Las astucias de la democracia II-Claudio Hohmann

Las astucias de la democracia II-Claudio Hohmann

Compartir

Las elecciones del fin de semana pasado han puesto de manifiesto –ahora definitivamente sí– el profundo cambio que ha experimentado el país en un lapso extraordinariamente corto. Hace tan solo unos meses los partidos políticos tradicionales y sus líderes –los que gobernaron durante la transición– parecía que todavía serían capaces de representar los anhelos y las urgencias de los chilenos. Lavín y Provoste, militantes de algunos de los partidos más emblemáticos de los “30 años”, se mostraban como candidatos competitivos.

Pero en menos tiempo de lo que toma el otoño en transitar hacia la primavera esos ilustres nombres de la política chilena –y otros como ellos– han quedado a la vera del camino y sus alianzas políticas en vías de disolución. Se trata de un recambio casi completo de la élite política y de sus liderazgos como pocas veces se da a semejante velocidad en una democracia. Esto se expresa elocuentemente en las candidaturas presidenciales que pasaron al balotaje, en las que ninguno de los partidos que gobernaron el país desde la recuperación de la democracia tiene presencia. Pero también ocurre, aunque con menor intensidad, en el Parlamento. La persona que lo va a presidir en marzo del próximo año –se trata de la tercera autoridad política de la nación– podría ser la primera de un partido ajeno a los que se han repartido el cargo desde 1990.

La elección de la Convención Constitucional ya había entregado una poderosa señal de cómo venían las cosas para los liderazgos políticos que se someterían al voto popular por primera vez desde el estallido social. La posibilidad que fueran destronados había crecido a ojos vista. Ninguno de los que se perfilaban con las mejores perspectivas hace cosa de meses ha pasado el exigente test electoral de la elección presidencial.

Pero lo que nadie vio venir -esta es la verdadera sorpresa del 21 de noviembre- fue el casi perfecto empate entre las corrientes políticas que se ha producido en el Parlamento, un hecho político de la mayor trascendencia. Se trata de una notable reconfiguración del escenario político, que desde el estallido social parecía estar estibándose pesadamente hacia la izquierda. ¿Será esta una de esas astucias de la historia (Brunner dixit) –o de la democracia–, una corrección de rumbo justo a tiempo, cuando la deriva hacia la refundación ya había asomado peligrosamente en el horizonte? No deja de ser toda una ironía que ese súbito empate vaya a traer de regreso la política de los acuerdos, la misma que fue denostada como una nefasta práctica de la transición. No de otra manera podrán salir adelante las urgentes reformas –por ejemplo, en pensiones, salud y educación– que se encuentran paralizadas ya por demasiado tiempo.

Las consecuencias de la corrección de rumbo alcanzan también a la Convención Constitucional y son de primer orden. Allí los grandes acuerdos se convierten, de un día para otro, en condición sine qua non para el resultado final de su cometido: el “apruebo”, por un margen apreciable en el plebiscito de salida.

Sí, después de todo podría ser que el pasado 21 de noviembre –dos años después de aquel 15 de noviembre de 2019– haya sido una de esas astucias de la historia (o de la democracia) que en un momento decisivo da lugar a un cambio de rumbo cuando el que se traía parecía un destino inexorable. (El Líbero)

Claudio Hohmann

Dejar una respuesta