Mi voto es por Kast-Patricio Arrau

Mi voto es por Kast-Patricio Arrau

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Muchos chilenos, entre los cuales me incluyo, sospechábamos que el lunes 22 de noviembre nos encontraríamos en una encrucijada. Los niveles de polarización que ha alcanzado el país llevarían con mucha probabilidad a que en segunda vuelta presidencial nos enfrentáramos con las dos posiciones más extremas. Responsabilidad también tenemos quienes nos encontrábamos apoyando y trabajando por a las candidaturas más moderadas, pues los errores propios también tienen parte en esta situación tan delicada para el país. Y quienes no lo hayan hecho, deberán resolver su propia encrucijada de una u otra forma. Aquí explico cómo yo mismo resuelvo mi encrucijada.

En primer lugar, la parte más fácil. Por ningún motivo puedo considerar votar por Gabriel Boric. La polarización que enfrenta hoy el país no puede ser entendida sin la radicalización enfermiza que muestra la izquierda que él representa. Un delirio revolucionario contagió a esa elite universitaria que entró a la política con protestas y movilizaciones y que hoy se agrupa en el Frente Amplio. Esa enfermedad infantil de izquierdismo reaparece una y otra vez en generaciones jóvenes acomodadas.

Evidentemente las cosas no estaban bien en el país desde hace al menos unos 10 años. La clase política de los años noventa y primera década de este siglo, que tan bien le hizo a Chile,  entró en una espiral de deterioro y autodestrucción abismante. La mala política estancó la economía, y las políticas públicas de al menos hace una década no daban cuenta de las aspiraciones de millones de compatriotas, que empezaron a perder adhesión por la democracia y desconfiar de las instituciones. El estallido social fue el resultado de esa incapacidad de la política de interpretar correctamente lo que ocurría y de representar adecuadamente a la ciudadanía. Sin embargo, ello no debía venir con una insurrección delictual que esta misma izquierda enferma de radicalidad confunde una y otra vez con la legítima protesta. Por ello, por el enorme daño que le han hecho a Chile y por abandonar el camino de enmendar rumbos en paz y mediante reformas, por ningún motivo voto por Gabriel Boric.

Pero hay otras razones. Estoy convencido que es el menos preparado de los presidentes de la historia de Chile. Sus técnicos no son jóvenes “tecnopol”, como fuimos nosotros en nuestra época, es decir, no ponen por delante el conocimiento y el buen diseño de políticas públicas como un aporte necesario a la política. Son más bien “politec”, esto es, jóvenes que en muchas ocasiones incluso manipulan el conocimiento técnico para acomodarlo y ponerlo al servicio de una ideología. El programa de Gabriel Boric es inviable, y por ende, una oferta política cínica, manipuladora de la ciudadanía. Vergüenza deberían tener sus técnicos. Considere el siguiente ejemplo. Cuando asumió Michelle Bachelet, su ministro de Hacienda pregonaba que su reforma tributaria de 3 puntos del PIB era imprescindible para traer equidad, y con ello crecimiento. Recibieron el país creciendo al 4% y el crecimiento se desplomó, al punto que él mismo fue despedido. El primer ministro de Hacienda que sale involuntariamente desde la vuelta de la democracia. Y eran 3 puntos del PIB, que 8 años después aún no recauda la mitad de eso. Y los técnicos de Gabriel Boric pregonan exactamente lo mismo. Requieren, dicen, 8 puntos del PIB en alza de impuestos para asegurar “las transformaciones que el país necesita”, que además han dicho que es condición necesaria para crecer. Sus economistas subestiman una y otra vez cómo el impacto en las expectativas de propuestas irreales desploma la inversión y con ello el crecimiento. No entienden cómo funciona la economía libre, que requiere de la confianza de los actores económicos para sustentar el progreso de todos. Con Gabriel Boric, la economía se estanca, con ello viene la frustración, y con ello una estrategia evidente que el Partido Comunista sabe explotar: responsabilizar a los empresarios del estancamiento y la frustración, buscando estimular un nuevo estallido, ahora sí revolucionario. Gabriel Boric por ningún motivo.

Ahora la parte más difícil. El país, junto con este gran deterioro de la política, ha avanzado en la agenda valórica y de diversidad. Nuestra cultura está cambiando aceleradamente en favor de la libertad de los chilenos a elegir cómo quieren vivir, con quién quieren casarse, si quieren adoptar hijos, en el caso de parejas gay, si una mujer quiere o no interrumpir un embarazo no deseado, si un anciano postrado puede elegir terminar con su vida. La tolerancia a la diversidad respecto a las decisiones que quieran tomar otros con su vida no ha sido particularmente abundante en la derecha política. Parte de ella ha evolucionado fuertemente, pero otra parte, desea una restauración del orden y la cultura anterior, que impone valores conservadores sobre la vida y decisiones de los demás.

José Antonio Kast no es un Jair Bolsonaro, ni un Donald Trump, pero inspira fuertemente a esa derecha conservadora que le demanda esa restauración cultural, tan alejada hoy de la voluntad mayoritaria. Él mismo comparte muchas de esos valores, debido a su fuerte observancia de la fe católica, que merece todo mi respeto. Pero el Estado y la religión están separados en Chile, y en estos tiempos no es posible imponer en política los propios valores de la creencia religiosa. La democracia ha impulsado valores que entran en conflicto con estas creencias religiosas acerca de la vida, y el deber de los políticos es representar a la ciudadanía. Nada de malo pretender representar en política a esos ciudadanos religiosos que comparten esos valores, pero ser presidente es otra materia. El presidente debe representar a todo el país y es un dato de la evolución democrática que los caminos de la religión y de la democracia divergen crecientemente. Un presidente con fuertes creencias religiosas debe entender que no puede imponerlas al resto del país, pues la voluntad del pueblo ha ido por otro camino. Existe un legítimo temor en el retroceso de todos estos avances que considero civilizatorios. Muchos chilenos en el pasado han enfrentado el desprecio y la desconsideración clasista. Hoy, ante los avances de la agenda de la diversidad, ha emergido el odio homofóbico, xenófobo y un renovado clasismo contra los inmigrantes en segmentos minoritarios.  Muchos de ellos, seguidores de JAK, se sentirán alentados y ello puede generar confrontación social entre comunidades.  Las señales de JAK en contra de estas manifestaciones antisociales serán claves.  He aquí el principal dilema de mi encrucijada.

El programa económico de JAK también es inviable. No fue escrito para gobernar. No desestimula la inversión privada, pero tiene completamente descuadrada la caja pública y la estabilidad macroeconómica es también esencial para crecer. No es posible bajar impuestos y pretender atender los programas sociales con una fuerte reducción del gasto público en bolsones de ineficiencias o con una estimación irreal de recaudación por crecimiento. Su programa carece de un plan de modernización del aparato estatal y se basa es ideas genéricas al respecto. Un plan de modernización del Estado es lo que el país necesita, pero ello no rinde en el corto plazo. Se debe bajar el impuesto a las empresas, pero compensar con un incremento del impuesto a las personas. El programa debe redefinir completamente su política en favor del medio ambiente; cuidando con no alienar a la comunidad que trabaja en estos temas. La pertenencia de Chile en los organismos internacionales es una necesidad por el tamaño de nuestro país, y se requiere más consideración con la agenda de género.

Finalmente, la postura de JAK es la correcta en seguridad y estado de derechoCon los narcos, terroristas y guerrilleros secesionistas armados en la Araucanía, la fuerza legítima de las armas empuñadas por nuestras policías y nuestro ejército sí es necesaria.  Nunca debimos aceptar llegar al punto que hoy nos encontramos y eso será una mancha eterna de Sebastián Piñera. Con ellos no se negocia, ni se duda en actuar; se les enfrenta en su ley armada. Nuestros carabineros y miembros de las FF.AA. arriesgan su vida frente a esta lacra y requieren la protección legal desde el ministerio de Interior frente a los hechos propios de sus acciones. Nunca más podemos dejar abandonados a nuestros policías si usan su arma de fuego legítimamente contra un delincuente armado.

Con todos estos elementos debo resolver mi encrucijada que se ha reducido al voto en blanco o el voto por JAK. Considero irresponsable plantearse en un momento tan importante para el país en forma neutralLa amenaza a la economía y a la democracia que representa Gabriel Boric es real. Respecto a JAK, tiene la postura correcta en seguridad, delincuencia, y estado de derecho, que es por lo demás el aspecto que lo catapultó hasta donde está. Confío que ajustará su programa de gobierno para incorporar los elementos de seriedad y viabilidad política que por ejemplo tiene el programa de Sebastián Sichel, invitando a sus técnicos. Finalmente, en los temas valóricos, ayudaría mucho que reafirme que respetará la voluntad democrática que se debatirá y resolverá en el Congreso. Las opciones personales religiosas no tienen cabida como guía de acción de un mandatario en la conducción del país. Por la importancia que tiene detener el delirio revolucionario de la izquierda radical, mi voto es por José Antonio Kast. (El Líbero)

Patricio Arrau

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