“Le rogaría que no considere mi nombre”

“Le rogaría que no considere mi nombre”

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Ricardo Lagos lo hizo de nuevo. En solo 3.000 caracteres marcó un nuevo hecho político. El dedo de Lagos dando paso, 35 años después, a la pluma de Lagos. O a su teclado.

Adelantándose un par de horas a una decisión obvia —esto es, que se iba a revisar la postura en la Convención y ahora sí invitar a los expresidentes—, Lagos envió su misiva, dando cuenta de que pese a sus 84 años no ha perdido el sentido político. Aquello que describe bien Maquiavelo respecto de lo que significan los tiempos y el sentido de oportunidad en un buen político. Y vaya que lo es Lagos. La misma carta dos horas después, con la invitación extendida desde la Convención, valía casi nada. Por eso es que se adelantó.

“Estimada amiga, estimado amigo” comienza la misiva, con la fría distancia que amerita referirse al dependiente de una tienda, al mozo de un restorán o a un desconocido.

Aclara una “cercana” relación con la Convención, para lo cual ejemplifica que envió 150 ejemplares del texto que promovió. Luego señala que tuvo otro “contacto” con la Convención para aclarar la relevancia del secreto en la comisión Valech. Y, finalmente, señala que tuvo que enviar un documento para dejar claro que la desigualdad disminuyó y que nunca el ingreso por habitante ha crecido tanto como entre 1990 y 2010.

Esa fue la “cercana” relación, y —de paso— dejó en claro su férrea defensa de los 30 años, en cuya denostación se cimienta la nueva Constitución.

Pero como en toda buena expresión literaria, el clímax viene al final. Haciéndole caso a aquella frase de Serrat (“tenga a mano una sonrisa cuando atice el varapalo”) el expresidente se lanza: “Dado las dificultades existentes ante el aforo que debe respetarse, le rogaría que no considere mi nombre”.

Y luego el golpe de autoridad: “He decidido no participar en la ceremonia de Clausura”. Es decir, la decisión tomada por él, pese a que a esas alturas no estaba invitado.

Y termina, siguiendo con aquella misma canción de Serrat (“firmando la sentencia de muerte, pero con buena letra”), escribiendo de puño y letra un “con especial afecto!!”.

Punto.

No hay una sola valoración al trabajo de la Convención. Menos aún al texto propuesto. Lagos hace de ello un hecho político. Tal como lo hizo cuando dejó claro que en caso de que se rechace la propuesta constitucional, no será la Constitución de Pinochet la que queda vigente, sino que la firmada por él.

El episodio de los expresidentes se trata del último infantilismo de la Convención. En ello primaron dos visiones. La del refundacionismo, que consideró que los expresidentes formaban parte del ancien regime, y que por lo tanto no tenían nada que hacer ahí; y la de los pragmáticos, que vieron en la presencia de los ex residentes la posibilidad de que existiera un bochorno similar al de la instalación, lo que le restaría puntos relevantes al Apruebo.

La mezcla de ambas visiones generó este nuevo autogol que hará que la ceremonia, sin la presencia de los expresidentes, carezca de republicanismo y explicite aún más que se trata de un proyecto de las izquierdas para las izquierdas. El voto en contra de la presidenta María Elisa Quinteros, incluso después de todo lo ocurrido, no es más que el corolario de su pobre actuación al mando de la Convención, suplida a brazadas —al igual que en el caso de Loncon— por su vicepresidente.

La carta de Lagos marca además un hecho político indesmentible. Si se pudiera medir la intensidad de quienes votan apruebo, es particularmente baja. Tal vez solo aquel 22% que votó Boric en primera vuelta irá con energía y convicción a votar Apruebo, el resto lo hará con brazos caídos, con nudo en la garganta y con una mano en la nariz. Los que se queden en el camino serán los que definirán la elección y es probable que sean muchos. Mal que mal, el “apruebo para reformar” es más difícil que el “rechazo para reformar”, ¿o alguien cree que el 5 de septiembre, en caso de que se aprobara la nueva Constitución, hay legitimidad para discutir la plurinacionalidad, las atribuciones del Senado o el consentimiento indígena?

Pese a todo, cuando en el mundo de la derecha ya se empiezan a ilusionar con tener a Ricardo Lagos en la franja del Rechazo, probablemente aparecerá una nueva misiva diciendo que votará Apruebo. Pero ya será irrelevante. El hecho político habrá quedado claro. Habrá hecho mucho más de lo que se habría podido pensar por evitar que se apruebe la Constitución de la Convención. El favor ya habrá sido concedido. (El Mercurio)

Francisco José Covarrubias