Frente a la posibilidad de un próximo gobierno de derecha o de centroderecha, el socialista Óscar Landerretche se expresó en términos rotundos, dirigiéndose en concreto al Frente Amplio: “Si hay un gobierno de derecha, traten de no derribarlo y convertir el país en un maldito infierno”, les dijo y, a continuación, se preguntó: “¿Estoy convencido de que eso no va a ocurrir? No, no estoy convencido”, concluyó.
Cuando un intelectual de su categoría devela de manera tan cruda sus temores sobre ciertas izquierdas, cabe preguntarse: ¿sus afirmaciones son burdos instrumentos de campaña dentro de unas primarias inciertas, o corresponden a una convicción a la que hay que prestar la máxima atención?
Landerretche es un hombre culto. Su libro “Vivir juntos”, del 2016, revela una personalidad dotada de conocimientos universales y plena de racionalidad. Con toda seguridad, ese marco referencial es el que le permite a Landerretche desafiar a las izquierdas rupturistas, exigiéndoles una definición sobre el crucial tema de la violencia.
Y no estamos aquí ante una cuestión meramente especulativa, sino frente a la obvia posibilidad de que la historia del 2019 se repita, corregida, aumentada y con pretensiones de éxito completo. Desde la frontera con las izquierdas rupturistas, Landerretche lo intuye, lo expresa con valentía y colabora así con una imprescindible reflexión sobre el Chile del año próximo.
Ya sabemos cómo se califica desde aquellas izquierdas cualquier reflexión sobre su comprobado uso de la violencia: son “campañas del terror”, es “el anticomunismo”, se trata de “discursos del odio”. Pero si esta vez el legítimo cuestionamiento viene desde un hombre de reconocida militancia socialista, ¿no será esta la oportunidad para, de una vez por todas, hacerles caso a las legítimas dudas sobre la vocación democrática de esas izquierdas incendiarias?
Lo que Landerretche ha dicho, no lo ocultemos, hace tiempo viene planteándose en los cuatro comandos presidenciales de los candidatos de derecha y centroderecha: Si ganamos, ¿podremos gobernar o nos van a quemar el país?
De entre los actuales candidatos opositores, el que durante su campaña sea capaz de afirmar que usará todos los instrumentos legales y administrativos para enfrentar la violencia y que, desde ya, no teme a la presión interna o internacional, porque está convencido de que la supervivencia de la patria estará en juego, ese candidato —sí, ese— tendrá dos ventajas sobre el resto. Por una parte, expondrá su convicción de que la valentía es una condición imprescindible para gobernar en tiempos tumultuosos como los que se vivirán, y esa valentía será bien valorada por la mayoría de sus conciudadanos; y, por otra, podrá siempre remitirse a un “yo lo dije, yo lo anuncié, solo estamos haciendo lo que advertimos que íbamos a hacer”, que ayude a corregir nuestra ancestral mala memoria.
Pongámonos en situaciones muy concretas. En mayo de 2026, la CUT y los gremios bajo control del PC intentan copar la calle, con cualquier pretexto, uno más de los de siempre. Los grupos anarquistas, rodriguistas y lautaristas, el lumpen narcoterrorista y otras fuerzas subversivas —tan claramente denunciados por Poduje y Muñoz Riveros— lanzan una nueva ofensiva, seguramente con apoyo extranjero. Nuestras ciudades comienzan a vivir un nuevo octubrismo, esta vez, más experimentado y radical. Las opciones de respuesta serán dos: o las mismas del gobierno de Piñera o las que exija un escenario de revolución desatada, decisiones firmes y riesgosas, basadas en la prudencia y en la fortaleza.
Si Landerretche lo anuncia, hay que pensar desde ya cómo enfrentar ese escenario. Chile no se salvará así como así. (El Mercurio)
Gonzalo Rojas