La iglesia católica se encuentra enfrentando una crisis moral de gran trascendencia en todo el mundo. La iglesia chilena no ha estado al margen y hemos sido testigos de la ocurrencia de graves hechos perpetrados por notables miembros de su jerarquía, así como sacerdotes comunes. Estos hechos que son de difícil comprensión y aceptación han sido explicados con argumentos que van desde la intervención maligna del diablo hasta la descomposición general de la sociedad.
No soy un especialista en esta materia, sino que solo un espectador que se informa del tema y evalúa las opiniones que conoce a través de los programas que entrevistan a los que se supone saben más. Por lo tanto, esta es una opinión de un observador más.
Los comentarios de algunos sacerdotes, especialistas laicos en asuntos religiosos o cercanos a la iglesia, tienden a centrarse en que el celibato es causa basal de lo que sucede. Por ello, llaman a suprimirlo. Como sabemos el celibato es una disposición de la iglesia que data de los dos concilios de Letrán en 1123 y 1139 respectivamente. No es un dogma de fe, es solo un reglamento en que obliga a los religiosos a asumir como regla de vida para canalizar toda la energía y persona en una relación con Dios. Hay quienes afirman que no es posible respetar esa norma ya que iría en contra de instintos naturales irrefrenables lo que tiene alguna lógica.
Sin embargo, sabemos que los seres humanos como poseedores de razón, a diferencia de los animales, están en condiciones de orientar, canalizar, morigerar y controlar sus instintos. Esto último, tendría más lógica que apelar a la incapacidad de controlar un instinto. Respetar o no el celibato es una conducta individual que se afirma en un juramento o promesa de cumplir una norma por incomoda que sea, afirmado en la vocación y fe en una determinada creencia.
En consecuencia, cuando se afirma que el celibato es la causa de los desvaríos observados, hace pensar que no sería el problema real porque, como los hechos lo comprueban, muchos religiosos no lo estarían respetando. Mas bien, el problema de fondo y esencial pareciera ser que es la perdida de la fe en la creencia que lo exige. Mas allá de que sea solo una regla y no un dogma se supone que un religioso cree en Dios como expresión máxima y sublime. Una tendencia propia del criterio jurídico se orienta a determinar la punibilidad por las consecuencias del acto, pero el criterio moral, como lo señala Borges, debe colocar su atención en la causa que lo provoca. La causa de que algunos no respeten el celibato o lo vulneren tiene que ver con un problema de fe. Cabe la pregunta ¿creerán en Dios todos los sacerdotes y jerarcas de la iglesia? O ¿se habrá ido transformando la vocación sacerdotal en una carrera más que puede desarrollarse con débil vocación? ¿O simplemente estos religiosos son creyentes en Dios, pero no en la norma vaticana? Estas preguntas no tendrían sentido, si no fuera porque un sacerdote tiene la obligación de creer en el pecado y si no les importa pecar es que el problema de fondo es la perdida de la fe más que la objeción a una regla.
No hay duda de que la secularización propia de la sociedad laica más centrada en valores humanistas razonados y en criterios científicos que en dogmas revelados, ha ido permeando a todas las instituciones. La iglesia, no tiene por qué haber estado al margen de esta influencia que comienza a gestarse desde el final de la edad media.
Por ello, los ciudadanos que observamos a esta clásica institución moral que por siglos ha pauteado y determinado las normas sociales centre, más bien, en las consecuencias de lo que sucede y no en las causas y en el por qué esto sucede. Esto, también, se extiende a iglesias evangélicas que no teniendo celibato han hecho noticias por graves faltas a la ética de algunos de sus pastores.
En suma, creemos que algunos comentaristas sacerdotes o laicos muy activos en los medios de comunicación tapan el sol con el dedo focalizándose en las consecuencias, pero evadiendo el tema central, cual es si hay en verdad una pérdida de la fe en los integrantes de la iglesia. (NP)
Jaime Garcia Covarrubias, Doctor en Ciencias Políticas y Sociología



