La Derecha y la langosta-Vanessa Kaiser

La Derecha y la langosta-Vanessa Kaiser

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Algunos sabíamos que iba a doler, pero por JAK. Lo que no sabíamos es que también iba a doler por Parisi. Esta doble derrota de la derecha tradicional tuvo sus primeras manifestaciones electorales en el fracaso de Joaquín Lavín, superado por Sebastián Sichel en su propio territorio. Otra señal que nos auguraba un desfonde mayor de la derecha tradicional fueron los escasos 4.000 votos de Mario Desbordes, quien había presidido uno de los partidos más sólidos del sector. Ni los meses de Ministro de Defensa ni la sobrexposición mediática lograron persuadir a los votantes de votar por él. Dicho en otras palabras, a Desbordes y a Lavín no les sirvió ser famosos, ni tampoco las ventajas que tenían por ser incumbentes. ¿Cómo se proyectaría este escenario en las presidenciales? Reflexionemos.

Lo que el equipo de Sichel leyó mal fue que su elección como candidato independiente por la derecha no era un apoyo a su proyecto o, al menos, no en su totalidad. Parte importante de quienes votaron por él lo hicieron para manifestar su malestar con una derecha blandengue, torcida y capturada por dinámicas de poder que impiden el ejercicio del principio de representación. Esta pesadumbre sigue presente en sus dos caminos ideológicos tradicionales: el conservador y el liberal. Ninguno de esos espacios podía habitarlo un candidato como Sichel que, a pesar de su inteligencia y carisma, echó mano de los mismos recursos que antes pavimentaron el fracaso de Lavín y Desbordes. Aunque quiso presentarse como independiente, no pudo establecer distancia de la cocina política del Presidente Piñera. Y la verdad es que el plato que nos mandó a comer este gobierno envenenó nuestra vida común y destruyó nuestras instituciones. Su ingrediente principal fueron los actos de genuflexión permanente ante las extorsiones de la extrema izquierda, que comenzaron con el descabezamiento de ministros y terminaron en el sacrificio de todos los derechos de cuya vigencia dependen la democracia, la justicia y la paz. Este fue otro aspecto que el equipo de Sichel no supo medir. La derecha en sus dos vertientes no necesitaba, como plantean algunos, volver a la política de los acuerdos. Porque sus representantes no saben hacer acuerdos, sino más bien un acto de sometimiento digno de esclavos. La derecha tradicional buscaba garantías de que se pondría freno al proceso revolucionario. Y no, no fue Sichel, ex DC, habitando a la sombra del Presidente Piñera, quien capitalizó dicha demanda. Fueron JAK y Parisi, el primero desde el espíritu conservador, el segundo, desde el libertario. ¿Qué hay detrás de la derrota de los líderes tradicionales del sector?

Nadie atacó a Sichel como se atacó a JAK; tampoco tenía el candidato del Frente Social Cristiano el apoyo empresarial ni mediático de su contendor. Peor aún, todas las sonrisas mediáticas, trayectoria ministerial y encanto de Sichel mostraban su inverso en la caricatura que se hizo de JAK. De ahí que su derrota sea algo más que una mala pasada. Quisiera exponer una hipótesis que nos permita abrir nuestro entendimiento a una dimensión más profunda del fenómeno.

En mi perspectiva, lo que sucedió a Sichel es que él representa a una derecha que tiene el síndrome de la langosta sometida. En su libro 12 Reglas para Vivir, Jordan Peterson explica lo que sucede a este crustáceo cuando es derrotado en la lucha por el territorio: “Si una langosta dominante pierde el combate de forma lacerante, su cerebro básicamente se disuelve y acto seguido se desarrolla otro nuevo, un cerebro subordinado más apropiado para la posición inferior que ocupa.”

Este mecanismo adaptativo es el que observamos en la derecha derrotada por sus dos flancos, liberal y conservador. ¿Cuándo y en qué terreno ocurrió la derrota? Todo empezó con una memoria que no se hizo cargo de las violaciones a los derechos humanos del régimen de Allende que instaló la dictadura de los estómagos y violó sistemáticamente el derecho al autosustento. A ello hay que agregar el desmantelamiento institucional y el robo en la forma de expropiaciones de campos y empresas productivos. Una vez olvidados los crímenes del comunismo y del socialismo en los ’70 fue fácil vencer a la derecha en el terreno de la moral, que es fundamento no sólo de la legitimidad de cualquier proyecto político, sino, además, de la sobrevivencia de los individuos.

Conseguida la victoria -que hoy se quiere consolidar en la Carta Magna con el negacionismo- la derecha empezó a actuar igual que una langosta derrotada. En palabras de Peterson, ella, “debilitada no se rebelará, aceptará su estatus inferior y mantendrá las patas pegadas al cuerpo. Por el contrario, la langosta que ocupa la posición superior […] se jactará de su dominación sobre el territorio sacando a las langostas subordinadas de sus refugios durante la noche para recordarles quién manda.” Es esa dominación por parte de la extrema izquierda del terreno político y cultural- medios de prensa, educación, lenguaje, universidades, centros de estudios, manifestaciones artísticas -lo que tiene cansada a la mayoría democrática y republicana del país. Lo bueno es que el mundo es redondo y la revolución nos mostró el rostro totalitario de juventudes frenteamplistas capturadas por el PC. Ahora hay que dar la batalla cultural y mostrar qué hubo detrás del estallido revolucionario, haciéndose cargo de las legítimas demandas de ciudadanos que salieron a protestar sin haber pensado nunca en que una nueva Constitución resolvería sus problemas. (El Líbero)

Vanessa Kaiser

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