L&D: Gratuidad no se ha traducido en mayor acceso a educación superior

L&D: Gratuidad no se ha traducido en mayor acceso a educación superior

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Al revisar los resultados de la encuesta Casen 2017, el centro de estudios Libertad y Desarrollo concluyó que, «luego de la introducción de la gratuidad (en 2016), no se registra una mejora en el acceso a educación superior atribuible a esta política».

El análisis agrega que «si bien aún faltan más datos para poder realizar una evaluación exhaustiva, la información disponible hasta la fecha da cuenta de que la gratuidad no estaría aprobando su primer examen: por un lado, no estaría produciendo un mayor acceso a educación superior de los estudiantes más modestos -sino solo beneficiando a quienes de todas formas iban a ingresar-, pero además estaría provocando una importante pérdida de recursos».

LAS CIFRAS

LyD remarca que el objetivo primordial planteado por la administración de Michelle Bachelet para impulsar la política de gratuidad era lograr un mayor acceso de los estudiantes a la educación superior.

Desde esa perspectiva, analizó la cobertura bruta y neta del sistema de educación superior en los últimos años y advierte que si en 2015 la primera era de 55,1%, en 2017 alcanzó la misma cifra (55%). La cobertura neta, en tanto, era de 37,7% en 2015 y de 37,3% en 2017.

Al momento de evaluar la información por deciles, LyD plantea que antes de la introducción de la gratuidad el acceso a educación superior de los jóvenes de 18 y 19 años pertenecientes al 50% más pobre del país venía creciendo a una tasa promedio de 3,3 puntos anuales entre 2011 y 2013, y de 2,4 puntos anuales entre 2013 y 2015.

Luego de la gratuidad, señalan, «el crecimiento en el acceso fue de un punto promedio anual. De esta forma, tenemos que los potenciales beneficiarios de esta política no experimentaron un alza abrupta en su acceso a educación superior».

En cuanto al acceso de los jóvenes pertenecientes a los deciles 6 a 10 (los no cubiertos por la gratuidad), «se observa una leve caída a partir del año 2013, que se aceleró en la última medición tras la introducción de la gratuidad. Esta tendencia no llama la atención si consideramos que la cobertura para este grupo ya estaba en niveles muy altos -comparable a países desarrollados-«.

LyD enfatiza, sobre la base de esos datos, que la gratuidad en la educación superior «no debiera ser una política intocable. Sus resultados preliminares deben considerarse para, de ser necesario, replantearla e incluso revertirla».

Y propone frenar la cobertura de la gratuidad hasta quienes hoy la reciben (estudiantes del 60% de menores recursos), «y al resto de los alumnos mantenerles las becas de arancel, así como un sistema de créditos contingentes al ingreso, en línea con el proyecto que ya se encuentra en tramitación y tal como crecientemente han venido adoptando otros países en el mundo».

VISIÓN DE EXPERTOS

El académico de la Universidad de Maryland e investigador de Clapes UC, Sergio Urzúa, afirma que estos resultados no le sorprenden, «pues la gratuidad es una muy mala política pública». Afirma que como investigador venía advirtiendo desde 2014 que esto iba a resultar complejo para el financiamiento del sistema de educación superior e iba a tener incidencia en su estructura.

«Siempre planteamos que había problemas de acceso, pero no producto de la existencia o no de gratuidad. Además, hay problemas de calidad en el sistema que no se arreglan con gratuidad», añade Urzúa.

Mientras, el investigador Ernesto Treviño afirma que «la gratuidad no tenía por único objetivo el aumento en el acceso, sino disminuir la carga financiera que el paso por la educación superior implicaba para los más vulnerables, que tenían que endeudarse».

En ese sentido, Treviño dice que «lo que hay que preguntarse es cuánto depende de la gratuidad el incremento en el acceso».

El investigador agrega: «El incremento en la matrícula no depende solo de la gratuidad, sino, en gran medida, de los procesos de admisión. La barrera financiera está eliminada, pero también hay barreras de tipo académico. Por las desigualdades del sistema escolar, los de los quintiles más bajos no llegan a esos requisitos. Claro que las universidades ya lo están buscando resolver con distintas fórmulas». (El Mercurio)

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