En los debates presidenciales de las noches del lunes y martes pasado —donde participaron los derechistas Joaquín Lavín, Ignacio Briones, Sebastián Sichel y Mario Desbordes, y los izquierdistas Daniel Jadue y Gabriel Boric— se confirmó que los candidatos derechistas tienen más puntos en común que diferencias mientras que las dos candidaturas izquierdistas comparten su ambiciosa intención de lograr que esas políticas anti-mercado que no han funcionado en ninguna parte del mundo logren funcionar en Chile. Aunque muchos se han centrado en comentar las peculiares sugerencias de reformas enunciadas por los candidatos de izquierda, lo cierto es que los candidatos de ese sector sienten que su discurso es ganador y perciben que lo que ellos dicen está más en sintonía con lo que la gente demanda y quiere. Por eso, los candidatos de izquierda no se preocuparon de hablar de crecimiento económico o de cómo van a pagar sus ambiciosos planes de mayor gasto público. Como están diciendo lo que la gente parece querer oír, los candidatos de izquierda no abusaron de los adjetivos y de la victimización. Después de todo, la lógica de que el pueblo es puro y la elite corrupta la manejan a la perfección —aunque ellos mismos sean destacados miembros de la elite económica nacional.
Los candidatos de derecha, en cambio, aparecieron incómodos, tratando de compartir su determinación a construir un Chile distinto con su preocupación por poner el foco en el crecimiento económico, la libre competencia y los riesgos que implica entregar demasiado poder al Estado. Pero mientras los candidatos izquierdistas hablaban desde la convicción, los derechistas hablaban desde las disculpas y los mea culpa. Buscando aparecer más cercanos a las demandas de la gente, compitieron por ver quién se podía distanciar más del gobierno del Presidente Piñera. Pese a haber sido todos ministros de su gabinete, ninguno de los candidatos buscó posicionarse como el abanderado de la continuidad de las políticas de Piñera. Si bien eso es comprensible, dada la impopularidad del Presidente saliente, la actitud de avergonzarse de las ideas que promueve la derecha y de los valores que la derecha defiende en el mundo constituye un mal augurio para lo que se viene en Chile el resto de 2021.
La razón de esa timidez puede explicarse por el calendario electoral y constitucional. Como las elecciones presidenciales se realizarán a la par del proceso constituyente, las deliberaciones de la convención afectarán directamente lo que se discuta y prometa en campaña. La timidez de los candidatos derechistas para defender sus valores y principios se puede explicar por el hecho que la convención constitucional establecerá los parámetros de lo que será la campaña presidencial a partir de agosto. Los candidatos presidenciales terminarán siendo teloneros para el plato fuerte en el que la convención constitucional sea la protagonista.
Es comprensible que eso sea así. Después de todo, aún si la victoria en la contienda presidencial va a un candidato de Chile Vamos, la convención constitucional podría optar por debilitar a tal punto los poderes y atribuciones del Ejecutivo que el próximo presidente sea incapaz de ejercer un papel relevante. Si los candidatos presidenciales se distancian en su discurso y promesas de lo que quiere la convención constitucional, la convención le pondrá una camisa de fuerza excesivamente limitante al poder Ejecutivo. Como el próximo presidente será electo a fines de 2021, pero la convención constitucional seguirá redactando la Constitución hasta julio de 2022, cualquier decisión contraria a los deseos de la convención constituyente que tome el próximo presidente de la república será motivo suficiente para que la nueva Constitución establezca un poder ejecutivo especialmente débil.
Por eso, en los debates que ya ocurrieron y en los que se vendrán, los candidatos presidenciales deberán ser especialmente cuidadosos de no apartarse de la línea oficial de cambios y reformas que estará impulsando la convención constitucional. Porque la convención tiene la facultad de limitar el poder que tendrá el próximo presidente, resulta inviable que los candidatos presidenciales marquen distancia de las prioridades que ya se dibujan como esenciales para la convención constituyente. Aunque algunos insistan en creer lo contrario, la elección de los miembros de la convención constituyente fue un hito mucho más importante que la elección del próximo presidente de la república que ocurrirá a fines de 2021. (El Líbero)
Patricio Navia