La derecha desatada

La derecha desatada

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Pese a las exiguas cifras que mostró José Antonio Kast en la última encuesta CEP, su irrupción en esta contienda electoral no ha dejado a nadie indiferente. En un sector importante de la derecha, su discurso ha despertado profunda simpatía. El paradigma de aquello se pudo ver en la última Enade, con concurrencia de cientos de empresarios y ejecutivos, donde mientras la presentación de Piñera fue interrumpida una vez por tibios aplausos, la de José Antonio Kast fue vitoreada ¡17 veces! Y bastaba mirar la cara de excitación de parte importante de la audiencia, para darse cuenta de que había ahí una fibra que se estaba tocando adecuadamente.

José Antonio Kast habla de Dios, de militares, de armas y de Pinochet. Pese a que dice que no es Trump, ha usado -con mayor simpatía y con una mejor letra- mucho de lo que ha sido su discurso. Ha apelado al votante duro. En vez de prometer un muro con México, promete trincheras con Bolivia. Promete bajar impuestos y mano dura con la inmigración. Al igual que Trump, lo que está haciendo es radicalizar las posturas. Y ello sintoniza con el votante que considera que el país se está cayendo a pedazos y que la solución tiene que venir con mano dura.

Pese a los cantos de sirena, es probable que la votación de Kast termine siendo exigua. Paradójicamente, le ocurrirá el mismo fenómeno que a su sobrino Felipe Kast, donde fueron muchos quienes habrían votado por él, pero prefirieron asegurar a Piñera antes de darse un gustito personal. Los de Felipe eran aquellos que querían correr el cerco hacia el centro. Los de José Antonio son aquellos que quieren cavar trincheras. Pero el fenómeno, probablemente, será el mismo: terminará ganando el «voto útil». Es que a la derecha la mueve, ante todo, el miedo a la izquierda. Ello es un fenómeno no solo de Chile y no solo de estos tiempos. Ha sido siempre así. Y este 19 de noviembre no será la excepción. Serán muchos cuyo corazón les dirá Kast, pero cuya razón les dirá Piñera.

Pese a lo anterior, el fenómeno de Kast dejará huella, ya que ha vuelto a despertar los «espíritus animales». Y tal como ocurrió con la izquierda hace cuatro años -donde la reflexión en ese sector fue que había que ser de izquierda de verdad y abandonar la «tibieza» concertacionista-, a un sector de la derecha le está ocurriendo lo mismo. Son aquellos que quieren dejar de comulgar con tanto consenso, desempolvar las fotos de Pinochet y volver a poner los crucifijos en ristre. Una derecha que pensábamos terminada, seguía viva. Y Kast ha logrado soplar sus brasas incandescentes.

Lo que ha ocurrido en esta elección da cuenta de un fenómeno mundial: la fragilidad de la representatividad del centro y la polarización de las posiciones. Ello ha ocurrido con las izquierdas y con las derechas, y augura el fin de un período inusualmente poco conflictivo en el mundo occidental, como han sido las últimas décadas.

Por el lado de la izquierda, ello se ha visto claramente en el desplome de la socialdemocracia. Ha ocurrido en Francia, en España, en Alemania y en muchos otros países. La reflexión ha sido la misma: la izquierda que ha cohabitado con el mercado y que se convenció de las bondades de la democracia no es izquierda. Ello ha levantado a la «nueva izquierda» de la mano de «El Capital», de Marx, y del poder de la asamblea. Por el lado de la derecha ha ocurrido lo mismo. La reflexión es que hubo demasiadas condescendencias. Demasiada preocupación social y demasiada tolerancia. Ello explica el auge de las derechas nacionalistas, xenófobas o, simplemente, las «derechas-derechas».

Piñera ha logrado resistir la tentación. Y como nadie sabe para quién trabaja, lo que ha logrado Kast es posicionarlo como un moderado. Una etiqueta que no es artificial, pero que ha quedado mejor expuesta en el contraste y que le termina sumando votos.

Sin embargo, una vez instalado en el gobierno, la tensión aflorará indefectiblemente. Y serán muchos quienes propiciarán que «ahora sí hay que hacer un gobierno de derecha». Serán quienes llamen a terminar con lo que Kast llama «la derecha acomplejada». Serán aquellos que propiciarán reemplazar la retroexcavadora por el bulldozer . A Kast se le sumará Ossandón. A Ossandón se le sumará Carlos Larraín y a Carlos Larraín se le sumará gran parte de la UDI. Y es ahí donde Piñera deberá mostrar sus dotes de estadista, y elegir entre hacer un gobierno moderado, de centro y de consenso, o hacer un gobierno «de derecha de verdad».

Es claro que al país le conviene lo primero.

 

El Mercurio

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