Más allá del plebiscito de entrada-Francisco Orrego

Más allá del plebiscito de entrada-Francisco Orrego

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El diseño del proceso constituyente, al cual fuimos “voluntariamente” convocados por el mundo político, y la hoja de ruta que derivó del mismo, plantea más interrogantes que certezas. No olvidemos que hasta antes de la fatídica jornada del 15 de noviembre pasado, el tema constitucional no estaba dentro de las principales prioridades de los chilenos. Hasta ahora muchos se preguntan cómo fue que un tema tan relevante para el devenir de un país, como es su orden institucional y constitucional, terminó arriba de una mesa de negociación y menos que se haya entregado -como bandera de rendición- a cambio de una paz social tan efímera como inexistente.

Son varios los ejemplos de países que, en el último año, han debido enfrentar graves escenarios de violencia, desatados por múltiples causas políticas, económicas y sociales. Fuimos testigos de las primeras y largas jornadas de violencia en Francia, y más recientemente, en Estados Unidos, Colombia y Suecia, solo por mencionar algunos. Curiosamente, en ninguno de ellos la salida a la crisis consistió en sacrificar la Constitución. Desde luego que han existido numerosos y exitosos procesos constituyentes alrededor del mundo, pero la mayoría de ellos se han desarrollado durante periodos de normalidad institucional. Seremos, pues, de los primeros en someter a cirugía mayor un texto constitucional en plena tormenta. El resultado -y su legitimidad- es de dudoso éxito.

Son varias las etapas que contempla el proceso. Al plebiscito de entrada, se suman el acuerdo, en el seno de la Convención Constituyente, sobre su reglamento interno y la nueva Constitución, y el plebiscito de salida. Cada una de ellas opera como causal de muerte súbita del proceso. Como es de esperarse, la atención se ha focalizado en el plebiscito de entrada y en todos los efectos políticos que podría causar el triunfo de una opción por sobre la otra. Pero el tema es más complejo que eso. Estamos frente a una verdadera maraña constitucional, fruto de la improvisación y el temor reinante en la noche del 15 de noviembre.

Asumiendo que el plebiscito de entrada es exitoso (entendiendo por tal, que se realiza en paz, con alta participación y que su resultado es respetado por todos), deberemos avanzar a las etapas siguientes del proceso, las que, a su turno, plantean una serie de desafíos. ¿Qué pasa si la Convención Constituyente no logra ponerse de acuerdo en el reglamento interno ni en una nueva Constitución del plazo de 1 año? Aunque es altamente probable que ese plazo se extienda, tampoco puede hacerse indefinidamente porque, si no, tendríamos a la actual Constitución en un limbo jurídico y político absoluto y, junto con ello, toda nuestra institucionalidad democrática. En tal caso, ¿podrá el mundo político garantizarnos que no habrá otro 18/O o 15/N? De darse esta situación, volveríamos a fojas cero.

Del mismo modo, habiendo un nuevo texto constitucional, éste deberá ser sometido a un plebiscito de salida para aprobarlo o rechazarlo. Aquí nos enfrentamos a otro complejo cuadro de escenarios políticos. Un primer escenario, podría consistir en que la centroderecha apoye la opción Rechazo, porque considere insuficiente o perjudicial la nueva Constitución. Un segundo escenario, peor que el anterior, sería que la centroizquierda abrace la opción Rechazo por considerar que la nueva Constitución es similar a la actual. En este último caso, surge nuevamente la interrogante sobre la respuesta que tendrá el mundo político frente a un nuevo 18/O o 15/N. Este es otro posible caso del clásico “vuelve al punto de partida” de cualquier juego de mesa. O quizás peor, un game over.

Es siempre sabio mirar adelante, pero difícil mirar más allá de lo que puedes”, decía Churchill. No tengo, evidentemente, respuestas a todas estas interrogantes. Admito que a veces siento que transamos una noche de infierno por años de calvario. ¿Será realmente necesario pasar por todo esto? Los invito a levantar la mirada y reflexionar sobre los adversos efectos que tendrá este proceso constituyente, junto con un intenso y revuelto año electoral, en el orden, paz, unidad y progreso de los chilenos en los próximos años.

Aún estamos a tiempo de evitar una autoflagelación tan innecesaria como inconveniente. Sir Winston nos advierte que “si abrimos una disputa entre pasado y presente, encontraremos que hemos perdido el futuro”. Nuestro único -y mejor- veto a toda esta insensatez política es nuestro voto. Hagámosla corta y votemos Rechazo en el plebiscito de entrada. (El Líbero)

Francisco Orrego

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