Gobierno disociado

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Un discurso políticamente correcto, pleno de señas y gestos hacia los más diversos sectores. Que, entre los aspectos valiosos, se mantuvo en los marcos de la tradición republicana. En contraste con muchas escenas observadas en la Convención Constitucional, aquí, en el Congreso pleno, el himno y la bandera se desplegaron como siempre, rindiendo homenaje a la larga historia que representan.

En su primer mensaje presidencial, Gabriel Boric no dejó de insistir en el imperativo de la unidad, que los problemas del país no podrán ser abordados sin acuerdos, en el marco de las instituciones. Reafirmó su compromiso con una agenda de cambios, pero sin guiños a lógicas y sensibilidades refundacionales. Hubo condena para las violaciones a los DD.HH. ocurridas en dictadura y en el contexto del estallido social, pero también, un claro reconocimiento a los avances que el país ha tenido desde 1990.

Como era esperable, en el discurso presidencial se desplegaron una gran cantidad de anuncios sectoriales; por lo general, reiteraciones o precisiones de iniciativas presentes en su programa de gobierno. Tuvo el mérito de insistir en que todos los cambios deben hacerse en paz y por vías legales. Condenó la violencia y transmitió un espíritu de optimismo en el futuro, destacando desafíos en materia de inclusión y productividad. Tuvo, por último, la valentía de señalar al Apruebo y Rechazo, como opciones igualmente legítimas frente al plebiscito de salida.

Con todo, fue inevitable constatar que el Presidente Boric y su gobierno parecen simplemente no percibir la profundidad de la crisis política, institucional, económica y sociocultural que atraviesa el país. Los grados de violencia e inseguridad que se viven todos los días en la Macrozona Sur, el drama humanitario que la inmigración ilegal está generando, la degradación y destrucción de los entornos urbanos, el deterioro del orden público y de la convivencia entre las personas, entre otras cosas.

En una palabra, escuchamos a un presidente lleno de desafíos y buenas intenciones, pero que parece no dimensionar las causas y el alcance de lo que estamos viviendo. Las secuelas del estallido social, la pandemia y ahora la guerra en Ucrania se profundizan día a día, el terrorismo en el sur, el creciente control territorial por parte de los narcos y el crimen organizado, los flujos de migración ilegal y, finalmente, los efectos económicos de una curva inflacionaria con caídas en la inversión y el crecimiento, son factores que auguran tiempos muy difíciles. A lo que se agrega la incertidumbre institucional que genera el proceso constituyente.

Elementos que no forman la columna vertebral de un diagnóstico sobe el actual ciclo histórico y que, por tanto, no podrán ser adecuadamente abordados desde la gestión y la política pública. Un déficit estructural que ya se expresa en serios traspiés en materia de conducción política y en una muy rápida caída en la aprobación al actual presidente y a su gobierno. (La Tercera)

Max Colodro

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