Hoy las izquierdas revolotean en torno a la mantención del poder -su objetivo fundamental- y lo hacen sin orden alguno: frenteamplistas, neomayoritarios, demos y marginales, todos semblantean los rostros de sus pares, tratando de aclararse: ¿Qué ofrecerá Guillier? ¿Qué pedirá Sánchez? ¿Cómo fidelizar los votos de Goic? ¿Se puede alguna vez confiar en ME-O? Y tienen pocos días para ver la luz, porque se acerca el 17.
En la gelatinosa centroderecha, la situación es similar: todo un conjunto de seguridades, toda una batería de eslóganes triunfalistas, todo eso… ya está en el tarro de la basura. Ni Piñera se acercó al 51%, ni la UDI permaneció como el partido más grande, ni se logró aniquilar a la derecha coherente. Cambia, todo cambia.
Vendrá entonces una serie de reacondicionamientos -llamémoslos convergencias- que se darán en dos dimensiones: la electoral y la sustancial.
De la primera, la referida al 17 de diciembre, hay poco que decir: es tan obvio que Piñera solo puede intentar sumar los votos ya emitidos -conquistar los de Kast y los de Goic- como que la ventaja de Guillier consiste en que tiene dos acciones complementarias: por una parte, el intento por recuperar a esos cientos de miles de concertacionistas que se abstuvieron el domingo pasado y, por otra, sumar en medida importante a los partidarios de Sánchez y ME-O. El botín completo puede arrojar cerca de un millón y medio de sufragios, colocándolo así a la par de Piñera, voto a voto.
Pero el domingo 17 pasará, y se evite o no un nuevo desastroso gobierno de izquierda, vendrán en los meses siguientes otras reacomodaciones, otras convergencias, mucho más sustantivas.
Estas son.
Decenas de miles de electores que votaron por Piñera en primera vuelta reconocerán que en realidad eran kastistas y desde una actitud penitente engrosarán el partido que se constituirá a partir de su candidatura presidencial. Los convergentes no solo serán independientes, sino que una gran cantidad de ellos provendrá de la UDI, partido al que abandonarán, tal como lo hizo Kast el 2016.
En paralelo, otra convergencia se dará entre los socialistas seguidores de Atria -dos veces candidato frustrado- y el Frente Amplio. Los líderes de la insurgencia light -que no otra cosa son los partidos agrupados en el FA- han declarado llevar a Atria en la mochila. Llegará el momento en que lo podrán abrazar de cuerpo entero, cuando se marche del PS.
Jaime Bellolio ha anunciado ya su coqueteo con Evópoli. Si antes del domingo no pasaba de ser una mirada exploratoria, ahora, cuando el partido liberal ha elegido dos senadores y 6 diputados, no sería nada de extraño que Bellolio encontrase en esa tienda el hogar que añora y que Van Rysselberghe no le ha podido garantizar.
Por su parte, el PC buscará acercarse al Frente Amplio. Los comunistas, paso a paso, han mejorado su posición -¿se acuerda de que mientras no los acogió la Concertación, no lograban ni un solo diputado?- y son maestros en el arte de neutralizar a quienes les disputan la izquierda. Vallejo, Cariola: a ustedes les corresponde una política de convergencia que desde la disciplina termine por minimizar el riesgo frenteamplista.
Evópoli, partido envalentonado por los números del domingo pasado, mirará compasivamente a las huestes de Velasco y Lily Pérez, y a ambas les ofrecerá una casa común: la del liberalismo que profesan.
De igual modo, los socialcristianos auscultarán a Kast, especialmente después del triunfo de Schalper en casa ajena.
Se vienen las convergencias. (El Mercurio)