Los cuatro años que viviremos en peligro

Los cuatro años que viviremos en peligro

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En los Estados Unidos los próximos cuatro años serán horribles. Será un país dividido en lo político, en lo religioso, y en lo cultural. Será una pesadilla.

Entre mis amigos, soy el único que no votó por correo. Por eso pensé que habría poquísima gente en mi lugar de votación, y que depositaría mi voto por Hillary en un par de minutos.

Pero me equivoqué.

Había una cola enorme, con gente de todas las edades. Mujeres con niños a cuestas, hombres maduros, jovencitos que votaban por primera vez, jubilados, y yo. Mientras esperaba releí el folleto que nos informaba sobre las elecciones. El voto para presidente es la parte fácil del proceso. La parte compleja tiene que ver con las “proposiciones” o referéndums sobre cuestiones específicas que los votantes en California deciden directamente. Este año había más de 20 preguntas. En casi todas voté que “no”, bajo la idea que en un sistema de democracia representativa elegimos a representantes para que sean ellos quienes estudien los temas y tomen las decisiones; no soy un partidario de la democracia directa. Sólo voté que “sí” en la proposición que legalizaba la marihuana y en la que abolía la pena de muerte.
Escribo a las 5:55 de la tarde en California, apurado por la hora de cierre del diario en Santiago. Yo pensaba que a estas alturas ya sabríamos con algún grado de certeza quién sería el próximo presidente. Pero no es así. Hace pocos minutos Trump sobrepasó a Hillary en la Florida; parece que 29 votos electorales serán para el Republicano. Al mismo tiempo, Clinton lidera en Carolina del Norte con cierta comodidad, mientras que Virginia se inclina hacia Trump. Todo un lío que casi nadie predijo. Parece que sí había un “voto oculto”.

¿Qué va a pasar? No lo sé. Pero lo que sí sé es que durante los próximos años la política será tóxica y que el país se paralizará en gran medida. Una tragedia.

El escenario más probable era que Clinton ganara la presidencia y que los Republicanos mantuvieran el Senado; se daba por descontado que la Cámara Baja seguiría en manos de los republicanos. Si las cosas hubiesen resultado así el Congreso obstruiría cualquier iniciativa del Ejecutivo. No aprobaría ningún nombramiento para la Corte Suprema -el Tribunal Constitucional-, ni ninguna ley. Los jueces se jubilarían- o simplemente morirían de ancianos-, y la corte funcionaría con un contingente parcial.
Además, si así hubiese sido el resultado, muy probablemente los Republicanos buscarían iniciar todo tipo de investigaciones sobre Hillary, y acusarla constitucionalmente, no una sino que muchas veces. Investigarían a la Fundación Clinton, escarbarían sus declaraciones de impuestos y buscarían -hasta encontrar- pecadillos de Bill Clinton.

La falta de civilidad a la orden del día. Incluso con posibilidad de desobediencia civil en algunos estados conservadores con mayorías de fanáticos religiosos.

La verdad es que no soy optimista sobre el rol del Partido Republicano. Los fanáticos religiosos se han apoderado del partido de Abraham Lincoln y no creo que lo vayan a soltar con facilidad.

¿Y qué ocure con triunfo de Trump? El escenario es obviamente peor. Tendremos días de populismo, chovinismo y prepotencia. Cacería de minorías, ataques racistas, una Corte Suprema que echará para atrás los derechos de las mujeres y las minorías. Una situación no muy diferente a la de la novela magistral y terrorífica de Philip Roth “La Conjura Contra América”.

¿Sobrevivirá el país? Desde luego que sí, pero saldrá de esta magullado y lleno de cicatrices. Triste y cabizbajo. También avergonzado. (La Tercera)

 Sebastián Edwards

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