Grecia, raíz del abismo

Grecia, raíz del abismo

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Se habla en demasía de la diferencia de culturas. La analogía de las sociedades humanas destaca tanto como sus diferencias. En Chile, el tema del momento nos debe llevar a pensar en esta dimensión. Porque, veamos, ¿qué sucedió en Grecia?

Uno de los típicos desórdenes financieros, aunque de manera más marcada y con una reacción popular más alimentada por la cólera. Se le añadía la evasión sistemática de impuestos por parte de todos, en corruptela generalizada y, guinda de la torta, se ocultaron cifras ante la Unión Europea. Frente a esto, en lo único que les doy la razón a los críticos de la «Troika» es que esta -el Fondo Monetario Internacional, Bruselas y el Banco Central Europeo- debió antes haber estado sobre aviso de la crisis que venía. Por qué fallaron en este sentido es una pregunta quemante a la economía política. Lo mismo fue ante Chile en 1981, Argentina en 2001 o la misma subprime más reciente.

Existe, sin embargo, un factor puramente griego: es la victimización de sí que se expresa a lo largo del siglo XX hasta ahora. Tiene un fundamento, y también es un mal hábito que arraiga. De lo primero está la espontánea comparación que se hace con la Grecia clásica, una cumbre inigualada en la historia humana. Nadie se la podría con una carga así. Esta conciencia se hace más irritante por los cinco siglos en los que fue posesión del Imperio Turco, hasta comienzos del XIX, y una guerra más cruel con Turquía a fines de la Primera Guerra Mundial, con una estela conflictiva que solo desde hace muy poco parece moderarse. Quizás aquí se originó esa mentalidad de que sustraerle al Estado es un acto legítimo, ya que es el enemigo; una vez independiente, la peculiaridad mental se reproduce.

Sello trágico de esta condición fue la Segunda Guerra Mundial, donde Grecia intentó ser neutral hasta ser invadida por Mussolini y después ser ocupada cruelmente por Hitler (Alemania después ya pagó muy duro). Un colofón de esto fue la típica guerra civil que le siguió, entre marxismo y antimarxismo (1944-1949), y que internacionalmente vino a ser el «estallido» de la Guerra Fría. La inestable democracia que le sigue se rompe con el régimen militar (1967-1974) y luego un restablecimiento de la misma, con un panorama más prometedor, que abrió paso a una relativa paz de los espíritus entre la derecha y los socialistas, encarnados principalmente en dos familias emblemáticas, los Karamanlis y los Papandreu, parecía abrir las puertas a una modernización ejemplar. La crisis a partir de 2008 hizo ver la corrupción larvada y el sistema político hizo agua, aunque por cinco años el electorado confió en la derecha moderada. Grecia sigue hundida en la crisis (en España al menos hay una lucecilla al final del túnel) y esto es lo que acaba de desembocar en la tentación populista, que por antigua experiencia es difícil que arribe a algún puerto, no al menos de acuerdo a lo que expone en su discurso. No olvidemos, sin embargo, una falla telúrica, el orden financiero y la corrupción. La situación pudo ir por un derrotero más prometedor.

Lo griego del asunto se funde con un problema reiterado en la Europa mediterránea, en América Latina y a lo que se llamaba Tercer Mundo: la dificultad de aprendizaje de las virtudes políticas que tienen que ver con la experiencia, la inteligencia práctica, el aparejar la regulación a la espontaneidad necesaria de las acciones humanas. En Grecia, como en nuestro país -aquí una crisis autoinducida-, justo cuando en los últimos 40 años parecía alcanzar el estatus de país europeo «normal», se desmorona el castillo. ¿Era de naipes? Lo peor, aquí o allá, sería reaccionar con un retorno al cero.(El Mercurio)

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