La luz al final del túnel

La luz al final del túnel

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El deterioro de la imagen de la UDI ha sido especialmente delicado e injusto en relación a los hechos y la proporción que corresponde a los demás partidos, pero -en fin- es lo que a uno le toca y ha sido duro, pero redobla la convicción de que hay que trabajar aún más y que hay que hacer un esfuerzo mayor por renovar tus planteamientos políticos, por mejorar tus comportamientos éticos, por trabajar más directamente con la gente, con más cercanía, con más compromiso con la sociedad civil. Sólo de esa manera la gente va a volver a creer en nosotros como lo hizo en su minuto.

Era un deber asumir como presidente de la UDI. Sabía que iba a ser pesado y lo ha sido, y probablemente no va a mejorar mucho de aquí hasta que termine mi período. Uno no puede evitar asumir estas responsabilidades porque va a perder capital político, apoyo o adhesión, uno tiene que hacer lo que debe hacer, aunque eso tenga un detrimento personal.

Y, por supuesto, que hay costos personales y familiares. Ya era poco el tiempo que destinaba para la familia y este año me ha tocado viajar y participar en muchas reuniones. Además, uno siente el impacto que en lo personal van dejando estos hechos, porque dejan huella, no son cosas respecto las cuales uno es indiferente. Creo tener la fuerza interior para enfrentar estos hechos, sin embargo, eso no significa que no afecten y que a uno lo dejen igual que antes, porque causan un impacto personal indudablemente.

Este segundo período al mando de la UDI ha sido más complicado que el otro, porque este probablemente es el peor período en la historia del partido. Dirigirlo en medio de estas tormentas, tempestades y juicios públicos adversos no es fácil ni grato. Entiendo que uno no está para los aplausos ni para entrar en los momentos estelares, uno tiene que asumir las realidades tal cual son, en los momentos que corresponden.

Me ha causado mucho dolor la situación que ha afectado a mucha de nuestra gente, porque se han cometido errores, más o menos delicados, pero aquí no ha habido respecto de nadie enriquecimiento personal. Es doloroso y solidarizo con las personas que están afectadas directamente por temas judiciales, porque sé que han sufrido mucho. Es duro cuando uno ve que personas a las que se aprecia, admira o valora son las personas afectadas. Veo a Jaime Orpis como una persona que siempre ha sido un emblema de un gran servidor público y verlo enredado en estas situaciones es muy complicado.

Nosotros somos de carne y hueso y siempre tenemos la posibilidad de resbalar. Pero uno sí sale fortalecido de todas estas acciones, porque aunque pasen los años, uno vuelve a aprender de las experiencias de la vida y se va dando cuenta, sobre todo en la medida que uno va teniendo más años, de qué es lo que les da sentido a los actos. Uno llega al final del día y dice: ‘¿Qué hice hoy día?’, o llega al final de la vida y dice: ‘¿Qué hice con lo que Dios me dio, con las oportunidades que tuve, con la formación? ¿Qué hice de ello? ¿Puedo dormir tranquilo o decir al final de mis días que “hice lo que pude”?’.

La UDI ha aprendido este año que en política hay que actuar con humildad. Una cosa es la convicción de que uno tiene la razón, porque cada partido cree tener la razón y es razonable que así sea, pero hay que tener humildad para saber que uno no es el dueño de la verdad. Ahora, igual no siento que en la interioridad la UDI se haya desvalorizado. Hemos perdido una elección producto de no haber sido coherentes con nuestros ideales, hemos perdido votos, pero es recuperable.

Hay que entender que por ser servidores públicos las exigencias éticas son mayores, porque aquí hay que hacer un esfuerzo quizás mayor que el que se le exige a cualquier ciudadano respecto de sus actividades, porque el actor político está expuesto a lo público, sus actividades son cada día más transparentes y se exige una mayor claridad y certezas en todos los actos que realiza. La única manera de soportar el juicio ciudadano es actuando no solamente en forma coherente, sino que también de manera ética, porque al final lo que la gente valora en un servidor público no es tanto la coincidencia en las propuestas que uno pueda hacer, sino que se cumplan estos dos puntos.

Es muy complejo el descrédito de las instituciones, porque es una crisis generalizada y transversal que atraviesa distintas instituciones, no sólo la política, sino también la Iglesia, las empresas, el deporte, aunque a niveles de elite. No digo que el país esté en crisis, pero sí creo que hay una cierta crisis moral en las formas como las elites se han comportado. Si no se hace una reflexión, si no se reacciona con energía o con posiciones radicales se corre el riesgo de perder este sentido de sobriedad y probidad con que se ha manejado siempre el país.

La UDI es un partido necesario, precisamente por esa coherencia y fuerza que ha tenido para defender sus ideas. Cuando la UDI era chica, los votantes la premiaron con su voto por su coherencia. Recuperando esa coherencia, con un discurso actualizado, en el que quede claro ante la gente qué es lo que nosotros defendemos, qué es lo que nosotros representamos, en términos de un partido popular, que interpreta a la clase media, que quiere llevar a cabo un modelo de desarrollo basado en la libertad, que no le es indiferente la injusticia, sino que al contrario, quiere crear las bases para una verdadera igualdad social, creo que la fuerza con la que hemos actuado en el pasado, si la recuperamos, puede volver a plasmarse en un buen resultado electoral.

No ha sido un buen año, pero lo cerramos habiendo pasado el peor minuto y empezando a ver la luz al final del túnel”.

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