Fuerza mayor-Paula Escobar

Fuerza mayor-Paula Escobar

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El puma que esta semana se paseó por Santiago representa cómo los humanos estamos experimentando el mundo Covid-19. Aparecemos confundidos, perdidos, aislados, defensivos, expuestos a peligros mayores al aplicar reglas antiguas a un territorio elusivo, que no es lo que parece.

La Dirección del Trabajo, con su reciente y polémico dictamen, actúa como el puma perdido. En una resolución que ha causado, justificadamente, gran controversia, estableció que el toque de queda o la cuarentena son hechos fortuitos o de fuerza mayor y que, como consecuencia de ello, se exonera a las partes de las obligaciones recíprocas que les impone el contrato de trabajo. Es decir, otorgar el trabajo convenido, pagar la remuneración por parte del empleador, y prestar el servicio por parte del trabajador.

Ante las críticas inmediatas, la directora interina explicó que es una solución coherente, pues se había aplicado así en “casos similares” como un tsunami o terremoto -lo que antes considerábamos la “fuerza mayor”. Pero dolorosos y devastadores como son aquellos fenómenos de la naturaleza, la crisis sanitaria y económica que dejará esta pandemia no tiene precedentes. Es la fuerza mayor de las fuerzas mayores y, por tanto, la homologación de categorías previas deberá someterse a una reflexión profunda.

No se trata de saltarse la legalidad o las normas, pero tiempos extraordinarios requieren medidas extraordinarias. Los trabajadores de todo el mundo experimentan dificultades estos días fuera del tiempo. Para algunos, por la presión a aprender rápidamente habilidades digitales, realizar el trabajo con niños en casa, velar por adultos mayores necesitados, soportar el confinamiento y la incertidumbre. Pero otros están angustiados -especialmente por este dictamen- porque no saben si tendrán sueldo a fin de mes. No pueden teletrabajar y entonces, si no trabajan presencialmente, no ganan. Eso ya era duro, pues los expone a contagiarse en el transporte público o en su lugar de trabajo. Pero ahora, ¿qué hace una familia sin saber si a fin de mes hay sueldo o no? Pareciera no haber conciencia del nivel de daño que se les está infligiendo a trabajadores justamente de esa nueva clase media, siempre al borde de la precariedad.

El Ministerio del Trabajo rápidamente salió a explicar que el proyecto de ley de protección del empleo, en trámite, solucionará ese problema al establecer que si la relación laboral se suspende, el trabajador podrá recibir ingresos acogiéndose al beneficio del seguro de cesantía y mantendrá la relación laboral. Eso es cierto. Sin embargo, la ministra del Trabajo no se ha pronunciado, al cierre de esta edición al menos, de lo que significa en términos éticos y políticos que en estos momentos se les pida el mayor sacrificio a los que tienen menos.

Es verdad que hay muchas empresas pequeñas y medianas que no han percibido ingresos y que están pensando en despedir a sus trabajadores y cerrar. Esta resolución está pensada para que no lo hagan, y que se eviten así cesantía y quiebras masivas. Suena razonable pero, ¿quién se hace cargo de pagarles a los trabajadores? Es una pregunta que no se puede dejar en el aire o en espera. Además, esto no aplica solo para las pymes, puede haber empresas y empleadores que han disfrutado por décadas grandes ganancias y/o sueldos que legalmente pudieran dejar en el desamparo total a sus trabajadores.

A algunos, el gesto del ministro de Hacienda Ignacio Briones, de rebajar su sueldo en un 30%, les pareció poco criterioso o marketero. Pero como muy pocos, Briones está leyendo correctamente el momento. Como dijo ayer en este diario Yuval Noah Harari, la crisis del Covid- 19 se perfila como el momento decisivo de nuestra era. Para salir adelante, pero también para construir las reglas de un nuevo territorio posible, podríamos partir por decidir que los que tienen más, absorban en mayor medida los costos, de manera de que los que tienen menos, sean protegidos en lo básico. (La Tercera)

Paula Escobar

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