Tras la inauguración del puerto de Chancay en Perú, una inversión de origen mayoritariamente chino, se ha generado preocupación sobre la competitividad de los puertos chilenos y, por ende, de nuestras exportaciones.
A pesar de las capacidades del nuevo puerto, todo indica que los productos chilenos de exportación seguirán utilizando los terminales portuarios nacionales. Para lograrlo, la eficiencia de su operación se constituye en un objetivo estratégico que debe ser perseguido con ahínco. El sistema portuario chileno exhibe brechas que deben ser superadas más temprano que tarde, especialmente ahora que se incrementan las opciones de transferencia de carga en la región.
Desde 2014 se viene elaborando un proyecto de ampliación del puerto de San Antonio, el denominado Puerto Exterior, que considera la construcción de un molo de abrigo de, aproximadamente, cuatro kilómetros de longitud, que aumenta a más del doble la capacidad de transferencia del puerto. Este proyecto requiere de la respectiva aprobación ambiental, un desafío no menor en un contexto donde estos permisos tienen un plazo de aprobación casi infinito. En el actual escenario, no parece razonable que la realización de esa importante obra de expansión portuaria, cuya construcción concluiría a mediados de la próxima década, vaya a demorar más de 20 años —posiblemente más— desde la gestación de la idea en la década pasada.
Por otro lado, el acceso ferroviario a los puertos de la zona central no alcanza al 5% de la carga transferida por esos terminales actualmente. En los países desarrollados se aproxima al 50%. En esta materia, la espera de una década para mejorar los accesos del modo ferroviario a los puertos y postergar las mismas, no se justifica ni económica ni socialmente.
A su vez, nuestros servicios portuarios se vuelven relevantes para los países vecinos. Debemos impulsar con ellos la construcción de corredores bioceánicos en el norte del país, para transportar productos del sur de Brasil, norte de Argentina y Paraguay por las bahías de Iquique y Mejillones, así como en la zona de Concepción y Coronel, para los productos del sur de Argentina. Dichos corredores bioceánicos han sido proyectados y son viables económicamente. Solo resta la decisión política y el financiamiento para materializarlos.
Estos proyectos de infraestructura y logística deberían ser parte de las agendas políticas de los candidatos que aspiran a presidir el país en 2026. Son piezas indispensables para recuperar el crecimiento económico que anhelan los chilenos. (Emol)
Claudio Hohmann
Juan Eduardo Errázuriz