La democracia está en riesgo y, a diferencia de lo que nos cuenta la historia, quienes minan sus cimientos, hoy se encuentran dentro del juego democrático.
Las primeras décadas del siglo XX fueron testigos de la materialización de la Revolución Marxista de la mano de los líderes soviético quienes exportaron al mundo su modelo. La dictadura del proletariado se lograba con una revolución armada que atentaba contra las libertades fundamentales del ser humano. El pensamiento crítico se transformó en un riesgo para quien expusiera sus ideas, ni hablar de pensar distinto al régimen y hacerlo público, no había oposición y todos debían seguir, sin cuestionamientos, las normas impuestas por esa “élite”.
En ese escenario mundial aparece Chile. Un país pequeño al final de América del Sur y donde la revolución armada no tenía cabida. Las FF.AA. chilenas no apoyarían nada que fuera contra esa identidad nacional que tanto había costado consolidar. A Salvador Allende no le quedó más que usar la democracia como instrumento político. Después de tres derrotas electorales, en su cuarta vez compitiendo logró llegar a La Moneda, cumpliendo plenamente el proceso democrático de la época logró su objetivo y con él, instaló a la Vía Pacífica al Socialismo Chileno en la mira de la izquierda internacional.
Llega el siglo XXI y con él una nueva forma de revolución: Los revolucionarios de antaño ocupaban puestos políticos y levantaban la bandera de la democracia.
La Vía Pacífica de Salvador Allende se extendía por Latinoamérica y Nicolás Maduro no hizo más que recordarlo el fin de semana. Con matices, por supuesto, Venezuela ha usado a la democracia como el instrumento de la revolución y para eso ha recibido el apoyo no sólo de representantes de un partido oficialista chileno, sino que de los políticos de izquierda del mundo entero.
La legitimidad que las armas le daban al proceso en el centenio pasado ya no tiene el mismo efecto por eso, durante la semana escuchamos a políticos como Marco Enríquez-Ominami o Karina Oliva referirse al proceso transparente y a lo alcanzado en las urnas. Hoy, sólo la democracia como instrumento le otorga la legitimidad a la revolución.
La democracia nace en la antigua Grecia y se construye sobre los principios de igualdad de derechos y de palabra para todos los ciudadanos, con el tiempo, evolucionó hasta transformarse en la mejor forma de gobierno conocida hasta hoy y donde la libertad se encuentra en la base.
Usarla mañosamente para construir el relato de la revolución marxista moderna, no hace más que destruir la libertad base que los ciudadanos requieren. Libertad que les permite elegir a quienes mejor los represente para liderar el gobierno y al mismo tiempo cambiarlos si es que no se logran las expectativas.
No podemos ser testigos de cómo usando a la democracia otros construyen dictaduras. Debemos ser activos en una defensa firme, fuerte y clara. Esta forma de gobierno ha sido transformada en un instrumento político que destruye el corazón de una sociedad libre, al igual que el famoso caballo lo hizo con Troya. (El Líbero)
Pilar Lizana