Felipe Berríos tras saqueo a iglesia: "Son jóvenes mimados por el consumo"

Felipe Berríos tras saqueo a iglesia: "Son jóvenes mimados por el consumo"

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“Esos muchachos que vimos en las imágenes, destruyéndolo todo, no sólo muestran poca imaginación para protestar, sino también que son hijos del mercado. No tienen ningún respeto por el resto de la gente y actúan de forma agresiva si no se les da todo lo que piden. Son jóvenes mimados por el consumo y ahora todos tenemos que soportar sus rabietas”.

Así, con molestia, se planteó el sacerdote jesuita Felipe Berríos, quien reside en el campamento La Chimba, en Antofagasta, respecto del saqueo a la Iglesia de la Gratitud Nacional, ocurrido en Santiago. El presbítero escarbó en la necesidad de “replantearse este tipo de movilizaciones” y también apuntó a sus organizadores.

“Me duele ver a jóvenes que, escondidos en una capucha, sólo destruyen. Su violencia no se detiene ni ante la imagen de un Cristo, mostrando su intolerancia e ignorancia ante todo lo sagrado, cualquiera sea el credo que represente. Quiero dar mi apoyo a los padres de la Congregación Salesiana y a todo el pueblo creyente y sencillo, que ha sido violentado por tal brutalidad”, dijo.

Usted critica este tipo de protesta. 

Acompaño diariamente a pobladores de campamentos que hacen un esfuerzo enorme, todas las noches, para aprender a leer y escribir, por aprender un oficio. Por ellos, me indigna ver como la actual generación de jóvenes -que han sido en toda la historia de Chile los más privilegiados en estudios,  alimentación y acceso a la tecnología- busca sólo saciar sus derechos, sin abogar por los de otros sectores más postergados. Me duele ver a una generación egoísta que no percibe que también tiene deberes.

Pero lo ocurrido fue en el marco de una marcha de estudiantes…

Me parece que el movimiento estudiantil tuvo un rol importante y fue apoyado por la sociedad, pero siento que ahora pocos entienden el esfuerzo que ha hecho el país, en materia tributaria y en otras reformas muy importantes para ellos. Todo eso no va a los ancianos, ni a los niños sin jardín infantil, ni a los enfermos terminales sin acceso a medicamentos. En Chile hay un millón de analfabetos. Y que estos jóvenes privilegiados se vuelvan a tomar la calle, con el final que ya todos conocemos, en el que se destruyen cosas, es una mala señal. Uno podrá decir que son encapuchados, que son pocos, pero quienes marchan están allí, al lado. De afuera yo lo veo como la muestra de una cultura completa enmarcada en el enemigo, en ver al otro como un competidor, con una actitud de mercado, en la que si no me satisfacen, lo destruyo.

Siempre se hace la diferencia entre los estudiantes que marchan y los encapuchados. ¿Ve una responsabilidad de la organización? 

Obvio que hay una responsabilidad. Hay cosas que no me parecen, como que les dé lo mismo el entorno. Hoy (ayer) se les pidió, por favor, no que no hicieran la marcha, sino que la suspendieran un día o dos, por el colapso de la ciudad. Era una jornada especial en Santiago, muy complicada. Había mucha gente desesperada, que no podía llegar a su trabajo, a su destino, tal vez sus propios padres y cercanos. Pero no les importó nada. Esa indolencia ciega desgraciadamente refleja a nuestra sociedad, porque son sólo sus problemas y sus demandas lo que vale. Las necesidades de los demás no cuentan. Yo marcho por lo mío y el resto me importa un cuesco.

¿Hay que revaluar las marchas como forma de protesta? 

¿Porqué siempre hay que terminar en la calle principal con todo destruido? Yo veo miedo de rayarles la cancha a los jóvenes. La rotura del Cristo es algo simbólico, es pisotear no sólo al Dios de los católicos, sino a lo verdaderamente sagrado, que es el respeto al ser humano, a todos los demás, a las cosas construidas con esfuerzo, al derecho del señor que tiene un humilde quiosco en la esquina de trabajar tranquilo. Hay que decir basta y replantearse estas movilizaciones. Y no me digan que es un grupito. Siempre es lo mismo.

Fuente: Edición Original La Tercera

 

Fotografía: La Tercera

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