Sorprende la insensibilidad de algunos sectores del sistema político y de la opinión pública, que tratan los cambios en expectativas de crecimiento como algo lejano, un problema de los empresarios grandes o, cuando más, el costo que sería necesario pagar para alcanzar una sociedad más justa. La realidad es que la pérdida de crecimiento es pérdida de progreso para la clase media, menores oportunidades de trabajo y menos recursos fiscales para transferencias a los más pobres; en definitiva, mayor desigualdad en salud, educación y pensiones.
En términos monetarios, dos puntos de menor crecimiento implican que Chile dejará de generar, durante este año, aproximadamente 4 billones de pesos (5 mil millones de dólares). En magnitud, esta cifra equivale a borrar el PIB de las regiones de Arica y Parinacota, Magallanes y Aysén, sumadas.
La recaudación tributaria se reducirá en aproximadamente 1.500 millones de dólares. Con esos ingresos se podría haber financiado, por ejemplo, la construcción de cinco hospitales de alta complejidad; un incremento en la pensión básica solidaria de $160.000 al mes para cada beneficiario; o las viviendas básicas para un significativo número de personas que no tienen un hogar.
Aun cuando algunas de estas políticas puedan realizarse con otros fondos, el impacto del menor crecimiento afectará transversalmente a la ciudadanía y posiblemente generará renovada frustración en muchos compatriotas. Miles de pequeñas y medianas empresas sufrirán el estancamiento en la demanda por sus productos, tendrán dificultades en cumplir sus compromisos crediticios y contratarán menos personas. Muchas pymes estarán en peligro de quiebra. En emprendimientos y empresas de todo tamaño, el menor crecimiento impactará las decisiones de inversión y la creación de empleos. Los sueldos reales y otros ingresos de las personas no podrán aumentarse en lo anhelado en el escenario de crecimiento original.
Los sueños de ser un país desarrollado, de superar la pobreza, de consolidar instituciones democráticas fuertes se desvanecen tristemente y hoy no parecen más que “ilusiones perdidas”, como los sueños de gloria del joven de Rubempré, en aquella gran novela de Balzac.
Karin Jürgensen
Decana de Ingeniería Comercial
Universidad de los Andes


