La otra deuda empresarial

La otra deuda empresarial

Compartir
El debate sobre los factores que permitirían retomar un crecimiento sólido ha dejado expuesta la verdadera disyuntiva que enfrentamos como país: intentar restituir las fórmulas que funcionaron en el pasado o abrirnos a reencauzar nuestro desarrollo a partir de las tendencias que están emergiendo. En pocos ámbitos este dilema es más relevante que en las estrategias empresariales.

Y es que la capacidad empresarial para aprovechar las oportunidades en los mercados internos y externos ha sido uno de los elementos clave detrás del progreso del país en las últimas décadas. Algo que lleva a muchos a mirar con nostalgia el rol de los empresarios en ese período. Sin embargo, los avances de entonces podrían servir poco para enfrentar los desafíos de la economía del conocimiento, que está generando nuevos productos y servicios y, al mismo tiempo, está transformando los procesos productivos y la organización de los mercados.

Varios hechos evidencian esta realidad:

—Las habilidades de la fuerza de trabajo son bajas: la capacidad de cálculo numérico de un trabajador promedio en Chile es equivalente a la que tiene uno del percentil 15 en los países de la OCDE (PIAAC, OCDE).

—La rotación en nuestro mercado laboral duplica la de los países avanzados (Banco Central, 2018).

—El esfuerzo de investigación y desarrollo de las empresas es casi inexistente: para el país en su conjunto, alcanza un 0,4% del PIB, mientras para el mundo es 2,2% del PIB, brecha que sigue aumentando (Banco Mundial).

—El sistema de capacitación contribuye poco a mejorar los ingresos y la empleabilidad de los trabajadores (Informe Larrañaga).

—La interacción y la transferencia de conocimientos entre las empresas y las universidades en Chile es escasa: ocupa el lugar 47 entre 63 países (Ranking de Competitividad 2018 IMD).

Esta evidencia da cuenta de las características recurrentes que tienen las estrategias empresariales en Chile. Abrir una conversación sobre sus causas más profundas y los caminos para que las empresas asuman un mayor protagonismo en la economía del conocimiento empieza a ser una tarea prioritaria que debemos abordar en el país.

Para algunos analistas, la raíz de estos hechos es de carácter cultural, en el sentido que responderían a una mentalidad “rentista” predominante en el empresariado. Sin embargo, existen muchos ejemplos de vitalidad en las empresas locales que llevan a pensar que estamos ante un fenómeno más complejo. Se trataría más bien de un (mal) equilibrio al que se llega por la forma en que se toman las decisiones estratégicas en las empresas, especialmente las que están vinculadas al conocimiento y a la innovación.

En efecto, la evidencia indica que los ejecutivos responsables de decisiones en este ámbito, asumen una posición de subordinación, obedeciendo lineamientos que vienen desde los niveles de dirección superior, se trate de grupos empresariales locales o empresas multinacionales. Este modelo de decisión puede tener ventajas en la gestión de las actividades habituales, pero definitivamente no funciona cuando se trata de explorar nuevas tendencias.

En las economías avanzadas, las decisiones empresariales están sometidas a un continuo escrutinio horizontal, que proviene de mercados de capitales activos y profundos, que se ven frecuentemente complementados por las redes de negociación en las que participan las empresas, o por la articulación público-privada. Así, las conversaciones dentro de ellas están conectadas a los temas de futuro y buscan incentivar al máximo la creatividad de las personas.

En Chile, en cambio, esta presión externa está restringida, predominando el control jerárquico que ejercen los grupos económicos y las empresas multinacionales. Así, los ejecutivos están más enfocados en lo que sucede en la cúpula de sus organizaciones que en lo que ocurre afuera, un fenómeno que, según Ben Ross Schneider, afecta a toda América Latina.

El resultado es la conformación de equipos de poca diversidad; la contratación de trabajadores de bajas competencias; la abundancia de relaciones laborales de corto plazo, y un bajo esfuerzo de capacitación. A su vez, esta situación restringe las opciones de las empresas en el futuro, por lo que se produce un círculo vicioso en el que estrategias de baja sofisticación y escaso esfuerzo de innovación persisten en el tiempo, constituyendo otra trampa para el desarrollo.

Esta realidad afecta, en primer lugar, a los propios dueños de las empresas porque excluye la opción de seguir estrategias más resueltas de “creación destructiva”. Si bien hay procesos productivos que están en la frontera tecnológica, por su limitada envergadura no logran hacer que el sistema en su conjunto opere en la economía del conocimiento, donde el impulso a lo nuevo está ampliamente extendido. En estas condiciones, la inversión en investigación y desarrollo es muy reducida, y las innovaciones son más bien incrementales en torno a lo conocido.

Este esquema también impacta a los trabajadores porque los conocimientos requeridos para desempeñarse en las empresas son básicos, la productividad no aumenta y el acceso a mejores posiciones está limitado. En este escenario, la alta rotación pasa a ser una suerte de marca registrada. Según el estudio del Banco Central de diciembre pasado, pocos trabajos se extienden más allá de tres años, precisamente el tiempo necesario para que el aprendizaje genere aumentos de productividad. Por las mismas razones, la inversión de las empresas en capacitación es escasa y tampoco hay incentivos para que los trabajadores la vean como una real oportunidad de desarrollo.

Finalmente, se afectan las comunidades locales donde operan las empresas porque el principal activo en la economía del futuro es el conocimiento y las capacidades para generarlo. Ya no es suficiente que las empresas generen puestos de trabajo, si estos no van acompañados de un incremento de los conocimientos que van quedando radicados en dichas comunidades, y que luego sirven para aumentar la productividad de la fuerza de trabajo. La escasa interacción entre las empresas y las universidades es una falta que debemos abordar.

En síntesis, para avanzar hacia el desarrollo necesitamos explorar nuevos caminos y construir nuevas capacidades. Revisar con juicio crítico lo que está sucediendo en la economía y los mercados, por una parte, y el rol que están jugando los distintos actores, por otra, parece ser una condición necesaria y urgente. (El Mercurio)

Jorge Marshall

Dejar una respuesta