La política versus la técnica

La política versus la técnica

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A propósito de las iniciativas legislativas que el gobierno impulsa en el Congreso, como la reforma laboral, tributaria o la aprobación del denominado TPP11, subyace la discusión sobre los criterios para la formulación de una política pública, la que generalmente se materializa a través de una ley, en efecto, en el actual clima de desprestigio del que adolecen nuestras instituciones, no solo gubernamentales, si no también empresariales, religiosas y desde luego políticas, la respuesta más recurrente frente a los sustentos que deben prevalecer para impulsar una iniciativa gubernamental frente a la disyuntiva de criterios políticos vs criterios técnicos, éstos últimos seguramente se impondrían por abrumadora mayoría. Sin embargo, las políticas públicas o si se quiere proyectos de ley, planes o programas no son para nada algo abstracto e incomprensible para la gente, al contrario las políticas públicas tienen expresión y afectan directa y a diario a las personas; cuánto costará el pasaje de la micro o del metro, si aumentará o no la tasa de interés, si es posible estudiar gratis una carrera universitaria o si hay más o menos asaltos, son ejemplos nítidos de la cotidianeidad con que las políticas públicas impactan nuestras vidas.

Si entendemos a las políticas públicas como las decisiones o procesos decisorios que los gobiernos adoptan para resolver problemas de relevancia social en un determinado momento, los que desde luego cambian con los tiempos y las condiciones del país, es fácil intuir que los factores que influyen en la formulación de dichas políticas son múltiples y también variables. Si los problemas de la educación universitaria en los 90 se relacionaban con la cobertura en la actualidad se refieren a la calidad, si hace años discutíamos sobre la pertinencia del divorcio, hoy tenemos acuerdo de vida en pareja y se discute sobre el matrimonio igualitario, si en el pasado reciente se valoraba el multilateralismo y el libre comercio hoy se discute sobre la migración, por señalar solo algunos ejemplos de la evolución de los problemas sociales.

Así las cosas, el tomador de decisión o si se quiere el gobierno, para formular una política pública o tomar una decisión no puede solo basarse en criterios políticos, los que se traducen en adhesión ciudadana, percepción, grupos de interés o movilizaciones sociales. Ni tampoco puede sustentarse en criterios exclusivamente técnicos, tales como recursos, experiencia comparada, opiniones expertas o estadísticas. La calidad de la política pública y en especial sus resultados dependerá de la adecuada conjunción de ambos criterios, políticos y técnicos para ser exitosa. 

En otras palabras, el gobierno no puede actuar únicamente en base al querer de las mayorías, pero tampoco puede hacerlo sin considerar los datos ni a los expertos, de lo contrario con mayor recurrencia de la que quisiéramos, escucharemos frases grandilocuentes pero sin contenido como las vertidas a propósito del control preventivo de identidad para los menores de 14 años, “quien nada hace, nada teme”. O de manera más reciente, sin el criterio político, donde el diálogo, la negociación y la persuasión resultan fundamentales, el gobierno no hubiese podido obtener el apoyo de la comisión de hacienda de la Cámara de Diputados para aprobar la idea de legislar la reforma tributaria. (La Tercera)    

 

Emilio Oñate

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