Guaidó: “Hay mucho miedo en las Fuerzas Armadas, mucha persecución”

Guaidó: “Hay mucho miedo en las Fuerzas Armadas, mucha persecución”

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Juan Guaidó (La Guaira, Venezuela, 1983) llega al hotel de Caracas donde está programada la cita con EL PAÍS pasadas las ocho de la tarde del martes. Acaba de recorrer la ciudad en una nueva jornada de concentraciones contra Nicolás Maduro. Sus seguidores se movilizaron en esta ocasión tras un apagón de más de cuatro días y en medio de una grave crisis de suministro de agua potable. El presidente de la Asamblea Nacional, reconocido como mandatario interino por más de 50 Gobiernos, lleva casi dos meses tratando de desalojar al sucesor de Hugo Chávez con la ayuda de la presión internacional.

La Fiscalía le acaba de abrir una investigación por supuesta implicación en lo que el chavismo considera un sabotaje dirigido por Estados Unidos. El político venezolano no muestra preocupación. Su objetivo sigue intacto: lograr la renuncia del Gobierno, poner en marcha un proceso de transición y convocar elecciones libres. Para conseguirlo, asegura, hay que contemplar “todas las opciones”, aunque rechaza referirse abiertamente a una intervención militar.

La Asamblea Nacional ha decretado el “estado de alarma” en el país. ¿En qué se traduce esta decisión, más allá del simbolismo?

El estado de alarma es producto de una conmoción generada por causas políticas. Normalmente, este tipo de recursos se utilizarían en situaciones de catástrofe climática o un desastre natural. Hoy en Venezuela no gozamos de normalidad. En un país normal habría entrado ayuda internacional. Aquí el régimen no ha dado todavía una versión oficial técnica de lo que sucedió y denuncia a un periodista venezolano, Luis Carlos Díaz, por ataque cibernético. Creó la crisis por no observancia del mantenimiento, por impericia en el uso de los sistemas, por corrupción en la contratación. Debíamos responsablemente decretar la alarma, explicar las razones. Sabíamos que el régimen iba a contrastar con una versión tan alocada como un ciberataque a una computadora que es analógica para protegerse precisamente de cualquier ataque. Lo hicimos para poder responder políticamente y esperemos técnicamente en el corto plazo.

La Fiscalía le ha abierto también a usted una investigación por “presunta implicación”.

Fue un show propagandístico de alguien sin competencias (el fiscal), como no las tenía para prohibirme la salida del país.

El chavismo habla de sabotaje y no ha presentado pruebas. ¿Pero ustedes tienen pruebas para defender su versión?

Un informe presentado en el 2017 en el Parlamento donde dice que se robaron 100.000 millones de dólares (88.474 millones de euros), las empresas que fueron contratadas, los desembolsos de dinero, el voto de censura a Motta Domínguez como ministro de Energía. Las presentamos hace dos años y advertimos de la emergencia y propusimos soluciones incluso en ese momento. Ahí está la gran diferencia.

Dos semanas después de la operación para introducir ayudas en Venezuela, un vídeo publicado por The New York Times muestra que alguien lanza un cóctel molotov desde el lado colombiano, lo que provoca el incendio de uno de los camiones.

Es difícil que, basado en eso, tres gandolas [camiones] se hayan quemado. Y se ve claramente quien bloquea el camión, quien dispara bombas lacrimógenas, y que luego de un rato de refriega el que responde es el manifestante frustrado de no poder ingresar la comida. Así que la misma argumentación que defiende el régimen creo que no tiene sentido cuando ellos utilizaron presos, colectivos armados para disparar a indígenas, para bloquear caminos con ayuda humanitaria.

A finales enero, en otra conversación con EL PAÍS, le preguntamos si Venezuela no corría el riesgo de enfrentarse a un impasse. Un escenario en el que nadie gana y nadie pierde que pueda prolongarse en el tiempo. Confió en que no pasaría. Al final, ¿es lo que está sucediendo?

Nosotros tenemos 20 años en este proceso y hemos visto el desmontaje del Estado de derecho, hemos visto la persecución, hemos sufrido la persecución y tenemos 40 días en esta parte del proceso, que no llegó sola. Luego de haber construido mayoría, luego de haber fundado partidos políticos, de haber ganado el Parlamento nacional, protestado, exigido, visibilizado la crisis, llegamos al hoy y el ahora. Y el que pone hoy costo a la transición, el que pone costo a la mejora social, el que bloquea caminos es Maduro. Cree que gana en una falsa resistencia. Ya ni habla de actos de gobierno, habla de que resistieron un ataque que no existió. Si va a inventar un sabotaje que no existió, por lo menos debería salir ganándolo. Pero la variable de victoria es que resistieron un ataque que ellos mismos desataron por la corrupción. Y dicen que deben salir los colectivos armados. Es una apología al odio, al delito, al crimen. Para nosotros este es tiempo perdido.

¿Y mientras tanto sus seguidores no se pueden desanimar?

Todos los procesos sociales sufren altos y bajos, lo hemos vivido en Venezuela en 2014, 2015, 2016, 2017, 2018 y 2019. Es un proceso muy intenso para nosotros, que no empezó hoy y no va a terminar hasta que logremos el objetivo, que es la democracia y la libertad en nuestro país. ¿Vamos a tener desgaste y tenemos riesgos? Sí. Muchos. De vida, de prisión, familiares, pero es el proceso que nos tocó vivir a los venezolanos y que una generación heredó. Yo no voté por Chávez, no podía hacerlo, tenía 15 años cuando llegaron y vi cómo se vino a pique un país con reservas petroleras gigantescas. Era muy fácil soñar con una Venezuela próspera. Pero si algo tiene claro la gente es que con Maduro no hay ningún tipo de futuro ni siquiera hay presente.

Sus llamamientos continuos a las Fuerzas Armadas han producido muchas deserciones, pero no hay una fractura de la cúpula. Al menos no se ve. ¿Sigue creyendo que se puede producir?

Confío en el venezolano, primero. Y los militares son venezolanos. Hay mucho miedo en las fuerzas armadas, mucha persecución. Como parte de la decisión de ayer [la alarma nacional declarada el lunes] me han llegado muchos contactos. De generales hasta capitanes, tenientes, que me han dicho cosas como mándele un audio a mi mamá, como estamos contigo, pero no hay un liderazgo claro dentro de las fuerzas armadas. Hay un quiebre en las fuerzas armadas cuando hay miles de oficiales que se atreven a ponerse del lado de la Constitución. Así que, ¿esperamos más? Claro que esperamos más.

¿Quiere decir que, según usted, es cuestión de tiempo?

Es la primera vez que nos comunicamos con las fuerzas armadas. Tuvimos años de separación. La relación entre ciudadano y Estado es muy hostil en Venezuela. Es de terror o de subsidio en el mejor de los casos. A mí me ha sorprendido el respaldo que ha tenido la propuesta de la ley de amnistía y el venezolano ha entendido que los necesitamos para el cambio primero, para el cese de la usurpación, luego para la transición y para que se ponga del lado de la democracia para siempre.

El sábado mencionó un artículo de la Constitución, el 187.11, que autoriza una intervención en territorio venezolano. Dijo que se plantearía cuando llegara el momento. ¿Qué quiere decir?

Nosotros hemos intentado todo en Venezuela. Literalmente. Siempre en el marco de la no violencia. Y vamos a insistir. Si un futbolista falla un penalti no quiere decir que un penalti no sea un mecanismo para hacer gol: la protesta pacífica, el ejercicio de nuestros derechos, la insistencia. Pero también se siente la frustración en cierto sentido. ¿Cómo se defiende un venezolano de un colectivo armado? ¿Cómo se defiende un venezolano de grupos paramilitares hostigándolo constantemente? ¿De un régimen que secuestra a las fuerzas armadas y les niega la comida y las medicinas? Hay un dilema franco, que es de protección al ciudadano. Garbiñe Muguruza nació en Guarenas-Guatire, a los cuatro o cinco años se mudó a España. ¿Si se hubiese quedado en Venezuela hubiera llegado a ser la número uno del mundo? No es solamente el costo que estamos pagando hoy, sino el costo de oportunidad de social. Entonces, para nosotros es una responsabilidad hablar de todas las opciones.

¿No se arrepiente de un tuit, publicado hace tres semanas, en el que defendía que debían contemplarse todas las opciones “para lograr la liberación”? Fue interpretado como alusión a una intervención.

Creo que fue responsable. Creo que responsablemente debo hablar de todas las opciones para lograr el cese de la usurpación.

¿Y considera probable o posible una intervención extranjera?

Es una opción obviamente polémica. Si usted le pregunta a cualquier ciudadano del mundo si quiere guerra o paz, el 99,9% va a decir paz. Ese no es un dilema. Nosotros lo que queremos hacer responsablemente es cubrir todas las etapas para salir de una dictadura y lograr todos los apoyos necesarios para proteger a nuestra ciudadanía. Debemos necesariamente enfocarlo en ese sentido. Además, aquí no hay posibilidad de una intervención, porque hay un Gobierno en ejercicio, encargado [en referencia a su equipo], que tiene capacidad de pedir cooperación. Ahora, no solamente depende de nosotros, sino de la posibilidad de cooperación de algunos países.

¿Con cooperación se refiere a lo que se vio en la frontera el pasado 23 de febrero? ¿Hace algún tipo de autocrítica sobre esa operación?

Claro, porque no logramos entrar con la mayoría de lo que queríamos entrar. En ese sentido, hay que revisar cómo entras. Ahora, la acción, el objetivo sigue vigente. Y se ve más claro aún cuando se va la luz y es más necesaria la ayuda. Entonces, objetivo, metodología, respaldo internacional, generación de tejido social para crear voluntarios para lograr la presión para que ingrese la ayuda. Todo eso creo que es óptimo.

¿Y demasiado protagonismo de EE UU y de Donald Trump en esta crisis no puede restarles credibilidad ante una parte de la opinión pública o Europa?

Lo primero que tengo que reconocer es la determinada posición de la Administración Trump respecto a lo que pasa en Venezuela, como fue la de Perú, Colombia, Brasil, Paraguay, la de Sebastián Piñera, Mauricio Macri o Lenín Moreno. Debo agradecer a la Administración de Trump, insisto, como agradezco a la de Duque, la de Bolsonaro, a los eurodiputados que han hablado muy claramente, a los partidos políticos en España, a Australia, a Japón, a Marruecos, a Corea del Sur. Este no es un tema de un país u otro. Es un tema de un reconocimiento claro internacional a la crisis que vive Venezuela.

¿Por qué no convocó elecciones al cabo de 30 días como establece el artículo 233 de la Constitución, al que usted apela?

Porque no estamos en un proceso de elementos simbólicos. Si vamos a una elección, sería similar incluso a lo que hizo Maduro el año pasado [cuando la mayoría de las fuerzas opositoras no participaron]. Iría yo solo y eso no es una elección. Para eso tenemos que tener una transición, la construcción de los factores políticos, la reinstitucionalización del país. Esa una elección real, libre, con un árbitro imparcial, observación internacional, con garantías para todas las partes. Con el derecho a elegir y ser elegido, que parece una tontería. Algo trivial, pero estamos disputándonos eso.

¿Recibe instrucciones de Leopoldo López, como dicen sus críticos?

Creo que es un ataque incluso ocioso, banal. Yo formo parte de Voluntad Popular. Leopoldo fue el coordinador nacional del partido. Hay muchas visiones que son consensuadas, como debe ser en política, con construcción de consenso. Querer hacer ver que estamos o no tutelados por Leopoldo o por Estados Unidos, el Grupo de Lima, es estéril. Es tratar de minar un liderazgo que ha sido una construcción colectiva del momento que vive Venezuela. Diría Ortega: “Soy yo con mi circunstancia”. Ni siquiera es un ataque, es un elemento ocioso. Estamos haciendo un gran esfuerzo en conjunto con Leopoldo, con Henrique, con María Corina, con Henri Ramos, con el chavismo disidente incluso.  En este momento soy el presidente encargado de Venezuela.

 

Agencias

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