La gira del Canciller: Je vois la vie en rose

La gira del Canciller: Je vois la vie en rose

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“El rictus de Mitterrand vuelve a su aspecto zalamero y…dice: ‘por supuesto, estaba bromeando. Aunque no del todo. Rindámonos ante la evidencia: es preciso tener una inteligencia admirable para convencer a los demás de que gobernar consiste en no ser responsable de nada.’”

Laurent Binet. La séptima función del lenguaje. Seix Barral

Para ver la vida color de rosa, como reza la canción de Edith Piaf, pareciera ineludible simplificar las cosas o al menos atender al vaso medio lleno apartando la atención de la parte vacía. Mucho de esto hubo en la primera gira internacional del Canciller Andrés Allamand a España, Bélgica y Francia que se desarrolló entre el 30 de noviembre y 4 de diciembre. Una gira que revela que, aunque uno vea la vida livianamente, no significa que pueda convencer a otros de que las cosas son realmente así, en especial considerando las protestas que generó dicha visita.

En entrevista en la Casa de América en Madrid, bajo la pauta de Esther Rebollo, la editora internacional de Agencia EFE, el Ministro Allamand dio una visión bastante particular del estallido social, sus causas y lo que se espera del proceso constitucional. [1] Hay varios pasajes a destacar sobre lo que Allamand buscó instalar en el exterior. En primer lugar, en un gesto muy inusual para alguien que encabeza la diplomacia, hizo un balance de la reciente crisis peruana poniendo énfasis en que el efímero primer ministro, Ántero Flores-Aráos, había señalado que no entendía las causas de las protestas en su país. Para Allamand resulta obvio que si no se entiende el problema es difícil encontrar una solución democrática, implícitamente haciendo contrapunto con la experiencia chilena como si las autoridades hubiesen tenido claridad durante el estallido social. El canciller incluso da una receta que al parecer no tuvieron nuestros vecinos peruanos: humildad hacia la comprensión de estos fenómenos, flexibilidad y creatividad para dar respuestas…suena a aquello del cura Gatica: “predica, pero no practica”.

El ex rostro del rechazo, cuyo slogan fue “rechazar para reformar” en un claro límite en donde se ubica su humildad y flexibilidad, avanzó también en su interpretación del estallido social. Allamand parte de la discutible premisa que estos treinta años fueron de progreso sostenido en nuestro país, sin mencionar la tendencia al estancamiento de los últimos años. En esa línea considera que las “mayores demandas” del estallido social no son contradictorias al “éxito” de estas décadas, por el contrario, el mayor bienestar estaría acompañado de un aumento o diversidad de demandas, sin explicitar causas. ¿Es así?, ¿la gente se ha estado quejando de llena, entonces?, ¿no es desconocer el alto endeudamiento en los hogares chilenos previo al estallido del 18/O?

En un tono comprensivo, el ministro entiende el interés europeo respecto a la situación social chilena, porque si esto pasa en el Chile modelo podría ocurrir en cualquier parte. En dichos de Allamand: “…aun países con trayectorias exitosas no son inmunes a estallidos sociales”, una frase para el bronce. Es decir, somos víctimas de nuestros logros o, lo que es lo mismo, esto fue algo que simplemente le pasó a este gobierno. También se aventura a afirmar que la crisis de las instituciones y la democracia representativa es un fenómeno global del que Chile simplemente forma parte. ¿No es eso tratar de convencer de que no se es responsable de nada?

En su novela “la séptima función del lenguaje”, Laurent Binet juega con la idea que existiría una “función mágica del lenguaje”, esto es una fórmula que induciría a la gente a creer o hacer lo que uno quiere. Tal función iría más allá de la persuasión, transformaría el discurso en un arma y, por cierto, en un arma política formidable. Sin embargo, la fantasía de Binet queda un tanto opaca ante la tesis de Allamand sobre que el gobierno logró dar cauce al malestar social a través del proceso constituyente, gracias al liderazgo del Presidente Piñera que abrió esa posibilidad, insinuando que estamos ante un estadista en forma. El gobierno de Sebastián Piñera como factor ordenador de la crisis, una tesis que daría para más de una vuelta, varias de ellas con una buena dosis de sentido del humor.

Al margen de lo descrito hay varias cosas que aparecen en el discurso del canciller como una suerte de recado al exterior. La primera es la idea que la situación social se ordenó en el país y tiene un cauce institucionalizado, lo que permitiría apartar la violencia. La segunda es que el proceso constituyente tendría un efecto acotado porque sus competencias están establecidas y la derecha lograría el quorum que necesita en dicha instancia para evitar una “refundación” del país. En tercer término, no se producirían conflictos entre los poderes del Estado y la constituyente porque son roles separados que no se colisionan. Audaces afirmaciones…pero además agrega, como corolario, que el país podría retomar a la brevedad la senda del progreso y, con la reactivación proyectada para el próximo año, vendría una revalorización del gobierno de Piñera.

En fin, aunque el mundo sea color de rosa se requiere humildad, flexibilidad y creatividad, según reza la receta de nuestro canciller…pero cuidando que nada cambie o muy poco. De la tesis de la pulsión juvenil que decía el rector Carlos Peña pasamos a la juventud más educada y comprometida con causas nobles, según Allamand. El origen de la protesta estaría entonces en la sensibilidad de piel de los jóvenes, al parecer se trata de una generación medio delicada de cutis…sabia conclusión y afortunadamente hay disposición del gobierno de Chile para traspasar este conocimiento y experiencia a los países amigos.

Por último, en la extensa entrevista de Casa de América no se observa ni un titubeo respecto del modelo económico como factor de la desigualdad social; el canciller tampoco hace mención sobre las violaciones a los derechos humanos, ominoso silencio tanto de la entrevistadora como del entrevistado…je vois la vie en rose parece estar en la cabeza del ministro. Al parecer después de la visita a París la realidad chilena se ve de otra manera, de otro color. Lo que no hay que perder de vista es lo realmente importante para efectos del viaje: mostrar un país en orden y garantizar el buen clima de las inversiones. En ese sentido Allamand retoma un eje de la política exterior; aunque esta vez sea, tal como él mismo recomienda, con una creatividad solo equiparable a la del propio Presidente. (lamiradasemanal)

Luis Marcó

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