¿Hostilidad y arrogancia constituyente?-Germán Gómez

¿Hostilidad y arrogancia constituyente?-Germán Gómez

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El desafío de elaborar una nueva Constitución Política es tan crucial para el desarrollo del país, que sorprende y molesta la hostil declaración que han hecho una treintena de constituyentes articulados por los colectivos La Lista del Pueblo, Asamblea Popular y Modatima. Comienzan afirmando: “Estamos ante un nuevo ciclo histórico en Chile. Este cambio, así como el proceso constituyente que lo acompaña, no se lo debemos a nadie más que a la fuerza ineludible y desbordante con que nos hemos levantado como pueblos”.

Si esta definición es desafiante, disgregadora, muy lejos del espíritu convocante de unidad, el texto completo deja explícito su ánimo arrogante, hegemónico, hostil y en gran medida, absolutista. Declaran, como si se tratase de esas homilías propias de organizaciones supremacistas, que “el poder constituyente originario es un poder plenamente autónomo que se establece para reordenar el cuerpo político de una sociedad…”.

Al respecto, conviene tener presente que desde los albores de la configuración de nuestro país como una nación libre, jurídicamente independiente y que buscaba proyectar una soberanía basada en su propio autogobierno, se veía que era fundamental comprender que ningún sector político o institución podía arrogarse la identidad que corresponde a todos. Camilo Henríquez,  por ejemplo, compartió una reflexión que parece muy apropiada al propósito y misión que tienen los constituyentes hoy: “¿Qué es el pueblo? Nos parece que bien definida esta voz, se resuelva con facilidad todas las cuestiones relativas a sus facultades. El pueblo es la universalidad de los ciudadanos. Ninguna población, ningún cuerpo particular, ninguna reunión de individuos puede arrogarse el nombre de pueblo, o a lo menos con respecto a la autoridad, que debe ejercer, que es el único sentido en que aquí lo consideramos. El pueblo es la sociedad entera, la masa general de los hombres, que se han reunido bajo ciertos pactos. Si una corporación, por más distinguida que sea, se llama el pueblo, además de decir una mentira absurda, comete una gravísima injusticia, porque priva del derecho de sufragio al resto de los ciudadanos, que componen una mayoría inmensa. En una palabra, el pueblo es la nación…”. Como anécdota, vale recordar que Henríquez, ya de regreso al país a instancias de Bernardo O’Higgins, asume como redactor del Diario de la Convención de Chile.

Los constituyentes deben asumir con humildad, sensatez y sentido de responsabilidad la investidura temporal que la ciudadanía les ha conferido en el objetivo de proponer una Constitución Política que dé continuidad a nuestra cultura e identidad histórica. La misión que tienen los obliga a someter sus pasiones bajo la dirección de una racionalidad crítica pero convocante, asumiendo una conciencia de nación por sobre su mera subjetividad o por sobre las pautas que les imponen sus colectivos. En este preciso contexto vale tomar en cuenta a Tocqueville en cuanto a que los constituyentes pongan en práctica costumbres democráticas. (El Líbero)

Germán Gómez

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