La política de la desinformación-Luis Alejandro Silva

La política de la desinformación-Luis Alejandro Silva

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Para un sector de la izquierda, las declaraciones del grupo cubano Gente de Zona en el Festival de Las Condes son parte de una campaña de desinformación de la extrema derecha. Ignoro si en serio lo piensan, pero lo dicen en serio. Por eso, son el mejor ejemplo de una campaña de desinformación.

Desinformación es un sinónimo de mentira, endulzado. O sea que, para los suspicaces de izquierda, cuando uno de los integrantes del dúo cubano dijo: “Para nadie es un secreto que en el país donde nacimos nosotros vivimos una dictadura, un país donde se violan los derechos humanos, donde tenemos que migrar para poder ser personas”, mentía. Para los de La Voz de los que Sobran (Stingo y compañía), por ejemplo, sí, mentían. En un tuit de ese programa leemos que con sus declaraciones los cubanos “se suman a campaña de desinformación de la extrema derecha chilena”.

Decir que el otro miente puede ser una mentira. Informar que el otro desinforma puede ser desinformación. El juego de las acusaciones recíprocas es una espiral sin término. ¿Cómo se decidirá la contienda? ¿Quién será el árbitro que la zanje?

Hace poco un columnista calificaba la desinformación como parte del método de la extrema derecha para conquistar al electorado. Para él, quienes apoyan a Bolsonaro, Kast o Trump, Orbán, Miley, Duda o Meloni lo hacen porque están engañados. Por alguna razón, que no explicita, al electorado de izquierda no le pasa esto. En ese sector, pareciera que todos los políticos dicen siempre la verdad, o sus simpatizantes son tan educados que pueden distinguirla de la mentira. Las 19.312 personas que votaron por Rodrigo Rojas Vade, entonces ¿qué?

En lo que resta de este espacio podría mostrar cómo la mentira ha sido una herramienta característica del comunismo, pero lo dejaré para otra columna. No porque tema ser acusado de desinformar –¿eres de extrema derecha, luego desinformas; o desinformas, luego eres de extrema derecha?–, sino porque me interesa otra cosa.

¿Cómo saber quién dice la verdad? Es una preocupación importante, y compartida transversalmente. Algunos han propuesto la creación de una agencia estatal que vele por la verdad de la información. Otros apelan a la responsabilidad personal o corporativa en un régimen de libertad. Pero nadie se resta del debate, porque reconocemos el grave peligro de una escalada de mentiras apoyada en la verdad de que el otro miente.

El defecto de fijarse en aquello que confirma nuestros prejuicios es universal y las redes sociales lo han exacerbado hasta el punto de fracturar la información y confinarla en burbujas que determinan nuestros juicios.

Los periodistas –profesionales de la información– deberían probarnos que es posible acercarse a algo así como “la verdad de los hechos”. También los historiadores. Pero cuando cualquiera de ellos se abandera con un discurso político –los ejemplos abundan– la garantía de imparcialidad se pierde y pasa a engrosar la lista de los sospechosos de la desinformación.

Los periodistas de la posverdad son los primeros que levantan el dedo contra la desinformación, y por ello debe pagárseles con la misma desconfianza que siembran. Si afirman que las palabras de Alexander Delgado (“Cuba es una dictadura…” etc.) son parte de una campaña de desinformación, la sospecha caerá sobre ellos mismos.

Una cosa es clara: la desinformación no es monopolio de un sector político. Y definitivamente, la verdad no es patrimonio de la izquierda. ¿O estaré desinformándolos? (El Líbero)

Luis Alejandro Silva