La pavorosa comparación del ministro

La pavorosa comparación del ministro

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El Ministro de Justicia frente al asesinato de una interna del SENAME por sus cuidadoras, visita esas instalaciones y concluye que están regias, que son muy superiores a las que tenía su internado donde se educó hace unos 50 años atrás. Un diputado exasperado lo envía a un sitio inubicable. Se califica los dichos del Ministro como inadecuados, fuera de contexto, ofensivos, indolentes, etc. Pide disculpas, pero nadie profundiza para saber el origen del mal.

Estamos muy mal. Si el Ministro quiere hacer una comparación debe completarla. En el internado en el que estuvo los encargados de los estudiantes no los asesinaban. La Ministra de entonces estimó en más de 200 fallecidos en esa institución en los últimos 11 años y más de 400 en el sistema ambulatorio adjunto. Una nueva estimación de un diputado llegó a 1.313 fallecidos en los 11 años. Ninguna institución o sistema educacional o de salud tiene cifras tan macabras. Entonces, ¿Qué es lo que ha cambiado? ¿Qué se relajó en Chile? ¿Qué desapareció?

La respuesta es simple y ya la hemos repetido cientos de veces, en Chile desapareció el Estado. Tan desaparecido está que hasta los parlamentarios, miembros del gobierno y del poder judicial cometen errores confundiendo gobierno con Estado, negando a las municipalidades su carácter de estatal y para qué decir a todos los cuerpos intermedios que aún están consagrados por esta constitución.

Otros discuten sobre adjetivos del Estado como ser solidario o subsidiario, pero no se cuestionan que para que tenga esos adjetivos primero tiene que existir.

El Estado es la organización del bien común de un pueblo, todo lo que sea bien y común para ese pueblo considerado con equidad para todos sus constituyentes debe ser garantizado, generado, mantenido, fiscalizado, evaluado y desarrollado por la organización que todos nos demos democráticamente. Nada tiene que ver aquí el privado que son las organizaciones, en primer lugar, particulares para el bien específico del propietario de esa organización.

Desafortunadamente en Chile se instaló la deformación pseudo-neoliberal que incluso niega la existencia del bien común y la sustituye por la yuxtaposición del bien individual particular y privado. Si las empresas privadas están bien, entonces el país está bien, sin importar la tasa de explotación que las empresas aplican sobre sus trabajadores. Toda empresa estatal debe desaparecer porque no contribuye a aumentar la ganancia de las personas que en ella trabajan como lo puede hacer la misma empresa si es privada (lo que es una falsedad horrenda).

Es decir las empresas estatales no permiten la optimización del enriquecimiento de los empresarios. Las empresas cooperativas que reparten las ganancias entre sus asociados deben desaparecer dice el neoliberal.

Por otra parte, desapareciendo el Estado, queda el Gobierno sin contrapeso y más aún en un régimen presidencial y de partidos políticos, el Estado aparece como un botín a repartirse entre los militantes de la ideología del gobierno de turno. Se infiltra con los amigos de partido todas las instituciones estatales y también muchas privadas, concediendo sueldos y jubilaciones enormes que distorsionan enormemente el promedio de los ingresos de todos los trabajadores de esas reparticiones públicas invadidas por los militantes afines del gobierno de turno.

Se ha reemplazado la vocación, motivación, moral, intención de servicio al bien común por la intención de lucro monetario o de poder. Se ha sembrado el viento de la ambición monetaria-ideológica y se ha cosechado la tempestad de la carencia de ética, moral, preparación científica, técnica, profesional, de oficio, de expedición de carrera y humanitaria amplia, con el consiguiente fracaso monstruoso en el servicio diligente, perito y prudente de la niñez y juventud chilena en situación irregular.

En Chile el mercantilismo (monetario-partidista) ha llegado a extremos grotescos y monstruosos. La ciudadanía repudia este extremo; no repudia a la política, ni a las instancias democráticas, al contrario las busca, pero no las encuentra y lo que encuentra es a estos políticos, con un alto porcentaje de vendidos, regalados, coludidos, afines, miembros de o nepóticamente involucrados con los poderes empresariales o sus narcisísticas cúpulas políticas, ineptas para el servicio al pueblo y muy aptas para su beneficio.

A estos y no a otros políticos es a quienes rechazamos, que no se hagan los lesos, porque han tenido 27 años para enmendar el rumbo mercantil de la dictadura Cívico-Militar-pseudo-neoliberal y no lo han hecho; es más cuando han podido le han sacado el dinero al pueblo de Chile o han autorizado para hacerlo, sin su permiso, para fortalecer a esas empresas cuya tasa de explotación de los trabajadores se ha ido a las nubes.

La solución es un Estado profesional, científico, técnico, ético, diligente, prudente, perito, transparente, probo con vocación absoluta de servicio, independiente de los partidos políticos, empresarios, poderes fácticos, religiones, ideologías, poderes del Estado (ejecutivo, legislativo y judicial) y con mucho poder para generar, fiscalizar, evaluar las políticas atingentes al bien común nacional, con profesionales y trabajadores de carrera y no advenedizos de los partidos políticos o grupos de poder fáctico.

Nunca con el Servicio Nacional de Salud o con los servicios educacionales sucedió este vejamen u homicidio de tantos menores en Chile. La carencia de Estado en Chile es dramática, que esta navidad nos traiga de regalo que Chile se proponga volver a tener un Estado que haga su pega. (Cooperativa)

 Carlos Valenzuela

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