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Las razones del arribo de Max Luksic a la dirección ejecutiva de Canal 13

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Esta tarde, a las 18.30 horas en el estudio del matinal Bienvenidos -hoy el programa más emblemático de Canal 13-, Maximiliano Luksic Lederer (31) se reunió con los trabajadores de la estación durante diez minutos para comunicarles que Javier Urrutia había presentado su renuncia como director ejecutivo de la señal. También les recalcó que ahora se iniciaba una nueva etapa con él en ese mismo rol y que deseaba establecer una política de “puertas abiertas” en su era a bordo de la empresa.

Al interior de la señal, el arribo de Luksic a la jefatura -tras desempeñarse hasta hoy como subdirector ejecutivo- fue visto como un desenlace anunciado, sin mayor sorpresa, un asunto que era cuestión de tiempo. El hijo de Andrónico Luksic, controlador de la televisora, había ido ganando una creciente injerencia en las decisiones de la señal y su voz muchas veces estaba a la par de la de Urrutia. En el último año, estaba mucho más encima de determinaciones que tenían que ver con el movimiento de rostros, la conformación de la parrilla programática, los gastos y en general con todo el funcionamiento del canal. Una etapa que partió en 2016, cuando tras vivir en el extranjero llegó a ejercer diversos cargos en las áreas de venta, ficción y plataformas digitales, para en julio de 2017 tomar el puesto de subdirector ejecutivo.

Pero su ascenso también tiene otro telón de fondo. Urrutia asumió su cargo en ese mismo julio de 2017 y su administración estuvo marcada por las turbulencias financieras, un rating que nunca se afirmó y una serie de determinaciones que sacudieron a la industria, como asociarse con TVN para emitir el Festival de Viña y la Copa América -aduciendo que eran modelos de negocios completamente sustentables- o contratar a la empresa española Secuoya para externalizar una parte importante de las funciones de la estación.

De hecho, una de las principales misiones de Urrutia en su arribo a Inés Matte Urrejola fue estabilizar las finanzas de Canal 13, las que empezaron a decaer en 2014. Cuando llegó a mediados de 2017, las pérdidas registraron niveles históricos, alcanzando los $26.000 millones. En el primer trimestre de este 2019, el déficit era de $3.883 millones, un aumento considerable frente a los $3.004 millones del mismo lapso en 2018. A mediados del año pasado, en su primera entrevista hablando de TV, Luksic hijo dijo en El Mercurio que estaba “convencido” que la señal no seguiría perdiendo plata.

En sintonía, los números tampoco fueron alentadores. En lo que va de esta temporada, la ex red católica marcha tercera en rating, con 5,6 puntos, sólo superando a TVN (5,0) y por detrás de CHV (6,3) y Mega (9,1). En el último año, ambos aspectos de su gestión no fueron bien evaluados por el directorio, integrado por el propio Max Luksic junto al ingeniero civil industrial Jorge Salvatierra como presidente; Rodrigo Terré (ingeniero y primo de Andrónico Luksic); y Rodrigo Swett (gerente general de Inversiones Consolidadas, “family office” de Luksic).

En lo global, Urrutia y Luksic cultivaron estilos muy distintos mientras estuvieron a cargo de la señal. Mientras al primero no le gusta el bajo perfil y desarrolló un estilo opinante, muy distinto al de otros ejecutivos de TV, el segundo ha optado por ejercer sus funciones de modo más sigiloso y con una relación más distante de los medios.

 

La Tercera/Agencias

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