalo Rojas