Con motivo de su visita a México, el Presidente Boric expresó que el mandatario saliente, Andrés Manuel López Obrador, ha sido “una voz amiga para defender principios como la democracia y el respeto irrestricto a los derechos humanos”. Más adelante, indicó que “avanzamos hacia una Latinoamérica unida”.
Si observamos con detención varias de las acciones del Presidente AMLO, las afirmaciones del Presidente Boric parecen alejadas de la realidad.
En la región, el México de AMLO fue contradictorio en la defensa de la democracia y el respeto a los derechos humanos. Nunca quiso intervenir en la situación venezolana, donde el quiebre de la democracia no hizo más que profundizarse durante estos años. Tampoco AMLO estuvo por emitir pronunciamiento alguno sobre las flagrantes violaciones a los derechos humanos en ese país, ampliamente documentadas. Guardó silencio sobre el devenir del régimen de Ortega y Murillo en Nicaragua y el Presidente cubano, Díaz-Canel, fue de los pocos que mereció un alto reconocimiento de parte de México.
En el plano interno, resulta difícil afirmar que existe un “respeto irrestricto por los derechos humanos”, con los cientos de miles de asesinatos y desaparecidos que se contabilizaron durante el sexenio de AMLO, casos que además de desgarradores, tampoco fueron perseguidos ni condenados por la justicia local. Es decir, un claro escenario de impunidad.
La frase “Avanzamos hacia una Latinoamérica unida” es aún más discutible. Es efectivo que, al inicio de su mandato, AMLO buscó proyectar la integración regional reactivando la Comunidad de Estados Latinoamericanos y del Caribe (Celac). El liderazgo mexicano tuvo el mérito de reunir a los máximos líderes de la región, pero los consensos fueron escasos y los ambiciosos planes mexicanos para Celac no avanzaron más allá de sedantes declaraciones multilaterales.
Por otro lado, y a pesar de su doctrina proclive a la no intervención, durante el mandato de AMLO se produjeron múltiples reyertas con países de la región. Se rompieron relaciones diplomáticas con Ecuador por la ilegal irrupción de su embajada en Quito. Esta acción fue motivada, también, por la provocación en conceder asilo político a un condenado por corrupción, mostrando AMLO su poca valoración por la separación de poderes. En Bolivia, declaró como “perseguido político” a Evo Morales, a quien decidió “rescatar” tras un fraude electoral. Por diferencias con Boluarte -a quien calificó de “usurpadora”, desconociendo el funcionamiento de la institucionalidad peruana- rebajó su representación diplomática en Perú, país al que, además, se negó a traspasar la presidencia de la Alianza del Pacífico. Fundamento, ninguno, autoritarismo y nula valoración por los mecanismos de integración “neoliberales”.
Más allá de su indiscutible popularidad, en cuanto a sus acciones en el exterior, es dificultoso afirmar que con AMLO se avanzó hacia la unión latinoamericana o que fue una voz amiga en la defensa de la democracia y los DD.HH.
Carolina Valdivia
Investigadora CEP