La ecuación de Lagos-Jorge Navarrete

La ecuación de Lagos-Jorge Navarrete

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La decisión del ex presidente se veía venir. De igual manera que el sinnúmero de reacciones que ésta generó; positivas y negativas como era previsible. Lo más interesante ahora será constatar los efectos que pudiera tener esta declaración, la que obviamente acelera definiciones más precisas, no sólo en la Nueva Mayoría y sus partidos, sino también en otras fuerzas políticas y candidatos que aspiran a competir en la próxima elección presidencial.

Puestas así las cosas, y de cara a los siguientes pasos en la carrera por volver a La Moneda, Lagos debe intentar resolver o equilibrar varias y sucesivas ecuaciones, las que lejos de ser un mero trámite, se transforman en difíciles obstáculos para concluir con éxito el itinerario que recién comienza.

La primera consiste en conjugar tradición y cambio. Es compleja la tarea de enarbolar un discurso que se aleje del afán restaurador que añoran varios viudos de la vieja Concertación, pero que también corrija el fondo y forma que ha tenido el actual proceso de reformas, las que siendo muy necesarias y estando más vigentes que nunca, deben continuarse de manera sostenible y considerando las condiciones de posibilidad que arroja el escenario político, económico y social. De hecho, el mismo Lagos deberá proponer una fórmula coherente para compatibilizar su propio pasado con el futuro que quiere proponerle al país.

La segunda, y muy relacionada con lo anterior, es que no sólo debe convencer a su familia política de pertenencia, expresada en los partidos políticos y dirigentes de la Nueva Mayoría, sino también, y más importante que lo anterior, debe mostrarse electoralmente competitivo por la vía de seducir a esos varios millones de chilenos algo hastiados de la política y sus expresiones más institucionales. Un eventual consenso político de los principales protagonistas de la cultura de centro izquierda en torno a su nombre, ciertamente después de una elección primaria, es una condición sin la cual, pero no por la cual, Lagos podría eventualmente volver a convertirse en Presidente de la República.

Una tercera, aparentemente más sencilla, pero no necesariamente para el personaje en comento, es acomodarse a los obligados códigos y usos del actual debate público. Por una parte, tendrá que equilibrar ese tono categórico, algo autoritario y pontificador a ratos, con la insoslayable necesidad de bajarse del pedestal, entrar al ruedo, y también a la hojarasca, para competir en igualdad de condiciones, sin más autoridad y fuerza de la que impongan sus propios argumentos. Por la otra, deberá subordinar o al menos supeditar ese activo que representa su visión del país, con la legítima opinión, anhelos e intereses de muchos que reclaman más participación e injerencia en la definición de los asuntos que nos conciernen a todos; y que son, por lo demás, a quienes realmente debe convencer. Un Lagos más popular, aunque no por eso más populista.

Se acaba de dar el puntapié inicial. Ya veremos que hacen los otros jugadores y cómo se desarrolla este partido. (La Tercera)

Jorge Navarrete

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