Esa es la pregunta clave que tiene que responder el actual gobierno y la Nueva Mayoría en el cónclave de este lunes. Algunos dirán que la buena política se trata de las dos cosas; esto es, hacer una gestión adecuada y avanzar en transformar aquello que está mal concebido. Si lo anterior es cierto, ¿por qué este gobierno tendría que elegir entre una y otra cosa?
La respuesta es simple: porque durante casi todo este año y medio que llevan en el poder, no han gobernado. Simplemente se han dedicado a reformar. Y los resultados están a la vista. La gestión ha sido mala, muy mala. No hay sector que esté bien evaluado. Y los problemas están a la vista: la economía, la salud, el transporte, la educación, la delincuencia, muestran resultados muy deficientes. Hacerse cargo de ello es lo que corresponde ahora.
A esto se suma que por el lado de las reformas la cosa no anda mejor. Porque, claro, si ellas estuvieran bien evaluadas, al menos el gobierno podría mostrar algo. Pero no es el caso. Todas ellas tienen fuerte rechazo. La gente no las entiende, no las comparte y sabemos que muchas de ellas están mal hechas. Y cuando a la mala gestión se agregan malas reformas, entonces la cosa no camina.
No es claro que el gobierno tenga conciencia de esto. El cónclave famoso está orientado a decidir qué reformas siguen y cuáles se botan. El cómo mejorar la gestión, brilla por su ausencia en la agenda. Porque una cosa es decir que la economía anda mal, que se acabó la plata, pero otra muy distinta es preguntarse cómo mejorar aquello. De eso no hay nada. Para qué hablar de la delincuencia, lo peor evaluado, donde si no fuera por el cacerolazo del sector Oriente, del que todos se burlan, el tema estaría ausente. O de la contaminación que nos ha perseguido todo el año. O en educación, donde sólo se habla de gratuidad, pero nada de calidad.
Por todo esto es claro que el cónclave está mal planteado. Porque aunque decidieran no hacer más reformas, la pregunta sigue siendo la misma: ¿cómo mejoramos la situación actual? En definitiva, no basta con reconocer que la realidad es mala; hay que hacerse cargo de ella. El gobierno no puede ser un comentarista de lo que sucede; es el primer responsable. Y eso lo obliga a actuar en consecuencia.
Entonces, para que la reunión del lunes sea productiva, lo correcto sería que la dividieran en dos partes. La primera, para discutir qué reformas salen del programa. Esta instancia debiera ser breve, porque la respuesta a aquello es bastante simple: no hay espacio para nuevas aventuras. Despejado aquello, tendrían que concentrarse en cómo mejorar la situación actual en casi todas las áreas de gestión.
Ya sabemos que no será así. Primero, porque no es claro que dejen de lado las reformas. Segundo, porque no hay ningún plan para mejorar la realidad. Entonces, lo más probable es que de este cónclave no saldrá el humo blanco que el país necesita. Si fuera un cónclave de verdad, los dejarían encerrados hasta que ello sucediera, lo que sin duda es mejor que dejarlos salir para hacer lo mismo que vienen haciendo.