Histórico intermezzo en la dinastía de los Castro

Histórico intermezzo en la dinastía de los Castro

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Cuba ha entrado a un ciclo de dimensiones históricas, donde el apellido Castro podría empezar a difuminarse y pertenecer más al pasado que al presente. Sin embargo, lo más probable es que los cambios introducidos desemboquen en un interregno y no en una transición hacia mayores márgenes de libertad. La razón es simple. La nueva generación -hijos y nietos de los dos líderes revolucionarios- están en una especie de compás de espera, como inmersos en una ardiente paciencia. Eso permite conjeturar que, finalmente, el factor dinástico del régimen podría terminar imponiéndose.

Raúl Castro fue muy claro a la hora de presentar su renuncia. Se trata de un paso “forzado por las leyes inexorables de la vida”. Informaciones dispersas sobre los descendientes suyos y de su hermano Fidel, hablan de apetitos familiares, mucho más conectados con la idea de tomar la posta que con compartir el poder junto a allegados. Por eso, las palabras de Castro no deben conducir a equívocos. En el clan hay indicios de un no-deseo de abandonar el trono. Lo puesto en escena esta semana se asemeja más a un intermezzo.

Ello invita a pensar en las fuertes complejidades que se avecinan. No habiendo un heredero designado y ante portas de disputas fratricidas, los elegidos como regentes podrían estar en el peor de los mundo. Gobernar sin saber a quiénes y asumir un mandato, a la espera de lo que resuelva la familia real.

Por eso, un mínimo esfuerzo por objetivizar la nueva situación debería llevar a Miguel Díaz-Canel (como jefe de Estado) y a Manuel Marrero (como jefe de Gobierno) a tener en consideración tres factores muy cruciales.

Uno, la velocidad que tomen las disputas intra-familiares al interior del clan de los Castro. Estas podrían agravarse tras el retiro de Raúl, toda vez que el patriarca residirá de ahora en adelante, y de manera definitiva, en una villa que posee en las cercanías de Santiago de Cuba, en el suroriente de la isla. Su ausencia física de La Habana implicará que ya no arbitrará las frecuentes disputas domésticas.

Dos, la maduración del proceso cultural disidente. Este movimiento ha ido in crescendo en los últimos meses, especialmente en torno a grupos musicales y a las generaciones más jóvenes, del todo impermeables a los discursos ideologizados. Esto plantea un desafío mayúsculo, tanto para la familia real, como para toda la casta gobernante, obligada a encontrar a la brevedad una nueva narrativa.

Tres, la demanda por reformas de larga duración. Esto es particularmente sentido en el sector terciario de la economía. La famosa Apertura de Raúl, que llenó de esperanzas a toda esa gama de izquierdistas que fluctúan entre la simpatía comprensiva y el fanatismo revolucionario, no pasó de ser un conjunto de medidas económicas acotadas y superficiales. Incluso los más escépticos, fascinados con el impensable recital de los Rolling Stones en marzo de 2017, o con el desfile de modas de la Casa Chanel con la presencia de Karl Lagerfeld y Gisele Bündchen, se vieron finalmente defraudados por estas tímidas e inestables reformas conocidas en el país como ordenamiento.

Estos tres factores representan razones de peso suficiente como para pensar que lo visto es sólo un intermezzo. De lo que ocurra en el largo plazo, poco se puede especular. Y es que poco o nada se sabe de las ideas políticas al interior de la vasta prole de Fidel, o en los descendientes de Raúl. Observaciones generales sugieren disputas más por el status que por iniciativas renovadoras del modelo heredado.

Esta constatación confirma que el desmedido celo por el hermetismo sobre sus relaciones personales perjudica finalmente a los descendientes de Fidel. De partida hay poca claridad acerca de cuántos hijos tuvo. De manera documentada se habla de siete, partiendo por su primogénito, Fidelito, considerado príncipe heredero por décadas y suicidado hace dos años, cuando vivía en una especie de ostracismo luego de haber sido alejado de cargos relevantes por su fracaso administrando un proyecto de energía nuclear. Luego, Alina se fugó a Miami en los 90, quedando los cinco hijos que tuvo con la discreta Dalia Soto del Valle (Alexis, Alex, Alejandro, Antonio y Angel). Se comenta que sólo el último está relativamente alejado de las disputas políticas. Los otros combinan sus ambiciones con actividades como socialités del jet set local. Alejandro, por ejemplo, fue uno de los anfitriones de Naomí Campbell y Paris Hilton. Por su parte, los nietos han preferido actividades comerciales, siendo el más conocido, Sandro, ese joven empresario nocturno cuya afición por los autos de lujo corriendo por las destartaladas carreteras cubanas fue viralizada en redes sociales hace un par de meses.

Raúl Castro en cambio sólo tuvo cuatro hijos, Alejandro, Mariela, Deborah y Nilsa, advirtiéndose en todos ellos, salvo en esta última, muy fuertes ambiciones políticas. De Alejandro Castro Espin, el mayor, provienen las pulsiones más fuertes por un próximo ascenso al trono. De él dependen desde hace algunos años los servicios de inteligencia y las FFAA. Su poder quedó en evidencia en 2009 al provocar la caída simultánea de sus rivales, el Premier Carlos Lage, el canciller Felipe Pérez-Roque y el jefe de gabinete de Fidel Castro, Carlos Valenciaga, captados mofándose de la vieja guardia revolucionaria en actividades sociales con inversionistas extranjeros. Otro descendiente con ambiciones de calado es Raúl Rodríguez Castro (alias el Cangrejo), el joven jefe de los escoltas de Raúl Castro e hijo de Deborah con Luis Alberto Rodríguez López-Callejas, jefe de GAESA, el principal grupo empresarial militar del país. En tanto, Mariela considera que el momento de una mujer también ha llegado a este país, máxime ahora que se plegó a la causa de las minorías sexuales, procurando dejar en el olvido los fusilamientos masivos ocurridos durante gran parte de la revolución.

Sea cual sea el desenlace -la entronización de un nuevo Castro o la prolongación del mandato de los regentes-, sobre la isla se abalanza el fantasmal espectro de lo ocurrido en regímenes similares. Por un lado, está esa angustiante pesadilla de colapsos vertiginosos, desaparición de países y formación de otros, cambios de fronteras, juicios sumarios y hasta la proscripción de los partidos comunistas. Por otro lado, aquellos regímenes que lograron sobrevivir en base al nacionalismo y la represión brutal, como la propia Cuba, Norcorea y algunos asiáticos post-soviéticos, terminaron con una imagen internacional muy deteriorada al ser considerados satrapías y vestigios de la Guerra Fría.

En suma, algo pedregoso se ve el camino para los descendientes de Fidel y de Raúl. El histórico tránsito inaugurado por la casta gobernante enfrenta innumerables desafíos. En lo inmediato, la evolución dependerá de las habilidades que muestren Díaz-Canel y Marrero para que el nuevo ciclo no se descarrile prematuramente. Mientras, en el largo plazo, todo terminará subordinado al desenlace de la pugna entre ambas progenies de la familia real.

¿Cuánto durará su quebradiza lealtad? Ahí ha comenzado a jugarse el verdadero destino del régimen. (El Líbero)

Iván Witker

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