Mal diagnóstico

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Esta semana se publicó el Reporte Mundial de la Felicidad de las Naciones 2016. El primero de estos reportes fue producido el 2012 después de una convocatoria que hiciera en Naciones Unidas el  primer ministro de Bhutan. Con el pasar de los años, no son pocos los analistas que consideran que este ranking de la felicidad mundial es un mejor indicador que el ingreso per cápita para medir el bienestar de los países.

Para medir la felicidad de los países, en este informe se consideran,además de la variable ingreso, elementos como el acceso a una salud de calidad, la solidaridad de las personas, las redes de apoyo con que cuentan, etc.

Es interesante constatar que nuestro país se encuentra en el  puesto 24 entre las naciones de mayor bienestar (Felicidad) entre los 157 países incluidos en esta medición. Un lugar más que destacado considerando que nuestro nivel de ingreso por sí solo nos ubicaría mucho más abajo en esta misma tabla. No solo eso. De acuerdo a los datos entregados en el informe 2016, Chile se encuentra en el sexto lugar entre los países que más han mejorado su bienestar en los últimos 10 años.

Estos datos sin duda son interesantes y alentadores, pero probablemente el dato más inesperado y sorpresivo está más adelante en el informe y tiene que ver con la desigualdad. En efecto, los autores del estudio, economistas y técnicos de las más prestigiosas universidades del mundo, plantean que así como su ranking de felicidad es una medida de bienestar más adecuada que el ingreso, también debiera serlo para medir la desigualdad. De esta manera, elaboran un ranking de desigualdad en base a las diferencia de felicidad de los ciudadanos de los países, en vez de utilizar solo las diferencias de ingreso  como lo hace el famoso índice de GINI. Utilizando esta metodología, nuestro país aparece en la mitad de la tabla entre los países más desiguales del mundo. Esto no solo echa por tierra la tan manida y mentirosa afirmación de que somos el país más desigual del mundo, también nos muestra como utilizando una medida más integral de bienestar, Chile es uno de los países de menor desigualdad en América Latina. Es particularmente interesante observar que Chile tiene menores niveles de desigualdad que Argentina y que Uruguay que es sindicado como ejemplo de país igualitario en base a las mediciones del índice GINI, aparece  veinte puestos por debajo de Chile en el índice de desigualdad basado en la medición de felicidad. Aun más distantes se encuentran países como Colombia, Brasil y Venezuela.   

El programa de gobierno de la Nueva Mayoría esta inspirado en el diagnóstico de que si bien los ingresos en Chile han subido, no ha ocurrido lo mismo con el bienestar de los chilenos, lo cual es refutado por este estudio. También esta inspirado en que el modelo de desarrollo del país estaba agotado, lo cual también fue refutado. El emblema de la campaña de Michelle Bachelet fue que Chile era uno de los países más desiguales del mundo; esto también es refutado por este estudio.

El errado diagnóstico de que en Chile estaba todo mal, ha llevado a este gobierno a impulsar cambios que en vez de mejorar las cosas las han empeorado. El país dejó de crecer, no se crean nuevas oportunidades de empleo, la delincuencia ha aumentado significativamente, la gente está más pesimista y asustada por su futuro, etc. No sería raro entonces, que el mal diagnóstico que dio origen a erradas políticas públicas, termine por reducir los niveles de bienestar de los chilenos y que en las próximas versiones del Informe Mundial de la Felicidad, Chile descienda lugares en vez de ganar lugares como en los últimos 10 años.

José Ramón Valente, economista

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