La historia en las monedas-Pablo Ortúzar

La historia en las monedas-Pablo Ortúzar

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El titular dio la vuelta al mundo: una moneda de oro alojada en el Museo Hunterian de la Universidad de Glasgow probaría la existencia de un autoproclamado emperador romano del tumultuoso siglo III, de nombre Esponsiano, hasta ahora desconocido. Dicha moneda es parte de un conjunto de cuatro unidades de oro en poder del museo que supuestamente formaban parte de un entierro mayor descubierto en Transilvania en 1713. Las otras tres monedas llevan el rostro de emperadores conocidos. ¿Cómo llegaron a Escocia? En algún punto las compró William Hunter, famoso médico y anatomista cuyas variadas colecciones, además de una generosa donación, dieron origen al museo que lleva su nombre.

¿Por qué si la moneda de Esponsiano lleva tanto tiempo en el museo recién hoy hace noticia? Porque ella, junto a sus compañeras, había sido señalada como una vil falsificación moderna en el siglo XIX. Falsificaciones que eran muy comunes en los siglos XVII y XVIII, cuando los jóvenes educados y adinerados de Europa recorrían el viejo continente, normalmente en compañía de un tutor, aprendiendo historia clásica y recolectando objetos de interés para sus “gabinetes de curiosidades”. Esta es también la época de oro de la numismática clásica (el coleccionismo y estudio de las monedas del mundo antiguo), siendo un pasatiempo obligado en los círculos ilustrados y atrayendo el interés de muchos nobles. Los tres pesados volúmenes de “The Hidden Treasures of this Happy Island” de Andrew Burnett, que recorren la historia de la numismática británica desde el renacimiento hasta la ilustración, entregan una buena idea del periodo.

El juicio contra la moneda de Esponsiano adquirida por Hunter arrastraba a las otras tres monedas con el rostro del supuesto emperador que formaban parte del supuesto entierro original de Transilvania. Dos de ellas en la colección imperial de monedas y medallas de Viena, y otra en el Museo Nacional Brukhental en Sibiu, Rumania.

Falsas las monedas y falso el emperador, entonces. Hasta que este año una nueva investigación liderada por el geólogo y paleoclimatólogo Paul Pearson defendió la tesis contraria. En su artículo “Authenticating coins of the ‘Roman emperor’ Sponsian”, aparecido en la revista PLoS ONE, este equipo de investigación concluye que las monedas de Esponsiano muestran señales de desgaste genuino por circulación. Es decir, habrían pasado de mano en mano, frotándose con otras monedas, por un buen tiempo, lo cual sería extraño para una falsificación orientada a la venta. Junto con ello, el análisis de las partículas de tierra adheridas a las monedas mostraría, de acuerdo a los investigadores, que los objetos habrían pasado largo tiempo enterrados antes de ser descubiertos. Y, con esta evidencia en mano, los autores sugieren que Esponsiano probablemente habría sido algún comandante del ejército romano de la provincia de Dacia proclamado emperador por sus tropas durante la gran crisis de los años 60 del siglo segundo, cuando la combinación de pestes, guerra civil, invasiones y disputas políticas internas casi llevan al imperio romano a la extinción.

Ahora bien, el debate en torno a las ahora famosas monedas recién comienza. Esto, porque dada la falta de fuentes alternativas para confirmar la existencia de Esponsiano, a menos que aparezca luego un entierro independiente con monedas acuñadas a su nombre, los numismáticos clásicos pondrán toda la presión posible sobre la investigación de Pearson et al. CoinsWeekly, por ejemplo, recoge en su reportaje sobre el hallazgo la reacción de numismáticos expertos, como Jerome Mairat, del Museo Ashmolean de la Universidad de Oxford, quien afirmó que “como todos en el mundo numismático, creo firmemente que esta moneda es una falsificación moderna… toda esta teoría sobre que es genuina es infundada y poco científica”. Lo mismo Richard Adby, experto en monedas romanas del Museo Británico, quien habría calificado la investigación de Pearson como una fantasía.

Vendrán, entonces, nuevos artículos complementando o descartando los argumentos de la publicación original. Y podremos ver desplegadas, en ellos, todas las técnicas y campos de conocimiento que convergen en la numismática: desde la geología hasta la historia del arte, pasando por la arqueología y el análisis de materiales. Vale la pena, entonces, estar atentos a la discusión, y ojalá los medios chilenos contribuyan con ello dándole seguimiento a la noticia. Para entender mejor el debate, por cierto, se puede echar mano a alguna de las muchas buenas introducciones a la numismática que existen. Una reciente y recomendable es “When Money Talks: A History of Coins and Numismatics” de Frank Holt, aparecida el año pasado.

El momento, por otro lado, sirve para levantar otras discusiones en Chile. Para comenzar, el debate sobre la supuesta moneda de Esponsiano deja en evidencia que las monedas son una de las principales fuentes de información histórica, en particular sobre periodos especialmente revueltos y complejos. Esto, porque su capacidad para almacenar información económica y política sobrepasa la de la mayoría de los demás artefactos históricos, tal como la obra de José Toribio Medina deja en claro. Luego, vale la pena tomárselas en serio en la formación de historiadores y arqueólogos, lo que a su vez significa que es relevante que museos y otras instituciones inviertan seriamente en crear o mejorar y poner en valor sus colecciones numismáticas. Es bueno tener en cuenta que, si se ofrecen las condiciones adecuadas de almacenamiento y exposición, varios coleccionistas privados pueden interesarse en colaborar con dichas instituciones. Un ejemplo interesante, como primer paso en la formación de una colección universitaria, es el de Norberto Petersen, cuya colección, donada a la Universidad Austral, dio origen al Centro Filatélico y Numismático, alojado en el Museo de la Exploración R.A. Philippi de la ciudad de Valdivia.

En segundo lugar, las mismas razones que hacen recomendable la formación de colecciones institucionales de buen nivel, vuelven razonable tanto la promoción y apoyo público a la numismática (junto a la filatelia) a nivel masivo, así como su utilización como herramienta pedagógica a nivel escolar. Coleccionar (que no tiene por qué ser caro) o, al menos, trabajar en el aula con piezas históricas y su iconografía es una forma de contacto concreto con el pasado que tiene ventajas sobre su mera aprensión abstracta, especialmente en un país donde campean los problemas en la comprensión de lectura y en el manejo del razonamiento abstracto. Esta idea no es nueva, habiendo interesantes planteamientos y experiencias al respecto.

Por último, el caso en discusión muestra lo relevantes que son los entierros en función de registrar información histórica a partir de las monedas recuperadas. Se olvida con frecuencia el hecho de que la posibilidad de guardar los ahorros en el banco es bastante reciente, lo que significa que la mayoría de los seres humanos del pasado almacenaba su dinero escondiéndolo en algún rincón de su casa o enterrándolo. Por eso es que hay tantos entierros. Y conocerlos es importante para entender su contexto y su historia. Por lo mismo, es de interés público que exista una regulación y un sistema de registro moderno en relación a los hallazgos realizados por particulares, que son relativamente comunes en casas antiguas o por parte de quienes buscan objetos con detectores de metales. La idea es generar el mayor incentivo posible para que cualquier hallazgo interesante genere ganancias tanto al descubridor como al dueño de la propiedad, por un lado, y también para que la información sobre lo encontrado sea registrada y los museos tengan prioridad en la adquisición de los objetos. (La Tercera)

Pablo Ortúzar